No tiembles ante la enfermedad que te aqueja ni ante ninguna montaña que se levante contra ti, porque tienes contigo al que pelea tus batallas

Tal vez has orado por largo tiempo para que Dios te ayude con determinado problema y no has recibido respuesta. Has pensado que lo que te hace falta es pararte frente a esa dificultad y ordenarle con la autoridad que Jesús te ha delegado: “quítate y arrójate al mar” (Marcos 11:23). ¡La fe en Dios mueve montañas! Si no dudas en tu corazón y crees que lo que quieres va a suceder, te será concedido.
Si padeces una enfermedad, tienes deudas a montón, falta de empleo, nerviosismo, depresión, hijos con adicciones, infertilidad, problemas conyugales o cualquier otra montaña que te está impidiendo avanzar y alcanzar tus sueños ¡háblale! No hay nada que le agrade más a Dios que ver a sus hijos empoderados en fe, vestidos con la armadura espiritual y empuñando la Espada del Espíritu (su Palabra). Ningún poder del infierno puede perpetuarse cuando un hijo del Altísimo pelea la batalla de la fe.
En las Escrituras encontramos decenas de pasajes que nos enseñan a hablarles a nuestras montañas. En Éxodo 14:15, Moisés, atrapado entre el mar Rojo y el ejército egipcio, clamó a Dios por ayuda y sorprendentemente Él le dijo: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”. Es evidente que además de orar tienes que declarar lo que quieres ver consumado. Dios está listo y preparado para responder a tus oraciones, realizar milagros asombrosos y cumplir tus sueños más anhelados.
Cuando Josué y el ejército israelita luchaban contra los amorreos “el Señor le dijo a Josué: No tiembles ante ellos, pues yo te los entrego; ninguno de ellos podrá resistirte” (Josué 10:8). Entonces Josué hizo una poderosa declaración que desafió las leyes físicas y paralizó el movimiento de rotación de la Tierra. “Ese día en que el Señor entregó a los amorreos en manos de los israelitas, Josué le dijo al Señor en presencia de todo el pueblo: Sol, detente en Gabaón, luna, párate sobre Ayalón. El sol se detuvo y la luna se paró, hasta que Israel se vengó de sus adversarios” (vs. 12-13. NTV). El día en que Jesús se disponía a resucitar a Lázaro, Marta, la hermana del muerto, se opuso a que movieran la piedra que cubría la tumba, pero Jesús le dijo: “¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?”. Así que corrieron la piedra a un lado y Jesús oró: “Padre, gracias por haberme oído. Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me enviaste. Entonces Jesús gritó: ¡Lázaro, sal de ahí!” (Juan 11:40-43).
No tiembles ante la enfermedad que te aqueja ni ante ninguna montaña que se levante contra ti, porque tienes contigo al que pelea tus batallas. Renuncia de una vez y para siempre a la enfermedad, a los pensamientos de derrota, a las palabras negativas y comienza a declarar bendiciones sobre tu vida para que veas el gran poder de Dios arrojando tus montañas al mar.
Liliana González de Benítez
Periodista y autora
lili15daymar@hotmail.com