«No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que quiere. Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces? El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio. Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal del hombre es grande sobre él» (Eclesiastés 8:5-6. RV60).
El sabio Salomón nos presenta una escena en el palacio del rey, en la que la persona sabia sabe cómo conducirse ante una autoridad como un rey. El sabio sabe reconocer cuando está ante una autoridad jerárquicamente superior, y tiene la paciencia para comunicar su mensaje en el momento oportuno y de la forma apropiada –para actuar con prudencia, sensatez, cordura y madurez– de manera que surta el efecto deseado. Una de las características más relevantes de una persona sabia es que sabe discernir el tiempo y el juicio al comunicarse. En esta escritura, la palabra guardar proviene del hebreo shamar, que significa hacer un cerco alrededor, cuidar, cumplir, aplicar. Por su parte, sabio se traduce del hebreo kjacam, esto es inteligente, avisado, prudente; mientras que discernir se traduce del término hebreo yadá, que significa conocer, observar con cuidado, considerar, examinar, notar y percibir. El sentido de este pasaje es que el que guarda o hace un cerco alrededor, cuida, cumple y aplica el mandamiento, la ley, el mensaje y el consejo, no experimentara o sufrirá mal. El corazón del sabio, avisado y prudente, discierne, percibe, conoce, observa con cuidado, considera, examina el tiempo oportuno y la forma adecuada al accionar. La versión TLA traduce el versículo 6: «Lo cierto es que todo tiene su cómo (forma) y su cuándo (tiempo)». El tiempo tiene que ver el momento oportuno: la oportunidad. El juicio o proceder tiene que ver con la forma de hacer las cosas. Tiempo y forma son dos aspectos del quehacer que requieren sabiduría para hacer lo correcto y lo que conviene, independientemente de las circunstancias: previsibles o apuradas. La improvisación y la premura no van de la mano con la sabiduría. En ese sentido, el sabio discierne el tiempo oportuno y el procedimiento (la forma) correctos al tomar decisiones.
Sabiduría al comunicar
En el caso de la comunicación hay un axioma que dice «el contexto le da sentido al mensaje». El sabio, pues, tiene el pulso que se necesita para elegir el qué, el cómo, el cuándo y el dónde de la comunicación. La comunicación necesita estar adecuadamente contextualizada para ser eficaz. La buena forma al comunicar requiere también de la congruencia entre el lenguaje verbal y el lenguaje no verbal -actitud y postura del cuerpo y tono de voz (pausa, vacilación, ritmo)- a fin de lograr los objetivos que persigue (informar, convencer, persuadir, etc.).Los errores comunicacionales, en su gran mayoría, tienen que ver con una mala lectura del contexto, como por ejemplo: pedir aumento después de haber realizado un trabajo mediocre; realizar una llamada importante en un lugar incómodo; tratar de convencer a alguien de algo cuando no se encuentra en un estado emocional adecuado; tratar de apurar la decisión de una persona sin que tenga la información completa sobre un asunto, amonestar a un empleado delante de otros, entre otros; y con la forma inadecuada de comunicar, que está muy relacionada con la falta de congruencia entre el lenguaje verbal y el no verbal.Ahora, este esquema no sólo aplica a la comunicación, sino también a toda acción realizada, si se quiere actuar con sabiduría, y esperar resultados positivos. En relación con el tiempo es importante distinguir entre tiempo kronos y tiempo kairos.
Discerniendo el tiempo oportuno
El griego clásico conoce una doble terminología para señalar el tiempo. Uno es el tiempo kronos o tiempo cronológico y el otro es el tiempo kairos o tiempo de oportunidad. Kronos indica el fluir del tiempo sobre el hombre, mientras que kairos indica una oportunidad o crisis que hay que aprovechar. El tiempo kronos es un tiempo lineal, cargado de tareas y gobernado por el reloj. El tiempo kairos es un tiempo cargado de significados, que puede ser comparado con la brújula como metáfora: un intento de rescatar el tiempo de su caducidad.
Paradigma del reloj
En el mundo occidental estamos más acostumbrados a entender el tiempo en términos cronológicos –kronos, que en términos de significado y oportunidad– kairos. Bajo el paradigma occidental del tiempo, se define al mismo como la medida del devenir de lo existente, como la duración de las cosas. De modo que cuando hablamos de gestionar el tiempo bajo en enfoque kronos, hablamos de hacer un uso eficiente (menor tiempo) del mismo; es aprender a planificarlo, según las metas y objetivos trazados. Esto indudablemente repercute positivamente en nuestra eficacia (consecución de objetivos), al traer eficiencia a nuestro quehacer.
Paradigma de la brújula
Obviamente es útil planificar nuestro tiempo, tener agendas bien estructuradas, etcétera. Pero la denominación «administración del tiempo» puede resultar una definición poco feliz. Como dice S. Covey: «El desafío no consiste en administrar el tiempo, sino en administrarnos a nosotros». Al fin y al cabo, como dice Zig Ziglar: «El problema es la falta de dirección, no la falta de tiempo: todos contamos con días de 24 horas».Apegados al paradigma del reloj, nuestras acciones pueden resultar eficientes, pero no necesariamente eficaces. El problema en la eficacia en cuanto al logro de objetivos, y al uso efectivo del tiempo, no está tanto ligado al control del tiempo –paradigma del reloj, como al dominio de uno mismo– paradigma de la brújula. Está asociado a nuestro sentido de dirección y enfoque en lo que hacemos; está más asociado con discernir el tiempo oportuno y el procedimiento correcto al tomar decisiones. La perspectiva de tiempo kairos desarrolla paciencia y perseverancia, a la vez que enfoque, al quitar la presión sobre el uso eficiente del tiempo (menor recurso utilizado), para ponerla en el uso eficaz del tiempo (logro o meta a alcanzar). Cuando nos liberamos de la esclavitud del tiempo kronos, y somos dominados por el tiempo kairos, entonces podemos entender que hay «un tiempo para plantar, y otro tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para callar, y otro para tiempo para hablar; un tiempo para llorar, y otro tiempo para reír…» (Eclesiastés 3:1-8). Por otra parte, discernir el tiempo oportuno y la forma correcta de hacer las cosas supone adoptar una mentalidad estratégica. Se necesita tener un fin determinado, un claro sentido de propósito. Se requiere también tener una visión clara: sentido de dirección de hacia dónde se quiere avanzar, lo que permite anticiparse en la toma de decisiones, al determinar las acciones necesarias hoy que afectarán nuestro futuro y el de la organización que lideramos, «porque el futuro pertenece a aquellos que toman las decisiones hoy» (Eaton Corporation). Una mentalidad estratégica es indispensable para adaptarse con efectividad a los cambios que el entorno trae, y para aprovechar intencionalmente las oportunidades. En la gestión exitosa no existen las casualidades. Gooyeard acostumbraba a decir: la casualidad solamente sorprende a la meta preparada. Así mismo, desarrollar una mentalidad de estratégica requiere cultivar el hábito de pensar en forma estratégica, al punto de que se constituya en una actitud de vida, una forma de ser y estar en el mundo. Es necesario hacer de la estrategia un hábito. Como dice Kenichi Ohmae: «Es una disciplina diaria y no un recurso que puede dejarse en hibernación durante las épocas tranquilas y despertarse cuando surge una emergencia». Ver la estrategia como un recurso o metodología para abordar «situaciones de crisis» o apagar fuegos inesperados, equivale a actuar reactivamente; pero la mentalidad estratégica no improvisa, no reacciona, no vive en «automático», por inercia, según el dicho «como vamos viendo, vamos haciendo», sino que actúa con proactividad, con intencionalidad; más aún, con mentalidad de oportunista, o como dice Peter Drucker: «oportunista con propósito».
Enseñanzas para el liderazgo:
El líder sabio sabe aguardar con paciencia el contexto (tiempo, lugar) para expresar sus ideas y comunicar sus mensajes.El líder sabio y prudente, discierne, percibe, observa con cuidado, considera y examina el tiempo oportuno y la forma adecuada al accionar.El líder efectivo piensa con mentalidad estratégica. No improvisa ni reacciona, sino, por el contrario, actúa con previsión e intencionalidad. Para el líder es más valioso ser eficaz que eficiente (si dejar de reconocer su importancia) en el uso del tiempo. Vale decir, estar más enfocado en los resultados y el valor agregado, que en la gestión eficiente del tiempo.
Pensamiento:
«Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3:1).
Arnoldo Arana
Pastor, psicoterapeuta y escritor
arnoldoarana@hotmail.com