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Valores para vivir: ¿Puede cambiar un delincuente?

[quote]Los cambios verdaderos en el ser humano no se generan en su mundo circundante, ni gracias al deporte, al estudio o al trabajo, sino que se producen en su mente y corazón[/quote] Es un hombre joven de apenas 25 años que ha asesinado a 9 personas. A unos por dinero (sicariato) y a otros como producto de sus actividades delincuenciales. No es un monstruo, no tiene pezuñas ni cachos… y parece tener sentimientos… En la cárcel, preocupado por su situación de condena, dijo a un líder religioso sentirse arrepentido y querer cambiar su vida… Pero días después, en el Centro Penitenciario, este mismo individuo retoma con sagacidad sus andanzas antisociales de alto perfil…
Ser «mala conducta» se convierte en una adicción, en una forma estructurada y desestructurada de conducirse en la vida, donde el egoísmo y la indolencia marcan la pauta del disocial. Algunos se sienten orgullosos de hacer el mal y apuestan a que les irá mejor que a sus compinches «encanaos»; que a los pana que fueron tiroteados por la policía; o que a sus amigos de la niñez que resultaron muertos en riñas libradas entre bandas rivales.
Su núcleo familiar los perdió en algún desecho de vicios, de drogas y «malas juntas». La sociedad teme de ellos… Son como sombras perdidas en las pesadillas de madres y padres ineptos para la crianza, de una sociedad en caos moral y de valores torcidos, de un conjunto de factores intrapsíquicos, y a veces orgánicos, que pocos podrían entender.
El tema del comportamiento antisocial y las causas que lo generan son tan profundos que no pueden tratarse en un simple plan de pacificación, pues además el punto no es que necesitamos aprender a vivir en paz o sin violencia, sino que necesitamos vivir sin delincuencia.
Y esto es una meta que parte por ser la gran necesidad diaria y no reaccionaria de cualquier Estado o Gobierno. Porque además es obvio, si nos deshacemos de la delincuencia los niveles de violencia serán más que todo un asunto o problema doméstico e intrafamiliar.

La inquietud:
La madre de un resonado antisocial que murió en un enfrentamiento con la policía en el Oriente del país, preocupada porque su otro hijo adolescente que sigue los mismos pasos de su hermano fallecido, con impotencia y dolor me pregunta: ¿Qué puedo hacer para cambiar a mi hijo?… No quiero verlo morir como a mi otro hijo…

Mi respuesta:
Que un delincuente pueda o no cambiar solo depende de él mismo. En lo personal he visto antisociales dar un giro de 180 grados a sus vidas, tanto que no son ni la sombra de lo que fueron en el pasado. En la mayoría de estos casos intervinieron, entre otros, profesionales de la conducta… Pero también he visto a la mayoría perderse sin intentarlo.
Lo que sí es invariable es el hecho de que los cambios verdaderos en el ser humano no se generan en su mundo circundante, ni gracias al deporte, al estudio o al trabajo, sino que se producen en su mente y corazón. Lo psicológico y lo espiritual; es decir, la renovación de su manera de pensar, de percibir la vida, junto a sus emociones, y la renovación de principios de rectitud como el marco en su esquema de valores humanos, es lo que hará nacer un hombre nuevo.
El Libro inspirado de arriba afirma que Dios es «un refugio para el pobre, un protector para el necesitado en su aflicción, un refugio contra la tempestad y una sombra contra el calor» (Isaías 25:4). Continúa diciendo: «En cambio, el aliento de los hombres crueles es como una tempestad de invierno, o como el calor en tierra seca» (vs. 25:5a). Y concretando la idea concluye afirmando tajantemente que «Dios domina el tumulto de sus enemigos, y así como puede calmar el calor con la sombra de una nube, puede obligar a los hombres crueles a guardar silencio» (vs. 25:5b).

Héctor Márquez
Psicólogo Clínico y Teólogo
valoresparavivir.fe@gmail.com

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