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Doctor Milagro: “El Evangelio es una herramienta para liberar”

“Si somos de Cristo, debemos hablar, debemos denunciar el mal. Dios otorgó a la Iglesia el don de la palabra para que sea la voz de las personas sin voz a fin de liberar a los cautivos y esperar siempre el advenimiento del Reino de Dios”

(Agencias – Verdad y Vida).-

Denis Mukwege, un ginecólogo cristiano, también conocido como “Doctor Milagro” ha recibido el premio Nobel de la Paz 2018, compartido con la activista iraquí Nadia Murad, por su labor de cuidar de mujeres víctimas de la violación de la República Democrática del Congo.
Mukwege es reconocido por todos en el Congo, especialmente por las mujeres que hacen colas para esperar a que el doctor las atienda, pues él no solo sana sus dolencias, tras haber sido víctimas del abuso sexual, sino que las ayuda emocional y espiritualmente. “Todo eso es un proceso de sanidad para que las mujeres puedan recuperar su dignidad”, aseguró Mukwege.
La fe de Mukwege ha sido determinante en su labor. De hecho, estudió medicina porque creció viendo a su padre, un pastor de la iglesia pentecostal, orando por los enfermos todo el tiempo. “¿Por qué no les das medicinas?”, preguntaba Denis cuando era pequeño. “Porque no soy médico”, respondía su padre. Así nació la vocación médica de Denis Mukwege.
Mukwege motiva a los cristianos a expresar que el Evangelio es una herramienta para liberar, para dar gracia y luchar en luz por la justicia, la verdad, la libertad y la igualdad entre los hombres y las mujeres.

Un hospital especial

El Hospital de Panzi, fundado por Mukwege en el Congo donde se da atención a cientos de víctimas de violación, es administrado por la Communauté des Eglises de Pentecôte en Afrique Centrale (CEPAC), la Iglesia Pentecostal Nacional.
La visita de una mujer lo cambió todo. “Me acuerdo muy bien de aquella primera chica. Me impresionó, era la primera vez que veía algo así. Había sido violada por seis soldados, y el último le había disparado en sus órganos sexuales. Pensé que era pasajero, que era el acto de un bárbaro, pero después me di cuenta de que era algo que me iba a cambiar el resto de la vida”. Después de aquella primera víctima, llegaron miles. Una ola de violaciones masivas arrasó el este del Congo. Mukwege calcula que en Panzi han curado a más de 45.000 mujeres, aunque la cifra incluye también las operaciones de madres con problemas físicos tras dar a luz y que no han sido agredidas sexualmente. “Una sola mujer violada ya es demasiado. Detrás de cada cifra hay una persona que sufre…”, aseguró el Doctor Milagro.
“En una región desgarrada por la guerra y por años de violencia sexual horrible, este hombre cuida a miles de mujeres, muchas de las cuales han sido víctimas de violaciones brutales de pandillas”, afirmó en un artículo Daniel Bourdanné, secretario general de IFES (Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos, GBU en España).

Una voz en defensa de los que no tienen voz

Mukwege tuvo otra experiencia que marcaría su labor. Una mañana llegó al hospital una adolescente violada a quien el doctor congoleño reconoció enseguida: era la hija, fruto de una violación, de una madre que él mismo había tratado en el hospital unos años antes. “Una nueva generación de mujeres estaba siendo violada ante mis ojos. No podíamos tratar solo a las mujeres en el hospital; había que hacer algo más”, dijo. Aquel día, Mukwege decidió convertirse en abogado de los derechos de las mujeres y explicar al mundo la barbarie de la que era testigo. Y sus palabras llenas de valor, de denuncia ante la impunidad, empezaron a molestar. Estuvo a punto de pagarlo con su vida.
Unos hombres armados lo esperaban en su casa para atacarlo, pero en vez de agredirlo a él, tenían a dos de sus hijas y a una prima retenidas. En el intento de agredir al médico, el vigilante de su residencia resultó herido, luego murió.
Ante esta situación y en un intento de proteger a su familia Mukwege viajó con intenciones de no regresar pronto. “Pero entonces esas mujeres hicieron una cosa increíble”, explicó. Quizá sea más exacto decir que hicieron lo imposible. Durante semanas, cientos de mujeres se manifestaron en las calles de Bukavu para pedir el retorno del doctor, escribieron cartas al presidente Joseph Kabila e incluso, pese al bolsillo humilde de la mayoría, reunieron el dinero para pagar su viaje de vuelta al Congo. “¡Mujeres pobres vendieron tomates y frutas en el mercado para ahorrar y pagar mi pasaje! Me quedé sin argumentos para abandonarlas. Comprendí su grito. Abandonarlas significa aceptar que los violadores han ganado”, aseveró.
A pesar de que sobre su vida hay amenazas de muerte, Mukwege ha seguido adelante con su labor. “La Iglesia de hoy y de mañana tiene ante sí numerosos desafíos, ya sea el climático o los relativos al terrorismo, las personas migrantes, refugiadas, heridas de guerra y víctimas de la violencia sexual y los poderes corruptos que, sobre todo en África, crean y destruyen constituciones a su antojo para preservar sus intereses en detrimento de la población. Si somos de Cristo, no tenemos más alternativa que ponernos del lado de las personas débiles, heridas y refugiadas, así como de las mujeres discriminadas”, afirmó el nobel médico.
Las convicciones de Mukwege son firmes: “si somos de Cristo, debemos hablar, debemos denunciar el mal. Dios otorgó a la Iglesia el don de la palabra para que sea la voz de las personas sin voz a fin de liberar a los cautivos y esperar siempre el advenimiento del Reino de Dios”.

Unidos por una sola causa

Muchas organizaciones se han sumado a esta labor y ayudan a mantener el hospital y a suplirlo para atender a sus pacientes. “Las necesidades son enormes. Yo no estoy solo, somos muchos haciendo este trabajo. Si hubiera optado por una vida tranquila y cómoda en Europa, creo que habría tomado una mala decisión para todas las mujeres que han sufrido violencia sexual y no tienen ayuda”, aseguró. Además de conseguir ayudas económicas para poder atender gratuitamente a mujeres violadas y a niños, Mukwege debe esquivar las trabas y presiones gubernamentales, que le imponen para cerrar el centro sanitario. Pese a las dificultades, no se piensa rendir.
Dijo que las violaciones perpetradas por guerrilleros han descendido, pero la impunidad ha llevado a cientos de civiles a violar sin miedo al castigo. La creencia en espíritus y magia negra ha originado otro horror: “llegan muchos casos de bebés violados de forma salvaje; es inquietante. Los violan porque creen que así se curarán de enfermedades o conseguirán riquezas”.

Otros reconocimientos internacionales

Denis Mukwege ha sido anteriormente galardonado con el premio Sajárov que concede el Parlamento Europeo, en 2014. “Es un modelo para mí de participación cristiana en la sociedad. De forma desinteresada trae el carácter de Dios a estas personas quebrantadas”, expresó Daniel Bourdanné.
Por eso Mukwege alza su voz. “Estas son violaciones diferentes: usan el cuerpo de la mujer como campo de batalla. La crueldad ejercida resulta inhumana. La violación en una zona de conflicto es la voluntad de destruir al otro y a las generaciones futuras a través de la mujer. Si el mundo comprendiera así la violación, no reaccionaría como si fuera un problema sexual; es una agresión contra la humanidad”, concluyó.◄

Denis Mukwege atiende a cientos de mujeres diariamente en el Hospital Panzi en el Congo, lo que le havalido el premio Nobel de la Paz 2018

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