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Valores para vivir: ¿Con quién me casé?

Omar y Carla se hicieron novios hace 13 años. 5 años más tarde, luego de graduarse, se casaron y se fueron a vivir a un país de Europa donde les fue bastante bien en términos materiales. Todo marchaba a cabalidad hasta que un día Omar comenzó a presentar conductas muy extrañas. Le dio por afirmar que su esposa era parte de una banda de asesinos a sueldo que lo vigilaba y que en cualquier momento ella misma lo asesinaría; aseguraba ver a personas escondidas en los alrededores de la casa, husmeándolo para liquidarlo… Por esa misma razón comenzó a pasar días enteros encerrado en casa junto a su esposa, a quien no dejaba salir porque la consideraba corresponsable de la supuesta persecución que sufría, y como ella era parte de ese complot merecía ser humillada y golpeada, para lo cual utilizaba una correa que decía era el látigo de Dios… Luego de lograr escapar de esa situación y conseguir ayuda para ambos, Carla preguntaba: ¿Qué le está pasando a mí esposo? ¿Qué debo hacer? ¡Él no era así!… Este hombre estaba cursando un trastorno denominado esquizofrenia tipo paranoide.
¿Y qué decir de historias donde uno de los cónyuges hizo algo aberrante, denigrante, o totalmente inesperado? La respuesta no es nada simple pero con toda seguridad está relacionada con el hecho de no haber conocido, o no haberle dado importancia a todos los aspectos de la vida de la persona con quien compartiría sus días, sus sueños, sus proyectos, sus hijos y su hogar.
Carla y Omar no le dieron importancia a un antecedente: la hermana mayor de Omar se había suicidado luego de presentar los mismos síntomas de éste; por lo que es presumible que un factor biológico proveniente de la familia de su esposo estaba influyendo en su conducta reciente. Después de entrar en cuenta con esta realidad, Carla dijo: «De haber pensado lógicamente que el hombre del que me enamoré podía correr la misma suerte que su hermana no sé si me hubiese casado con él, pero de haber tomado el riesgo en forma consciente, yo hubiera hecho las previsiones médicas del caso y quizás nada de esto habría ocurrido».
Lo que concretamente quiero expresar es que algunas personas se llevan grandes desilusiones con sus parejas porque no se tomaron el tiempo para conocerla ni para ahondar en los antecedentes personales y familiares que pueden influir en la salud física, mental, moral, social y espiritual del individuo con quien se aspira hacer vida en pareja.
El Libro inspirado de arriba afirma: «La sabiduría del prudente es saber hacia dónde lo conducen sus caminos, pero al necio lo engaña su propia necedad… pues es ingenuo y cree todo lo que le dicen, en lugar de fijarse por dónde va… Ellos deben entender que de reírse duele el corazón, y hay alegrías que acaban en tristeza» (Proverbios 14:8,15,13).
La inquietud:
Una joven guatemalteca me refiere: «…Doctor estoy casada hace dos años y me parece que mi esposo es un hombre totalmente diferente al que conocí… Ahora me siento con muchas dudas pero también con mucha determinación para divorciarme…, ¿cuál es su opinión…?».
Mi respuesta:
«Soy defensor de la institución familiar y pienso, por tanto, que un divorcio debe ser el último mecanismo a emplear en casos de divergencias maritales… por ello recomienda quemar todos los cartuchos antes de tomar una decisión tan importante como esa… Por otro lado, soy de los que recomienda que toda relación de pareja en fase de noviazgo se suscriba y se involucre en lo que yo llamo un “proceso psicoterapéutico prematrimonial” con un profesional clínico calificado, a fin de precisar, con la orientación de este, todos los factores evidentes, latentes y predisposiciones personales y familiares que deben ser identificados por la pareja para tomar decisiones conscientes, las precauciones que el caso requiera, y corregir lo necesario para conformar un matrimonio sólido».

Héctor Márquez
Psicólogo Clínico y Teólogo
valoresparavivir.fe@gmail.com

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