Respetamos la libertad de religión y culto entre los venezolanos. Pero desde el punto de vista bíblico es una idolatría más como la acostumbrada por nuestro país

del Colegio Salle de la Colina en Caracas / EFE
La noticia de la esperada aceptación oficial por parte del Vaticano, ya es oída: “le han aprobado al Dr. José Gregorio Hernández la beatificación en la iglesia católica, tras años de la solicitud y un arduo trabajo para comprobar sus milagros”.
Mi opinión particular es la siguiente:
1. Respetamos la libertad de religión y culto entre los venezolanos. Pienso cada quien tiene sus creencias y singularidades. Pero desde el punto de vista bíblico es una idolatría más como la acostumbrada por nuestro país en sus íconos. Los santeros tenían al Dr. José Gregorio ya como un Santo. Adorado y venerado. La iglesia católica una vez más contribuye al cúmulo idolátrico aborrecido por Dios en su Palabra:
Éxodo 20:4-6: “No tendrás dioses ajenos delante de mí.
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Yahveh tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
2. Claramente el Vaticano se abroga la potestad de declarar a alguien Beato “post mortem” y dar por méritos y obras una condición o posición que es por gracia y solo la da el Señor mismo mientras la persona vive. Por eso dice la Palabra de Dios quiénes son los “santos”. Veamos:
Colosenses 1:2: “a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre”. Los santos no son muertos, son gente viva que tiene a Cristo como Salvador.
3. El mismo título “El Venerable”. Tal expresión exalta a José Gregorio Hernández a una deidad, sabiendo que el único Venerable o adorable o exaltado ES JESUCRISTO.
Apocalipsis 5:2-5: “Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos”.
4. Es curioso, la misteriosa manera como muere el Dr. Hernández. Con fractura de cráneo, el doctor murió al instante en la esquina de Amadores, en La Pastora, Caracas. Testigos de la época cuentan que se trataba del primer vehículo en la población, había poca costumbre a ellos y a su velocidad. Preguntamos: ¿a que velocidad iba tal automovil? ¿En qué condiciones de control andaba el Doctor? ¿Por qué ni el chofer de aquel lento auto ni el Doctor se percataron del peligro? ¿Estaba ebrio o en plena sobriedad? Es lamentable su muerte. El punto aquí no es denigrar o juzgar, solo tengamos en cuenta que únicamente Cristo es quien resucitó y ascendió, ninguno puede abrogarse esa exaltación.
5. La idea de este artículo no es ridiculizar la memoria de alguien que fue servicial, médico de vocación y eficiente amigo. El punto es que una nación como Venezuela no le soluciona los problemas de hambre, desempleo, y cada día más desesperanza en la gente pobre que emigra en busca de sobrevivir. Creo que es Cristo y un regreso a Dios la ruta a un país que se levanta de su ruina. Mientras los venezolanos pasan difíciles momentos económicos, se beatifica un Santo y pone alegres a muchos, pero el Vaticano con tantas riquezas y oro y perlas, en vez de regalar el ícono beatificante, ¿por qué no ayuda a millones de hambrientos financiando programas sociales? En Petare, los Guayos, 3 de Mayo o Guarenas, algunos prelados tendrían que quitarse sus anillos de oro o sus crucifijos dorados para no perecer tiroteados por sus propias ovejas.
Es hora de los pastores y ministros seguir haciendo el trabajo en los barrios. Llevar la Palabra y aliento a multitudes. Jesús es el Médico supremo y superlativo.
Leobaldo Barradas
Psicólogo