El Señor Jesús, nuestro mediador, salvó la brecha de pecado que separaba a Dios y al hombre por su muerte en la cruz

“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:6-8. [vs 8]).
Hay un mensaje sencillo que se repite una y otra vez en toda la Biblia: Dios se goza más por nuestros esfuerzos en conocerle, que por cualquier otra cosa que pudiéramos ofrecerle. Dios nos creó con un profundo deseo de que le conozcamos; por tanto, no debiera ser difícil entender que buscarle expresa nuestro amor mucho mejor que las palabras.
Comenzamos a aprovechar nuestro gran privilegio de conocer personalmente a Dios cuando recibimos su regalo de vida nueva en Cristo. A partir de ese momento somos llenos de su Espíritu Santo. El Señor Jesús, nuestro mediador, salvó la brecha de pecado que separaba a Dios y al hombre. Por su muerte en la cruz, hizo posible que, a pesar de lo pecadores que éramos, nos convirtiéramos en hijos de Jehová de los ejércitos, cuya santidad abrumó a Isaías (Isaías 6:1-7). Es imposible conocer verdaderamente a Dios, sin conocer primero a Jesús.
Si nos centramos exclusivamente en nuestras preocupaciones, aprenderemos muy poco acerca del Señor. Para hacer nuestro el privilegio que Cristo nos ha dado -el de conocer al Padre- tenemos que estar interesados en lo que le interesa a Él. Al observar con atención su manera de hacer las cosas, podemos llegar a entender lo que considera importante. Sabemos que a Dios le importan los que andan en oscuridad, los que no tienen a nadie que les ayude, los enfermos, los que sufren y los que mueren. Para aprovechar al máximo el privilegio de conocer al Señor más profundamente, debemos llevar su amor al mundo, e involucrarnos cada día en lo que está haciendo a nuestro alrededor.
Charles F. Stanley
Pastor, maestro y escritor