
(Ernesto González/ Verdad y Vida).-
Un miércoles venezolano, que encaja dentro de los primeros días convulsionados de este reloj profético llamado 2020, donde desde los primeros rayos que expone el sol, las noticias de índole trágico (tribulación en potencia), se esmeran en obtener el titular principal en los noticieros y la primera página de los pocos medios de comunicación social que batallan en este país; pero cabe destacar que donde mora el Espíritu Santo, habita la fe, misericordia y gracia del único Salvador de este mundo.
Hoy tomamos el caso del hermano Anthony Caicedo, quien actualmente se desempeña como taxista en el estado Aragua, Venezuela, en una línea llamada “Asociados Princesa”, la cual se ubica en el concurrido terminal de Maracay. Transcurría sus horas laborales, cuando todo comenzó con el servicio de un ida y vuelta solicitado por un joven, que desconoce específicamente hacia dónde se dirige, más allá de los datos direccionales que nombra por encima. Pues, se trataba de la famosa localidad de Magdaleno, exportadora del mueble country, entre otras artesanías de madera.
Al no tener con exactitud la ubicación, preguntan por la dirección y en la conversación típica del taxista con su cliente, hacen relaciones sociales, y hablando para hacer ameno el viaje, llegan al sitio, tratándose de Magdaleno; es probable que la dirección en un gran porcentaje fuese una carpintería, la cual se convierte en el lugar para llevar a cabo, por parte del cliente de Anthony, de una negoción por un carro. Pero lo que no sabía el taxista Anthony, era que, a partir de allí, comenzaba el enlace de una historia, donde el mover de Dios, evidencia y le da la oportunidad de contar este suceso.
Como todo taxista, pensó que, al bajarse su cliente, esperaría que este concretara su negocio, para luego llevarlo de regreso a su destino final. Tal carpintería se ubicaba en una calle ciega, al bajarse el joven cliente y llamar para hacer notar que había llegado, Anthony lo notó un poco nervioso; no obstante, lo tomó con “normalidad”. Fue en fracciones de segundos, cuando ambos son sorprendidos por una banda delictiva integrada por jóvenes, quienes como león rugiente sacan sus garras (armas) y corren rápido para capturar a su presa. Todo se nubló en la mente de Anthony, no se ubicaba en tiempo y espacio ante las imágenes aterradoras que estaba viviendo, su cliente fue interceptado de manera abrupta y a él se le ordena que acelere el carro, dirigiéndolos hacia un lugar montañoso y alto.
Al llegar ahí, las órdenes son las que mandan, y ambos son ultrajados, tirados y maltratados por estos malhechores, quienes, en sus primeros minutos de fechoría, le hacen una revisión exhaustiva tanto a ellos como al carro. Cuando están removiendo todo lo que estaba en el auto, “el hampa”, autodefinición que le hacen saber, se fija que hay un libro, pero que no es cualquier libro de historia ni de ficción, se trata de la Palabra de Dios, la BIBLIA. El delincuente al darse cuenta de esto, suelta la gran pregunta a Anthony: “¿tú eres cristiano?”, a lo cual respondió, “para la gloria de Dios, sí, yo soy cristiano”; y surge una contesta sorprendente por parte del malhechor, “si de verdad eres cristiano, Dios te va a salvar a ti”.
Acto seguido, le ordenan que siga caminando a través de la zona montañosa cerro arriba, y en eso Anthony observa cómo su vehículo es desaparecido ante sus ojos por estos jóvenes descarriados, en eso clama a Dios bajo el versículo “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21).
Continuaban caminando por la zona, Anthony observa a su cliente, el cual ante esta situación ya había pasado a ser su compañero de supervivencia, y este le dice a Anthony que recuerde el número telefónico que le está dictando, ya que a él si lo van a matar, pero la mente del taxista en medio del hecho, no le da para recordar números ni nada por el estilo, su pensamiento solo se aferraba a darle gracias al Señor. Mientras seguían caminando por el lugar y al llegar a una cima, se dan cuenta que ellos dos, no eran los únicos que estaban bajo el mando de los jóvenes delincuentes, había otro grupo de personas que también se encontraban secuestradas, uno de los de la banda, le salpica a Anthony diciendo: “varón siéntese aquí, hermano, si usted es cristiano de verdad, no le va a pasar nada”.
En ese mismo momento, comienzan sanguinariamente a torturar a su “cliente-compañero”, ante estas escenas de terror, Anthony observaba cómo le golpeaban la cabeza con un arma, mientras lloraba y se quejaba, los malhechores le pedían que les entregara los dólares de la compra del carro, pero se negaba, porque aducía que solamente era un mediador, que no tenía el dinero, y que solo cargaba 80 dólares en su cartera. De inmediato, la misma fue revisada y el dinero sustraído. Anthony fue despojado de su teléfono celular y su documentación personal, pero lo que no cesaba en Anthony era ese clamor con llanto intercesor por ese joven que era masacrado ante sus ojos. Así pues, vuelven a salpicar las preguntas ante él: “¿pero realmente eres cristiano?, porque hay muchos que dicen ser cristianos, y lo hacen para taparse, pero cuando nosotros descubrimos que no son cristianos, los matamos, porque con eso no se juega”, aseveraba el delincuente.
Asimismo, Anthony no bajaba la guardia, puesto que con él estaba el gran Yo Soy, a lo que contestó: “yo soy cristiano para la gloria del Señor, yo estoy tranquilo porque sé, que Dios está conmigo”. Anthony sentía que el ángel de Jehová estaba con él, y en oración encomendaba su alma y espíritu ante esta situación inesperada, así como también por el destino de su familia integrada por dos niñas, una de 4 y otra de 11 años.
Pasaban las horas, los segundos y minutos, mientras el maltrato continuaba. La marcha por la zona montañosa seguía, pero como era de esperarse, ya la alarma del tiempo estaba por sonar, porque sus compañeros taxistas, notaban con preocupación lo tardío del servicio, de igual forma su esposa se comunica con ellos, para saber dónde andaba su esposo, quien acostumbra a buscarla a la hora de salida del trabajo. Es aquí cuando empieza el desespero de familiares, compañeros y hermanos en la fe; es el momento en que pasan tantos pensamientos por cada uno de ellos. En cambio, el Dios de lo imposible, el omnisciente y omnipotente, está desarrollando su papel de protector.
Todos comienzan la búsqueda, por un lado, los compañeros de trabajo y por el otro pastores del estado Aragua, quienes a través del pastor de Anthony, Adolfo Rojas, dan a conocer la noticia, que corre como pólvora, ya que se trataba de un hermano desaparecido. Es así, como contactan al pastor Kevin William y otros pastores en Magdaleno, siendo ellos el canal para dar con los delincuentes, puesto que los hijos de estos, asistían a las iglesias evangélicas pastoreadas por estos ministros. Los siervos se ponen en comunicación telefónica con esta gente ahogada en tantas oscuridades, y confirman que Anthony está en manos de estos personajes.
En ese momento, se le acerca uno de los delincuentes tras la llamada recibida, y le dice: “hermano realmente tú eres un hijo de Dios, eres un hermano de fuego”. Estos malhechores no se explicaban, cómo hubo esa conexión telefónica, por lo que llegan a la conclusión de soltarlo en 20 minutos. Trascurridos los mismos, comienza la liberación, y en el túnel oscuro por el que estaba transitando Anthony, se le van prendiendo poco a poco las luces del fuego santo, llegando el regocijo del Salmo 91: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”.
Pero todo no termina aquí, recordemos a su cliente, el que fue salvajemente golpeado, a este también la bendición le alcanzó, también fue liberado. Ambos comenzaron a caminar hacia la salida de esa zona donde fueron introducidos a la fuerza, su compañero no podía creer lo que estaba sucediendo, más aún cuando la muerte estaba diciendo: “¡presente!”. Al dejar el cerro atrás, le fueron devueltas las llaves y el carro a Anthony, también el teléfono celular le fue entregado por uno de los jóvenes que integran esta banda, y ambos fueron salvados por Dios, quien se glorificó en medio de esta situación tan aterradora.
Podemos decir, junto a Anthony Caicedo: “¡Gracias a Yahvé de los Ejércitos!, por cuidar a tus hijos, sea a ti la honra y la gloria…”.◄