Cuando amas como a ti mismo, podrás usar tu bastón para ayudar a otros y cuando sea necesario ayudarte a ti mismo

Ana era una mujer hacendosa, humilde y querendona.
Le gustaba ayudar a las personas; al punto que, si alguien necesitaba algo de alimento y ella lo tenía solo para ella, entonces Ana lo daba a quien lo necesitara; sin importarle quedarse sin nada.
Ana vivía en una casa muy cómoda, con una familia aparentemente normal (de esas que llamamos perfectas; desde afuera).
Cierto día apareció un anciano en su casa pidiendo algo de alimento, pero Ana estaba indispuesta, pues había tenido una situación familiar bastante incómoda con su esposo. El anciano se retiró, ante la negativa de Ana de ayudarle.
Días después el mismo anciano volvió a tocar la puerta de Ana para pedir un poco de alimento y la respuesta fue muy diferente, con mucho amor Ana sacó de su despensa algo de alimento, un vaso de leche y pan y se lo dio al anciano. Esta historia se repetía en reiteradas ocasiones, sin Ana percatarse que se trataba del mismo anciano. Entonces, un día estaba de buen humor y le daba alimento y al otro día estaba de mal humor y no le daba nada.
Cierto día encontrándose Ana poniendo un poco de agua a su hermoso rosal, el anciano llegó hasta su puerta y sonriendo le dice: «Buenos días Ana, ¿cómo está tu bastón hoy?».
– A lo que ella responde: «¿Mi bastón…? ¡No… no entiendo!».
«Yo no uso bastón, aún no soy tan vieja».
El anciano, se sentó en un pequeño muro a la entrada de la casa y le dice a Ana, si puede ir por un vaso con agua.
– Con gusto dijo Ana.
Ana, no solo trajo un vaso con agua fría, sino que, además, trajo un trozo de pastel para el anciano y lo entregó con una hermosa sonrisa.
El anciano también sonrió y le dijo: «¿en verdad no me conoces…?».
Ana negó con su cabeza.
«Ana, dos veces por semana, llamo a tu puerta, y un día me sacas un bastón entero y al otro día me sacas un bastón roto.
¿Sabes…?, cuando usas el bastón sano, puedes ayudar a cualquiera, pero con el bastón roto no podrás ayudarte ni a ti misma».
Ella realmente no entendió.
En la vida hay muchas personas como Ana, tratando de hacer el bien a los demás, pero tienen sus bastones rotos, los problemas, las circunstancias, no les permiten ver más allá y pasan desapercibidos momentos que nunca volverán.
Muchos bastones rotos, que se dibujan en una sonrisa; pero por dentro están destrozados y tienen la mejor intención de ayudar, pero en el fondo es una ayuda pasajera, que hará bien a alguien por unos segundos o un breve momento.
El segundo mandamiento, explica perfectamente esta situación, cuando amas más a alguien que a ti mismo, estás usando un bastón roto; por lo tanto, con él no podrás levantarte y cada vez que esta persona hiera tus sentimientos o haga algo que no te agrada, te vas a caer y vas a culpar a las circunstancias.
Cuando te amas más a ti mismo, que al prójimo, también estás usando un bastón roto y te decepcionará cuando no alcances dominar a otros.
Pero, cuando amas como a ti mismo, podrás usar tu bastón para ayudar a otros y cuando sea necesario ayudarte a ti mismo.
Si estás ayudando a las personas; pero tu casa está hecha un desastre, créeme estás usando un bastón roto.
Pon en orden tu vida primero, y deja todo en manos del Señor y Él té concederá los anhelos de tu corazón.
Para ayudar a otros necesitas tener un corazón ayudador y sensible, porque hasta en el más sensillo guiso, va reflejada la sustancia de tu sentir.
Por eso la Biblia refiere a que no sepa tu derecha lo que hace tu izquierda. Cuando muestras a una mano, lo que va hacer la otra para gloria propia.
Una mano lava la otra y juntas lavan el rostro.
Nos enseñaron que somos imperfectos, pero no es cierto, porque somos imagen y semejanza de un Dios Perfecto.
La vida y las acciones nos vuelven imperfectos.
¿Cuántas veces vemos a alguien que anda como sin equilibrio en la vida y le damos una mano, cuando también andamos sin equilibrio…?
En ese momento estamos usando el bastón roto, tú te caerás y él también se caerá.
No puede levantar a otro quien también está caído.
Muchos pastores han cometido este gravísimo error con sus ovejas, por ello, ellas se apartan del camino. Ministros y ministerios enfermos y desenfocados de la visión de Reino. Ministros en pecado que ministran maldición.
Por eso la sociedad está enferma, el mundo está enfermo, la tierra está enferma.
Un médico enfermo, no puede ministrar sanidad.
Revisa tus acciones y lleva tu bastón, recuerda revisarlo no sea que estés usando un bastón roto y lejos de ayudar a los demás les estás haciendo más fácil su caída.
Aris Segovia
Profetiza
Cuento de mi propia inspiración.
Venezuela, 23 de julio 2020.