Su encuentro, obligado, con Jesús fue trascendental

Recuerdo cuando estaba en el colegio mis compañeros, hoy todo parte de mi familia, con frecuencia decían que “en todas las cosas buenas o malas que nos ocurrían tenía que haber un negro”. En mi salón de clases había unos 50 alumnos, solo dos éramos negros. Ya se pueden imaginar lo ocupado que estábamos los dos negros.
Recordando lo que mis compañeros decían, consigo la historia relatada en la Biblia de Simón de Cirene, que muchos podrían pensar que fue de manera accidental (para DIOS nada es casualidad), pero que definitivamente fue por la fuerza, fue OBLIGADO a que cargara la cruz de JESÚS”, como lo describe el apóstol Marcos en el capítulo 15, verso 21, que además detalla que “pasaba, venía del campo y era el padre de Alejandro y de Rufo” .
La ciudad de Cirene estaba localizada en el noreste de Libia, era llamada LA ATENAS DE ÁFRICA, por su parecido a su homóloga de Grecia, llena de sabiduría, de filósofos y hermosa arquitectura. Allí habitaban una comunidad de judíos creyentes expatriados y locales que iban a celebrar la PASCUA, fiesta por la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, a Jerusalén. Simón también fue a cumplir con ese mandamiento dado por DIOS mismo. Eran los tiempos del amañado juicio y condenación de Jesús. Simón probablemente recién llegado a la ciudad y regresando de trabajar en el campo, pasando por allí viendo el alboroto, me imagino, se paró a curiosear.
Los guardias se fijaron en él, evidentemente era diferente a los judíos locales y a los soldados romanos, su piel oscura debió resaltar entre ellos, quizás también por su estatura y musculosa apariencia física africana. De repente sucedió algo que no estaba ni remotamente en sus planes: los guardias lo OBLIGAN a cargar la cruz del condenado, CRISTO. Una situación de fuerza, muy complicada. Que pasaría por la mente de Simón cuando vio al Cristo 100 % humano, también 100 % Dios, agotado, en el suelo, sin fuerzas físicas para seguir cargando los 75 kilos que se estima pesaba su cruz de cuatro metros de alto por dos metros de ancho? El recorrido total desde el palacio de Poncio Pilatos hasta el monte de la Calavera era de aproximadamente un km, pero el día anterior CRISTO fue sometido a un peloteo burocrático y humillaciones entre Pilatos y Herodes.
Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, lo cual anhelaba desde hacía tiempo para pedirle le hiciera algunos milagros, le diera señales, pero Cristo no le respondió, Lucas 23:6-11, Herodes se enojó y mandó a que le escupieran, lo mancillaran y le vistieran semejante a un rey para burlarse de él, luego lo devuelve a Pilatos quien esta vez le impone el castigo de flagelarlo para complacer a la turba enceguecida sedienta de sangre inocente que pedía su crucifixión. No se sabe cuántos latigazos le proporcionaron a CRISTO porque los romanos no tenían límites en esto, a diferencia de los judíos, que según sus leyes no debían pasar de 39. Quizás los romanos lo azotaron hasta que se cansaron ya que lo juzgaban bajo sus leyes. Lo que Si se conoce es que los látigos que usaban los romanos contenían pedacitos de huesos afilados y unas bolitas de metal con espículas parecidas a un erizo para infligir el mayor daño y dolor posible causando heridas contusas lacerantes que al mismo tiempo podían desgarrar, abrir la piel, ocasionando intenso dolor, hemorragias y deshidratación, además del otro crudo dolor producido por la corona de espinas colocada a presión sobre su cabeza, sin olvidar los golpes que le ocasionaron en su cráneo con la caña que simbolizaba el cetro de un rey que le dieron para burlarse del SEÑOR.
Después de haberle torturado física y mentalmente de esa manera, le imponen caminar y llevar a cuestas su propio elemento o artículo de muerte. Muy seguramente Simón de Cirene, el niger, desconocía todo lo que a CRISTO le había sucedido en las últimas horas, pero allí estaba frente a él, no hay registros de intercambio de palabras entre ellos, seguramente hubo un cruce de miradas, la de Simón exorbitada llena de asombro, de confusión y quizás de temor, la de Cristo llena de un profundo agotamiento, de dolor y de amor. Simón cargó la cruz de Cristo y lo siguió hasta el patíbulo. ¿Cómo impactó todo esto en la vida del negro Simón de Cirene?
El doctor y apóstol Lucas, a quien también le atribuyen la escritura del libro de los Hechos de los Apóstoles, escribió en el capítulo 11 verso 20 que en la iglesia de Antioquía estaban entre ellos unos hombres de Chipre y de Cirene que les hablaron también a los griegos, además de los judíos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Luego en Hechos capítulo 13 versos 1 y 2 que, en la misma iglesia de Antioquía, entre profetas y maestros se encontraba Simón el que llamaban el Niger (el negro) con cuatro personas más, entre ellas Saulo, el apóstol Pablo, estaban ministrando, ayunando y el Espíritu Santo les dio una orden.
Posteriormente el apóstol Pablo ya convertido en misionero, escribe en su carta a la iglesia en Roma en su epístola de Romanos capítulo 16 verso 13, “saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía”. Pablo menciona a uno de los hijos del negro Simón y a su esposa, la considera como una madre, que se encuentran en esa ciudad sirviendo en la iglesia de los llamados cristianos, demostrando con esto que la familia del negro Simón, y él mismo, además de estar comprometidos con la predicación y expansión del evangelio de Cristo, entre ellos y Pablo existía un gran conocimiento mutuo y estrecha relación filial.
Quizás Pablo consideraría a Simón también como un padre, quien, en el último momento, de primera mano y de manera obligada tuvo su primer y último encuentro con CRISTO en este mundo. Eso fue lo que a SIMÓN le cambió sus planes y la vida de su familia entera, experimentado esa transformación que solo el SEÑOR puede hacer para poder dar frutos dignos de Él.
Hasta en sus últimos momentos, e iniciando la ruta de su calvario, el Señor continuó salvando almas, el primero fue Barrabás o Bar Abba, que significa “hijo del Padre”, curioso nombre para un guerrillero que estaba preso por homicidio y sedición, que después no se supo más nada de él.
Luego sucedió el encuentro transformador-salvador con el negro Simón de Cirene quien es el motivo de esta reflexión. El tomó su cruz y lo siguió.
Ya agonizante, colgado en el madero, JESÚS también le ofreció la salvación a uno de los dos delincuentes que lo reconoció y creyó en Él cómo lo registró el apóstol Lucas cap. 23:42-43.
¿Con cuál de los tres se identifica usted? ¡Dígaselo a Él…! Gracias.
Cada día celebremos la liberación que el SEÑOR nos ha dado. Ricas bendiciones. Con estima.
Douglas Colina
Médico, catedrático y escritor