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Ignorarlos, ¡no!… Ayudarlos, ¡sí!, Harold Paredes Olivo

¿Dónde se unen todas las historias reales antes mencionadas?, las de Imber, Allende, Baruj y la mía, que todos iniciamos un peregrinaje en un punto de encuentro o partida como lo es el norte del sur, mi país, Venezuela

Los venezolanos no merecemos ser tratados como ratas o personas que nunca colaboraron con el necesitado… ya basta de tantas palabras sin acciones concretas, ya basta de ignorarnos / Freepik

En el año 2020, recuerdo muy bien el mes, inicié un tiempo de lectura como nunca antes lo había realizado en mis 45 años de vida. El 13 de marzo estaba homologando el carnet de conducir en la ciudad de Valencia, España. Al día siguiente, llegó el confinamiento total, fue para toda una nación, una realidad inusual. Estar en casa era el pan diario, solo podíamos salir para comprar alimentos y medicamentos, compraba lo que faltaba en casa; mas, para una muestra considerable de personas era fundamental arrasar con el papel higiénico, ¡no les puedo comprender! Además, las actividades escolares todas fueron suspendidas, y se podía trabajar cuando las autoridades sanitarias lo decían; aunque quienes tenían trabajos catalogados como prioritarios nunca se detuvieron. Muchos cantaron “Sobreviviré” hasta odiarla, las manos nos dolieron de tanto aplaudir a los sanitarios.  Otro grupo se hartó de las sirenas de los bomberos, patrullas y ambulancias todas las noches. El confinamiento fue muy severo, lo malo y lo bueno brotó de la nada; hubo divorcios, maltrato físico y psicológico, abuso de menores de edad, homicidios, feminicidios, parricidios, suicidios, incestos, y otras atrocidades más. Al principio, las mascarillas no eran tan importantes, ahora son tan necesarias que ni se puede ver nuestra cara, porque lo más recomendable es llevar dos… ¡Qué cosa!, ¿no?
A la mitad de marzo, leí SIDI de Arturo Pérez-Reverte, simultáneamente veía a The good doctor, muchos hablaban de esta serie, pero no me interesaba, hasta que pude verla, y me hice muy amigo de Shawn. Traté de ver a Marco Polo, pero me desilusionó la trama, se fue diluyendo, no la terminé.  Retomando la tesis de lo que deseo exponer, llegaron a mis manos otras obras de considerable valor para mí: Terra alta de Javier Cercas, Alegría de Miguel Vilas, y, por último, Largo pétalo de mar de Isabel Allende. La obra de esta escritora la devoré con sigilo, no pude escaquearla, tuve que leerla día a día. Las anteriores fueron extraordinarias, las valoro de principio a fin; en Terra Alta me convertí en detective, en Alegría fui sumergido en la mente de Vilas, en SIDI, pude aprender de la pluma de un maestro como Pérez-Reverte. Sin embargo, Isabel Allende tocó una fibra, esa parte de mi vida que actualmente estoy viviendo con mi familia en España… Soy un emigrante que tiene un propósito claro a cumplir; pero, primero doy gracias a Dios, y a un país que nos abrió los brazos para seguir luchando. Algunos dicen, no nos tratan como nosotros los tratamos al llegar a Venezuela, a mí, eso me tiene sin cuidado. Quizá, al principio dije: ¿por qué el proceso no es más rápido, si conocen la verdad que estamos pasando en Venezuela? Creo, que los países tienen su manera de matar piojos, y se debe respetar; aunque podrían mejorar para beneficiar a quienes llegan con ganas de coadyuvar en el desarrollo de su nueva casa.
De los mencionados autores, solo Isabel Allende vivió 13 años en Venezuela. Fue en mi país donde pudo sentir la pérdida de un ser querido como su abuelo, ella, debido a ese dolor pudo escribir su primera obra literaria La casa de los espíritus. El 21 de diciembre de 2020, mi hermano mayor murió por un infarto fulminante en una estación del metro de Caracas; el día 22 se nos informó que estaba desaparecido, ¿desaparecido en Caracas?, es como decir ha muerto; a las dos horas, la llamada de mi hermano menor desgarrado diciendo: “¡Henry está muerto, hermano… ha muerto!”. De inmediato, una taquicardia, en mi vida había sufrido de eso; les aseguro, es un sentimiento terrible. Hago memoria de Largo pétalo de mar, y guardando la distancia entre la ficción nada alejada de la realidad, y lo que vivimos los emigrantes en el presente, me vi como Victor Dalmau dejando todo atrás, pero en lo que a mí respecta con la esperanza de volver a una tierra bendita, y de lejos seguir ayudando a quien lo necesita. Ese diciembre de 2020, estaba terminando mi primera obra ¡Vivan las flores que lloran! Siendo publicada el 20 de enero de 2021. Comprendo a una Isabel Allende que no paraba de escribir, no pretendo compararme con los autores que he mencionado, soy un lactante ante ellos, me falta mucho por aprender y recorrer.
La BBC publicó un artículo donde habla de mujeres y hombres que fueron recibidos por los venezolanos en su tierra. Una de ellas fue Sofía Imber; ella decía: “¡Es que no hay cielos como los de Caracas!”. Imber una destacada periodista, destacó por su amor al arte; según Diego Arroyo Gil, escritor de su biografía citado por la BBC, afirmó que “Sofía nunca tuvo el dilema de si ella era venezolana o no. Jamás volvió a Rusia, ni siquiera cuando fue una persona muy famosa y la invitaron embajadores, presidentes”. Otro fue Baruj Benacerraf; estudió en Estados Unidos y se convirtió en uno de los grandes innovadores de la inmunología moderna. Y es que, como explica la Universidad de Harvard, en donde Benacerraf fue profesor, sus descubrimientos ayudan a explicar “procesos básicos de las enfermedades como la infección, los trastornos autoinmunes y el cáncer, y han dado forma a la investigación sobre el trasplante de órganos, el tratamiento del VIH/Sida y el desarrollo de vacunas terapéuticas contra el cáncer”.
¿Dónde se unen todas las historias reales antes mencionadas?, las de Imber, Allende, Baruj y la mía, que todos iniciamos un peregrinaje en un punto de encuentro o partida como lo es el norte del sur, mi país, Venezuela. Los tres primeros junto a muchos otros fueron ayudados y cobijados por el país que sabe tratar al extranjero como a un hermano, hasta lo hace uno de su pueblo. Ellos no fueron ignorados, perseguidos por la xenofobia, exiliados, no sufrieron por trabas burocráticas, etc. Los nuevos emigrantes necesitan ser ayudados, y no ignorados. Recientemente, se observan algunos destellos de luz al final del túnel, decisiones importantes como la del presidente Iván Duque en Colombia; aunque los que entraron por los rastrojos no serán tomados en cuenta –no estoy de acuerdo-. Es que cuando se entra de forma ilegal a un país para salvar la vida de toda la familia, esos habitantes del mundo dejan de importar como seres humanos, y por eso, son tratados como animales. Muchas leyes deben ser revisadas, unas para que no lleguen más inhumanos a gobernar en sus países, y otras, para que protejan a quienes están siendo vejados vilmente.
Por consiguiente, destaco lo dicho por la escritora Isabel Allende al periódico venezolano El Nacional, en una entrevista con Sarriá; las cuales recoge el artículo de la BBC: “Llegamos miles y tuvimos oportunidades de trabajo, nos trataron maravillosamente. Venezuela me dio otra visión de la vida, yo venía de un país sombrío, un país herido por el golpe. Venezuela era un país exuberante, donde cualquier pretexto era bueno para bailar y cantar, lo menos chileno que hay”.
Y en 2019, en una entrevista con Belén Sarriá, del periódico español 20 minutos, la escritora reflexionó: “Venezuela fue un país que acogió a inmigrantes y a refugiados de todas las partes del mundo. Yo me encuentro entre ellos, y ahora que son los venezolanos los que están huyendo, espero que el mundo les acoja del mismo modo”.
En conclusión, me atrevo a motivar a los reyes, líderes, primeros ministros y presidentes sensatos, a los individuos del mundo que no han perdido sus valores morales y espirituales; llamo a todos aquellos que le temen al Dios de Israel, le hablo al mismo Estado de Israel. Sé que mis ancestros fueron sefardíes, quisiera saber de cuál raíz he salido; mis antepasados huyeron de tanta persecución que ni siquiera dejaron rastros para que nosotros no sufriéramos como ellos. Los venezolanos no merecemos ser tratados como ratas o personas que nunca colaboraron con el necesitado. Por tal motivo, mundo; ya basta de tantas palabras sin acciones concretas, ya basta de ignorarnos, y de no querer ayudarnos. Es decir, grítalo por tu país IGNORARLOS, ¡NO!… AYUDARLOS, ¡SÍ!

Harold Paredes Olivo
Pastor, comunicador y autor
labibliavivela@gmail.com

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