Somos la boca de Dios en la tierra, para proclamar su verdad, voluntad, promesas, bendiciones y el evangelio del Reino de Dios

Estamos viviendo tiempos que el pecado está provocando juicio y ordenamiento divino en la tierra, nos acercamos a la segunda venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
La consecuencia cuando una nación que fue creyente se aleja de Dios, es el deterioro progresivo a una condición aún peor que cuando fue formada. Si estudiamos la historia veremos una constante que se repite como juicio de Dios sobre esa generación: Incertidumbres, idolatrías y hechicerías institucionales, malos gobernantes, crisis moral, social y económica, inflación, enfermedades, inestabilidad, y también el limitado acceso a las tierras, propiedades o servicios públicos para toda la comunidad, trayendo pobreza, tensión y delincuencia. El resultado es la desaparición progresiva o en algunos casos inmediata de esa comunidad o país (desastres naturales, pestes, guerras o hambruna).
Pero no debemos desanimarnos ni enfocarnos en el problema, porque nuestro Dios tiene la respuesta, se llama: ¡la Iglesia de Cristo!
¡El Señor nos ha regalado un enorme privilegio como su Pueblo Santo e hijos del Dios todopoderoso! ¡El poder del clamor y la intercesión al trono de la Gracia!
Recordemos cuando Abraham trató de impedir el juicio de Dios sobre Sodoma y Gomorra, el ángel del Señor le dijo que si le conseguía 5 familias justas el juicio podía ser detenido. En ese entonces nadie era justo, ni siquiera Abraham según lo aclara el apóstol Pablo en su carta a los Romanos. Así que ellos no tenían la autoridad para clamar clemencia y misericordia. Nosotros sí podemos, somos salvos y justos por fe, no por obras y es una promesa ganada por Cristo en la cruz del Calvario. ¡Ante los ojos del Señor todos somos santos, todos los que han nacido de nuevo a una vida de Fe en Cristo Jesús!
Cristo nos regaló en su nombre pedir al Padre eterno cualquier cosa conforme a su voluntad y nuestro Padre lo concedería.
Hay una palabra que me levanta la fe es que Juan 3:16-17, dice que Jesús no vino a juzgar al mundo, sino a salvarlo. Quiere decir que Jesús no está orando al Padre para que destruya la tierra, sino para que extienda su misericordia un poco más para que otros sean salvados. Entonces si como el cuerpo de Cristo clamamos junto con El, misericordia y piedad de esta generación, nuestro Padre Eterno podría parar el juicio por causa de su pueblo justo que vive en esas ciudades (la Iglesia de Cristo), esa oración va de acuerdo a la voluntad de Cristo, entonces veremos el favor y la misericordia de Dios moverse a favor de esa comunidad o nación.
Iglesia, sigamos constantes haciendo rogativas y súplicas a nuestro Dios, por nuestras comunidades, ciudades y nación. Pidamos a Dios misericordia por esta generación, que el Señor traiga un período de gracia y favor, un mover del Espíritu Santo de arrepentimiento y nuevo nacimiento en todas nuestras comunidades, que toda una generación arrepentida del pecado practique la verdad y la justicia por fe en Jesús, que nosotros como la Iglesia del Señor volvamos al primer amor en Cristo, salgamos a evangelizar y hacer discípulos de generación en generación, para que el favor de Dios siempre esté en nuestras comunidades, hasta que Cristo venga.
Después de clamar proclamemos en oración la Palabra de Dios a favor de su pueblo (promesas y bendiciones), la mejor palabra profética es la Palabra de Dios, con fe y fervor hablemos en voz alta esa palabra en el nombre de Jesús sobre nuestros hogares, familias, iglesia, vecinos, ciudades y nación. Somos la boca de Dios en la tierra, para proclamar su verdad, voluntad, promesas, bendiciones y el evangelio del Reino de Dios en nuestra tierra (Hechos 5:42).
¡Veamos con los ojos de la fe y caminemos en sus promesas para nuestra tierra!
¡Cristo cuenta con su cuerpo (la Iglesia) para interceder y proclamar el evangelio a los perdidos!
Manuel M. Noriega
Apóstol
info@iglesiacristianaglobal.org