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Pasión de Jesús en la relación matrimonial

Has escuchado la pregunta ¿por qué lastimamos al que más amamos? Parece que es inevitable, y el lastimar resulta doloroso aún para quien genera la ofensa, causa tristeza, enojo, pero estas ofensas a los cercanos, incluidos la esposa o el esposo pueden manejarse para que la relación matrimonial sea sana y pueda seguir su curso de crecimiento en el amor, probablemente sepamos lo que es perdonar, sin embargo, luego de hacerlo es necesario sanar esas heridas que se encuentran grabadas en nuestro corazón.

Entendamos primero qué es el dolor
El dolor viene del latín doloris y está dado como un resultado o efecto de algo, por lo general una ofensa, es decir, que no hay dolor sin una acción realizada. Debemos entender el dolor como un agente formador, debido a que cuando algo nos duele es porque no lo hemos fortalecido lo suficiente en nuestro ser como para tolerar la acción que genera el dolor. Por ejemplo, cuando no hacemos ejercicio físico e iniciamos una rutina, los primeros días el cuerpo se resiente de tal manera que genera dolor físico y en la medida en que mejoramos nuestra condición física ese dolor va desapareciendo.

¿Y entonces cómo nos ejercitamos?
Las ofensas o acciones en la relación matrimonial y en general en cualquier relación, pueden generar baja autoestima, resentimiento, enfermedad, desconfianza, pensamientos vengativos, falta de compromiso en la relación, falta de visión y metas a futuro, entre otros, y es en este momento de la vida donde debemos conocer aún más de la palabra de Dios y de lo que representa el sacrificio de Jesús en la cruz.
Jesús no solo nos redimió de todos los pecados, desde el comienzo de la pasión, Él inicio su entrega y la paga por más que el pecado. Es decir, que para poder ejercitarnos debemos identificar cuál es nuestra aflicción y a qué hecho significativo de la pasión debemos entregar nuestro dolor.

La pasión de Cristo
Muchas veces las parejas dicen que para recuperar su matrimonio le deben imprimir pasión a su relación y esto es cierto, la pasión de Cristo es fundamental para darle nuevo aire a nuestras vidas.
Cuando entendemos que alguien ya pagó por mis dolores o por mis aflicciones, ¿qué pasa con el dolor?, sencillamente mengua o desaparece, pues no es lógico mantenerlo cuando ya existe un pago.
Es el tiempo de identificar los momentos claves de la pasión de Cristo y su importancia en nuestra vida, en nuestra relación matrimonial y como hijos de Dios.
• Oración en el Getsemaní (Lucas 22:44): Jesús sudó sangre demostrando su humanidad y sufrimiento por lo que estaba por venir, aun así Él se mantuvo en la voluntad de Dios, es decir, que este momento nos representa la fidelidad, por esta sangre derramada se rompe la maldición del engaño.
• Flagelo de Jesús (Marcos 15:15): Por la sangre derramada en su cuerpo a causa de los azotes, Jesús se lleva la enfermedad y el dolor.
• Corona de espinas (Mateo 27:29-31): En la sangre de su coronación se renuevan los pensamientos, las ideas, la libertad intelectual.
• Desfiguración facial (Isaías 53:5-7): En este momento Jesús se lleva la baja autoestima, renueva la fortaleza, el valor y la aceptación.
• Clavos en las manos (Juan 20:24-27): Aquí Jesús revive los dones, la unción, derrota la improductividad y la desesperanza.
• Clavos en los pies: Jesús restaura el rumbo y el camino de nuestra vida.
• Herida del costado (Juan 19: 34-36): Aquí Jesús derrotó la opresión de nuestras emociones, nos da un nuevo corazón.

¿Y entonces cómo vencemos el dolor?
Entendiendo y creyendo que somos hijos de Dios, debemos orar con inteligencia, identificando en qué momento Jesús se llevó mis aflicciones y entregárselas por esa sangre que Él derramo. Nuestra oración será tan efectiva, según la fe con la que la profesemos.

Milena Varón R. y Jaime Garzón B.
Articulistas
jaimegarzon.1@gmail.com

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