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¿Qué hacer cuando nos va mal?

 

Ningún venezolano vislumbró, ni en la peor de sus pesadillas, lo que hoy estamos padeciendo. Antes de escribir esta columna le pregunté a Dios con profundo dolor: Padre, ¿cómo aliento a tu pueblo? ¿Qué le digo a una nación devastada por la falta de alimentos? ¿Qué palabras de consuelo le doy a una madre que no consigue las medicinas para su hijo enfermo? ¿Cómo apaciguo la angustia de la señora que espera desde hace más de un mes para ser operada de un tumor en un hospital público? ¿Qué le digo al taxista que lleva un año sin trabajar porque no encuentra las piezas para reparar su vehículo? ¿Cómo reavivo la fe de los jóvenes que se están graduando y no consiguen empleo? ¿Dime, mi Dios, hay esperanza para un pueblo que amanece más pobre cada día?
Hallé su respuesta en la epístola que el apóstol Pablo escribió a los Efesios, capítulo 5, verso 18: «sed llenos del Espíritu»; en otra traducción: «llénense de mi Espíritu»; en otra traducción: «llénense de mi Espíritu» . Debemos entregarnos al Espíritu Santo para que Él pueda poseernos por completo y, de ese modo, ser llenos de Él. Llenarse del Espíritu no es cosa de un día, es algo continuo. El que come saciará su hambre, pero indudablemente volverá a tener hambre. Lo mismo pasa con el Espíritu, necesitamos a Dios de la misma manera en que necesitamos el alimento para subsistir. Cuando permitimos que la angustia nos llene por completo no queda espacio para que el Espíritu Santo nos hable, guíe y controle, entonces, somos presa del pánico.
Ahora bien, ¿cómo podemos ser llenos del Espíritu de Dios? Pablo enseña: «hablen entre ustedes con salmos, himnos y cánticos espirituales; canten y alaben al Señor con el corazón» (Efesios 5:19). Tal vez te estés preguntando, ¿cómo Dios me pide que cante si lo que quiero es llorar? Dios conoce tu aflicción; Él no pretende que niegues los problemas ni que actúes como si nada te estuviera pasando, por el contrario, Dios desea que vayas a su presencia y expongas tus quejas, luchas y sufrimientos. David decía: «a voz en cuello, al Señor le pido ayuda; a voz en cuello, al Señor le pido compasión. Ante él expongo mis quejas; ante él expreso mi angustia» (Salmo 142:1-2). Cuando le entregamos a Dios todas las preocupaciones, Él nos invita a alabar su nombre. Los cánticos en su honor hacen que nos llenemos de su Espíritu, solo Dios infunde fuerza en la prueba, devuelve el gozo y la esperanza perdida. El Señor no ha parado de hacer milagros, alábalo, porque Él se manifiesta en medio de la alabanza de su pueblo.

Liliana Daymar González
Periodista
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com

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One comment

  1. Saludos: No olvidemos que todo lo que confesamos sale del corazon, el señor dijo con la bara que mides seras medido, y todo lo que tu desees eso recibiras, tratemos en lo posible de estar en oracion permanente a dios, perdonando para que asi el tambien nos pueda perdonar, y recordemos filipenses 4,13 y juan 8,32. que dios nos bendiga a todos

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