«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida» (Proverbios 4:23).
En el corazón está la torre de comando, el timón del barco. Ahora, si el puente de mando está desorganizado, sobreviene el colapso a todo el barco, vale decir, a toda la vida del hombre. En el puente de mando debe haber claridad y congruencia, definiciones claras y propias, que mantengan en orden el mundo interior, base para el despliegue exterior efectivo, y la garantía de que la nave se mueva impulsada por los designios internos (necesidades, emociones, valores, etc.), y no ser moldeados por factores externos ajenos (modas, ideologías, filosofías, estilos de vida del entorno).
De la conexión con el mundo interno, proviene la energía, la convicción y la congruencia para lidiar con las circunstancias y situaciones del entorno.
PONIENDO EN ORDEN MI MUNDO INTERIOR
Una de las disciplinas más clave para la gestión efectiva de una persona, es aprender a poner en orden su mundo interior. Si adentro hay caos, afuera habrá caos.
Si no ponemos orden en nuestro fuero interior, donde se forja nuestra autoestima, de donde proceden los motivos, los valores, y desde donde tomamos nuestras decisiones, nuestra vida irá a la deriva, en automático; será además gobernada por los dictámenes del entorno.
La organización interna es la base del éxito personal, por eso decimos que es en nuestro interior donde libramos las más grandes y decisivas batallas, como lo expresa el autor S. Covey: «Las victorias privadas preceden a las victorias públicas». Detrás de cada forma externa hay un poder interno. Las formas o estructuras externas siempre son generadas por un poder interior. El poder que es interno, precede a la forma, que es externa, y no al revés. El hombre es reflejo de este principio. De allí la necesidad de aprender a vivir de adentro hacia afuera, y no a la inversa; y de cultivar la vida interior. Acertadamente dice el sabio rey Salomón (Proverbios 4:23): «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida».
Poner en orden nuestro mundo interior implica darle prioridad al desarrollo interno –de adentro hacia afuera. Podemos mencionar dos grandes enfoques del desarrollo humano: (1) ética de la personalidad y (2) ética del carácter. El primero hace énfasis en el largo plazo y en los procesos internos (creencias, emociones, actitudes, carácter); y el segundo hace énfasis en el corto plazo y lo externo (imagen, técnicas, carisma, herramientas). Uno aporta grandeza primaria (ética del carácter) y el otro, grandeza secundaria (ética de la personalidad). Ambos tipos de grandezas son necesarias; pero la ética del carácter es esencial. Sin embargo, mucha gente vive ajeno y alineado de sus procesos internos, y se moviliza bajo el enfoque de la ética de la personalidad. Muchas personas viven desde la superficie –en la esfera pública- a expensas de descuidar su mundo interior. El resultado de esta forma de ser y estar en el mundo es la incongruencia, la pérdida del propósito de vida, la propia enajenación de sí mismo. La consecuencia de esa postura de vida, la expresa elocuentemente el escritor Oscar Wilde: «…Me olvide de que cada pequeña acción cotidiana edifica o destruye el carácter, y que por lo tanto, lo que uno ha hecho en la cámara secreta, ha de gritarlo un día desde la azotea. Deje de ser dueño de mí mismo; ya no era más el capitán de mi alma, y no lo sabía…».
La vida interior es el sustento de la vida que desplegamos externamente: trabajo, relaciones, etcétera. Al respecto comenta Manuel Barroso: «La verdad es la vida interior, que se proyecta en la calidad de gestión. Ni es el método, ni el procedimiento lo que hace la diferencia, sino el contacto con las necesidades lo que produce la energía que se necesita para ser un gerente efectivo que decide y soluciona. No hay calidad afuera, sin calidad adentro. La calidad de adentro está en la conciencia y en el cultivo de las propias necesidades». El éxito tiene que ver con el trabajo organizado desde la conciencia y fortaleza interior. Al respecto comenta el coach John Withmore: «La efectividad es una disposición interior para hacer las cosas con la conciencia de «quién soy» y de lo que soy capaz de hacer…la conciencia me capacita…la conciencia conduce a la habilidad».
Pero el vivir conscientemente no es automático, más bien es una elección en cada momento de la vida: aquí y ahora. Dice Nathaneil Branden: «Tenemos libertad de obrar en pro de la ampliación o limitación de la conciencia. Podemos aspirar a ver más o ver menos. Podemos desear saber más o no saber. Podemos vivir conscientemente, o semiconscientemente, o (para casi todos los fines prácticos) inconscientemente. Este es, en definitiva, el significado del libre albedrío».
Esa verdad que se aloja en cada fuero interior es personal y exclusiva de cada persona; propia de su realidad íntima, de su yo interno. Es la verdad de sus propias necesidades y emociones que buscan expresarse; de sus sueños y expectativas que afloran en una visión personal; de sus experiencias, procesos y aprendizajes que le confieren su identidad; de sus talentos y habilidades naturales que le dan sus competencias específicas y que son la base de su desempeño. Es la verdad de su realidad interna pura, sin estereotipo ni maquillajes; la realidad de su fuero interior donde no hay engaño con el mismo, ni hay imagen que cuidar ni representar. Como dice Manuel Barroso: «En esa dimensión no hay pantallas, ni imágenes, ni pretensiones». Solo subyace la verdad descarnada de quiénes somos, de nuestra identidad, de nuestra autoestima; más allá de los contenidos y los convencionalismos.
Ahora, cuando no hay conciencia de nuestra verdad, vale decir, de nuestras necesidades, de nuestras emociones, de nuestros valores… de nuestros procesos internos, no hay posibilidad de autenticidad ni de construcción de autoestima, ni tampoco conciencia del entorno (del otro), ni posibilidad de poder asumir responsabilidad por la propia vida. Lo que priva entonces es el estereotipo, la fachada, la apariencia, la inautenticidad, la superficialidad, el vacío existencial, el envolvernos en la cultura del entorno.
¿CÓMO PONER ORDEN EN NUESTRO MUNDO INTERIOR?
Este proceso de poner en orden el mundo interior, requiere de mucha reflexión y disciplina personal. Muchos intentan poner orden en su mundo interior a través de actividades en la esfera exterior, organizando agendas de tareas, según el paradigma del reloj, en un intento por «organizar» los compromisos, las citas, los horarios, las responsabilidades, las actividades –la fachada externa-; pero para este fin es más efectivo usar el paradigma de la brújula (visión, valores, misión, conciencia moral).
La consecuencia de no aprender a poner orden en el propio mundo interior es una vida desenfocada y desorganizada, incapaz de vivir por prioridades, con grandes dificultades para administrar con efectividad el tiempo, carente de dominio propio y sin propósitos claros y firmes en la vida. Un barco que navega en un agitado mar, y sin un timón que guie su travesía.
SIN EL CULTIVO DE LA VIDA INTERIOR NO HAY EFECTIVIDAD EN EL LIDERAZGO
La falta de orden interior, de desarrollo y conciencia personal tiene fuertes repercusiones en el ejercicio del liderazgo, ya que la plataforma desde la cual se lidere es el carácter.
El proceso de avance del liderazgo es algo que fluye de adentro hacia fuera en el líder, y logra un progresivo avance a través de diversos espectros de influencia; en este sentido, de lo personal a lo interpersonal, de lo interpersonal a lo organizacional, y de lo organizacional a lo social. El líder primero es líder de su propia vida. Para liderar a otros primero necesita crecer en el liderazgo de sí mismo: liderazgo intrapersonal.
El liderazgo se desarrolla de adentro hacia fuera, desde las cualidades del carácter de las personas. John Adair dice que «el liderazgo es más una cuestión de personalidad, temperamento, actitudes y valores». Sin madurez de carácter no hay liderazgo efectivo. La efectividad en el ejercicio de liderazgo no viene a través de la adopción de recetas fáciles y rápidas, ni formulas prefabricadas, sino del crecimiento personal. Llegar a ser líder toma tiempo, porque el carácter no se construye en un día. El desarrollo del liderazgo constituye un proceso de crecimiento, cultivo y expresión de la vida interior. No es más que, en palabras de Warren Bennis, «autoexpresión libre y total», vale decir, expresión plena de necesidades, sentimientos, ideas, valores, competencias y voliciones; pero desde la conciencia de sí mismo.
El dominio del liderazgo es el dominio de uno mismo: de su emocionalidad, de su carácter; de sus talentos, de sus habilidades, de sus potencialidades. Desarrollo de liderazgo: auto – gobierno, auto – gerencia, auto – aprendizaje, crecimiento de carácter, cultivo de la vida interior.
Los líderes a los que les falta orden interior, autoconocimiento y conciencia personal, son líderes inefectivos, con un sí mismo débil. Agrega Manuel Barroso: «La gerencia que no comienza por el mundo interior del gerente (líder), la gerencia de no contacto consigo mismo, inconsciente de sus necesidades y sentimientos, termina siendo no sólo inefectiva sino perjudicial».
Enseñanzas para el liderazgo:
A veces observamos las crisis y dificultades en el entorno, sin caer en cuenta que la crisis está en nuestro mundo interior.
El desorden es una manifestación conductual; la desorganización en una condición mental. En ocasiones podemos actuar desordenadamente; pero estar en desorganización interna trae graves consecuencias a la vida del hombre.
Saber definir y colocar límites en las relaciones humanas, es fundamental para proteger el mundo interior del impacto negativo del entorno. De los límites hacia adentro es la propiedad de cada individuo, de la cual necesita responsabilizarse.
Contar con definiciones personales –«documentos vivos» y definiciones filosóficas– como visión, misión y valores, es fundamental para poner orden en nuestro mundo interior.
Un indicador muy elocuente para medir el grado de orden interno, es la gestión del tiempo propio.
La disciplina y el dominio propio son una condición esencial para mantener en orden el mundo interno.
La falta de crecimiento personal produce una condición de estancamiento y deterioro del orden interno. La falta de crecimiento es patológica.
Pensamiento: ¿La crisis está en el ambiente o en mis emociones y pensamientos? «La crisis es una condición interna en que nuestro lenguaje, nuestro cuerpo y nuestras emociones están en crisis».
Arnoldo Arana
Pastor, psicoterapeuta y escritor
arnoldoarana@hotmail.com