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Vida en la Palabra: Dios tiene el control del coronavirus, Liliana Daymar González

Según la Organización Mundial de la Salud, el Covid-19 ha ido saltando de país en país, y se ha anclado en más de 150 países. Hasta el sábado 22 de marzo, a nivel mundial se confirmaron más de 267.000 casos de coronavirus en todo el mundo, y al menos 11.000 personas han muerto. Cifras que cambian a peor, hora a hora.
En estas circunstancias que mantienen al mundo en vilo hay algunas verdades que necesitamos entender:
Dios es soberano. Todo lo que pasa en este mundo no puede suceder separado de la soberanía divina. Ningún virus mortal se escapa de Su control. Dios gobierna el mundo animal, incluyendo los microrganismos que causan enfermedades (Éxodo 8:21-24). Gobierna los pensamientos y las acciones de las personas (Proverbios 16:9). Ejerce control sobre la naturaleza (Marcos 4:36-41). Hasta Satanás y sus demonios se inclinan ante Su autoridad (Job 2:4-6).
Satanás es malvado y provoca terribles dolores, pero no es soberano. Soberano es Dios. «Yo soy Dios, y no hay ninguno como yo, que declaro el fin desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: “Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré”» (Isaías 46:9-10).
Los seres humanos somos vulnerables. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es cuán frágiles somos. El Covid-19 no distingue nacionalidad, raza, religión, sexo, grado de instrucción ni posición socioeconómica. Ni el hombre más rico, instruido y poderoso del mundo tiene el control de su propia vida.
Nuestros días están contados. Cada persona tiene un número predeterminado de días para vivir aquí en la tierra. Es Dios quien designa el día de nuestro nacimiento y el día de nuestra muerte (Job 14:5). Nuestra vida, salud y circunstancias están en las soberanas manos de Dios.
Cuánta razón tenía el salmista cuando dijo: «He aquí, [Señor] tú has hecho mis días muy breves, y mi existencia es como nada delante de ti; ciertamente todo hombre, aun en la plenitud de su vigor, es solo un soplo» (Salmo 39:5).
Dios es bueno. Las obras del Señor son perfectas, todos sus caminos son justos. «Fiel y recto es el Señor» (Deuteronomio 32:4). Las pandemias, los desastres naturales, la muerte y el dolor no son culpa de Dios. El pecado del ser humano ha provocado todos los males que vemos y experimentamos en el mundo (Génesis 3:17; Romanos 5:12).
Sin embargo, ¡Dios es sumamente misericordioso! Él nos amó de tal manera que dio a Su único Hijo para salvarnos del pecado y de la muerte (Juan 3:16). Todos los que hemos puesto nuestra fe en Jesucristo aguardamos con ansias Su regreso. Ese glorioso día, «[Jesús] enjugará toda lágrima de [nuestros] ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado» (Apocalipsis 21:4).
Dependemos del Señor. Esta pandemia también nos enseña lo arrogante y soberbios que somos. Hacemos planes sin saber si podremos llegar a cumplirlos. «Oíd ahora, los que decís: Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia. Sin embargo, no sabéis cómo será vuestra vida mañana… Más bien, debierais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (Santiago 4:13,15).
Necesitamos reconocer con humildad que nosotros planificamos nuestro andar, pero es Dios quien dirige nuestros pasos (Proverbios 16:9). Por lo tanto, ¿qué podemos hacer en medio de esta crisis global?
Orar. Dios tiene el control coronavirus. «Yo soy el Señor, y no hay otro; el que forma la luz y crea las tinieblas, el que causa bienestar y crea calamidades, yo soy el Señor, el que hace todo esto» (Isaías 45:7).
 Esta verdad debería darnos paz, pues todo lo que Dios hace y todo lo que Dios permite es con un propósito bueno, y ese no es otro que hacernos a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:28-29).

¿QUÉ DEBEMOS PEDIR EN ESTE MOMENTO CRÍTICO? 

Que se cumpla la voluntad de Dios. Que en medio de esta pandemia numerosas personas conozcan a Jesucristo y alcancen la salvación de sus almas.
Roguemos para que Dios elimine el coronavirus, para que los enfermos sanen y los que han sufrido la pérdida de familiares y amigos sean consolados por el Espíritu Santo.
Supliquemos para que la paz de Dios gobierne nuestros corazones de modo que no cedamos a la tentación de preocuparnos y angustiarnos.
Oremos para que Dios de sabiduría a los gobernantes de las naciones en la toma de decisiones y para que proteja y fortaleza a los médicos y enfermeras que laboran en los centros de salud.
Y oremos unos por los otros. Que este momento crítico nos haga solidarios, compasivos y misericordiosos. Que nuestros corazones sean transformados y lleguemos a alcanzar un mayor conocimiento de Cristo y Su Palabra. 

Liliana Daymar González
Periodista
lili15daymar@hotmail.com

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