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Vida en la Palabra: Las piedras tapan la fuente, Liliana D. González

Todos, de una u otra forma, hemos sido rechazados. Ya sea por nuestro peso, estatura, edad, oficio, raza, etnicidad, religión, sexo, preferencia sexual, discapacidad o enfermedad; incluso somos despreciados cuando alcanzamos el éxito y también cuando fracasamos. Lo hagas bien o lo hagas mal, siempre habrá alguien intentando empujarte al pozo cenagoso del rechazo.
Dice la Biblia que Dios nos tejió en el vientre de nuestra madre. Él conoce el número exacto de nuestros cabellos porque en oculto nos hizo. Tú y yo somos creación divina, nacimos con un alma limpia de donde fluye libremente un manantial de agua viva, de hecho, Jesús dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos» (Mateo 19:13. NVI). No obstante, a medida que vamos creciendo y socializando con el mundo, nuestras almas se van obstruyendo con las piedras del rechazo: abandonos, traiciones, abusos, maltratos, desprecios, burlas, injusticias, indiferencia, olvido… Para cuando llegamos a la adultez, el manantial de nuestra alma deja de fluir, se obstruye, porque las piedras lo tapan. Entonces nos sentimos miserables, nos aislamos y levantamos muros de odio para protegernos de nuevos ataques, convirtiéndonos en personas desconfiadas, iracundas, mal encaradas, envidiosas, críticas y rechazadoras. Como ves, es un círculo vicioso que necesitamos romper definitivamente.
El Génesis, en su capítulo 26, narra que los filisteos envidiaban a Isaac porque todo lo que él hacía prosperaba en gran manera, como a ellos les iba muy mal, su odio los llevó a tapar con piedras los pozos de agua donde el ganado de Isaac abrevaba. Sin embargo, Isaac no se dedicó a pelear con ellos, ni a sentir lástima de sí mismo, al contrario, sabiamente quitó las piedras que obstruían las fuentes de agua y cavó nuevos pozos.
Sigue el ejemplo de Isaac, piedra que el enemigo lance dentro de tu fuente, piedra que quitas inmediatamente. Cava nuevos pozos, fuentes donde fluya el perdón y el amor hacia el prójimo. «Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor. Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu y enlazados mediante la paz» (Efesios 4:2-3. NTV).
Depende únicamente de ti que tu alma permanezca limpia y pura. Si dejas que las heridas del pasado tapen la fuente de tu alma te contagiarás fácilmente con el círculo vicioso del rechazo, obstruyendo así las bendiciones que Dios quiere darte.
Ten presente que los individuos que te rechazan tienen su propia historia de rechazo, por lo tanto, son dignos de compasión y necesitan ser sanados. Ora para que la «Luz del mundo» ilumine la oscuridad de su fuente. «Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12).

Liliana Daymar González
Periodista
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com

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