
“Un mandamiento nuevo os doy: ‘Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros’” (Juan 13:34).
El amor de Dios, no se basa en besitos o en abrazos, no hay referencia en la Escritura de que Jesús hubiera abrazado a alguien. Lo más cerca a eso fue, Juan recostado del Señor Jesús, y Jesús tomando a los niños en sus brazos, nada más. El Señor manifestó su amor hacia sus discípulos, soportando sus torpezas e imperfecciones.
Pedro tenía con él una espada, con toda seguridad no era nada agradable esta situación para Jesús. Sin embargo, Jesús lo soportó, lo amó y tuvo la paciencia de orar por su crecimiento espiritual, y que el Espíritu Santo obrara. También Jesús tuvo que luchar con la prepotencia de Pedro y soportarlo hasta que fue zarandeado, y comprendió que contra las fuerzas de las tinieblas, sin Dios estamos indefensos.
Judas era ladrón, se robaba el dinero de las ofrendas, y Jesús lo soportó, con seguridad oraba por él, pero dio el espacio al Espíritu Santo para actuar. Para todo creyente es importante entender, que todos en la iglesia estamos en diferentes etapas de crecimiento, que el trato de Dios es personal y puede ser diferente entre unos y otros. Lo cual no es acepción de personas, sino que cada uno tenemos diferentes debilidades y fortalezas. Es el Espíritu Santo quien hace la obra en cada uno, no debemos interferir en esa obra, a menos que sea en oración.
Dice la Palabra: “Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos” (Romanos 15:1). Así como Jesús soportó las flaquezas de los discípulos, de los fariseos y de todos los que se acercaron a Él. No hables ni critiques si alguno tropieza, porque el próximo puedes ser tú.
Ahora podemos entender cómo nos amó Cristo, cómo soportó nuestras imperfecciones y aún ahora somos soportados y amados por el Espíritu Santo.
¡Dios te bendiga!!!
Fernando Regnault
Maestro de la Palabra
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