(Actualidad Cristiana – Verdad y Vida).-
Recientemente, la hija de un gobernante musulmán de un país del Medio Oriente, tuvo un encuentro poderoso con Jesucristo. «Najima» (nombre referencial por razones de seguridad), una fiel musulmana, estudiante en una universidad occidental, se encontraba un día en el aula y se dio cuenta de un pequeño trozo de papel pegado en el pliegue de su escritorio.
El documento contenía un pasaje de la Biblia acerca de Jesús, diciendo: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2ª Corintios 5:21). En ese momento, ella arrojó el trozo de papel a la basura, pero las palabras se mantuvieron en su mente.
Najima se preguntó: «¿Cómo puede Jesús haber entregado su vida por el pecado de nosotros?». Esa noche no podía dormir. De repente, vio una luz brillante por la ventana, como si el sol estuviera brillando a la medianoche. Entonces la joven oyó una voz que le decía: «Pequeña, eres una pecadora, no hay uno justo, todos se salieron del camino, pero he venido a limpiar todos sus pecados, en rescate de muchos… Cree en mí y acéptame. Te doy la vida eterna». Ella sabía que era la voz de Jesucristo, entonces ella se arrodilló y lo aceptó como su Salvador y Señor.
Al enterarse de la noticia, su familia tomó a la joven y fue colocada desnuda en una silla, atada a una placa de metal. Ella sabía que moriría electrocutada, pero estaba dispuesta a morir por Jesús. Ella hizo una última petición, que se colocara una Biblia en su regazo. «Si se quiere morir con su falsa religión, que así sea», respondió su padre. «Esto viene a demostrar que la religión no puede hacer nada», dijo uno de sus hermanos.
En lugar de miedo, ella sentía la paz, como si el mismo Jesús estuviera de pie a su lado. Su padre conectó la corriente, pero no pasó nada. Lo intentaron una y otra vez, con cables múltiples, pero no tuvieron éxito. Irritado, el padre golpeó a la joven y le gritó: «Usted no es mi hija». Najima estaba desnuda y en la calle, pero encontró refugio en casa de un amigo, que la albergó por esa noche.
Hoy en día, vive con su familia de nuevo, confinada en su casa, creyendo en la transformación de su familia. «El Señor Jesucristo me ha liberado del pecado y de la muerte. Experimenté la verdadera libertad y la paz interior. ¡Aleluya!», le testificó la joven a un grupo de misioneros.◄