Siempre me ha parecido una gran falla que la gente justa no esté en los lugares y puestos donde se toman decisiones importantes

“Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; Mas cuando domina el impío, el pueblo gime” (Proverbios 29:2).
Siempre me ha parecido una gran falla que la gente justa no esté en los lugares y puestos donde se toman decisiones importantes y se cuenta con recursos para hacerlo. Sí, estoy pensando en la vida política. La magnitud de las responsabilidades, los ingentes recursos y el poder desmedido son tan grandes que debería ser la gente honesta, íntegra y proba la que ostente esos cargos. Y no creamos que la rectitud y la honestidad son cualidades exclusivas de los cristianos. Muchos creyentes fracasan donde otros triunfan. Pero, ¿no resulta insultante y grave que donde hay más poder, más recursos, más libertades y las mayores responsabilidades no veamos a los justos?
Las responsabilidades de un político gobernando son tan grandes y tan exclusivas que nadie más tiene tales prerrogativas. Sus decisiones ayudan o perjudican al mayor número de personas en una proporción directa a esas responsabilidades que, de paso, no las puede asumir ningún otro. ¿No es esto suficiente para comprender por qué el pueblo se alegra cuando dominan los justos? En caso contrario el pueblo “gime”.
Pero aclaremos esto de “cuando los justos dominan”. Esto es, cuando los justos aumentan, son muchos o son los más y es por eso que se alegra el pueblo. La fuerza moral está donde legítimamente debe estar. Pero cuando el impío es quien “domina” (gobierna), ―note el cambio a singular― el pueblo pasa trabajo. La proporción es importante. Cualquier asamblea dominada por la mayoría, sean justos o impíos, generará la influencia propia de su naturaleza justa o pecadora.
Igual podríamos decir del binomio espiritual-carnal en una iglesia o del justo-impío en cualquier país. La mayoría determina todo. ¿En qué grupo estás?
Eduardo Padrón
Pastor, comunicador y escritor
edupadron@gmail.com