El pecado manifiesto, solo es el fruto externo de lo que hay en el corazón. «…Lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre» (Mateo 15:18). La mentira ha estado presente, no solo entre los confesos incrédulos, sino entre algunos creyentes. Es un pecado sutil, que se escurre, queriendo hallar espacio aun entre los piadosos.
Miremos este lúgubre listado:
• Abram (Abraham) mintió dos veces respecto a su parentesco con Sarai (Sara). A Faraón en Egipto y Abimelec en Gerar, les dijo respectivamente que ella era su hermana (Ver Gn. 12:10-20; 20:1-18).
• Isaac, hijo de Abraham mintió igualmente, en relación a su parentesco con Rebeca. Él también dijo de su esposa, «es mi hermana», y lo hizo en la misma ciudad, Gerar, donde su padre también había fallado de esta forma (Génesis 26:1-11).
• Jacob, nieto de Abraham, mintió respecto a su propia identidad. Engañó a su anciano padre, haciéndose pasar por Esaú, y obteniendo así la bendición de la primogenitura (Génesis 27). Más tarde cosecharía las consecuencias (Génesis 31:7).
• Once bisnietos de Abraham mintieron, pero ellos, al contarle a su padre una historia falsa, de caracteres fatales, sobre su hermano José (Génesis 37:31-36).
• Un mensajero amalecita mintió, atribuyéndose el haber dado muerte a Saúl. Lo hizo pensando que su narrativa, le alegraría el corazón a David. Pero David lo consideró digno de muerte por su mismo testimonio (2° Samuel 1).
• Los profetas de Acab mintieron, al profetizar la victoria del monarca en la guerra contra Ramot de Galaad. El consejo mentiroso de ellos, se convirtió en muerte para el rey (1° Reyes 22:21; 34-35).
• Giezi, el criado de Eliseo, mintió doblemente, tanto a Naamán, como al profeta. Su mentira le costó que se le pegara la lepra de la que había sido limpio el general sirio (2° Reyes 5:20-27).
En el Nuevo Testamento, la mentira es un pecado de muerte
• Pedro mintió al negar que conocía a Cristo. El Señor había dicho: «…el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios» (Lucas 12:9). Por tanto, para Pedro la consecuencia no fue solo de lloro amargo, sino de pérdida ministerial. Mientras aún no llegaba el momento cuando Cristo lo restauraría, el ángel que anunciaba a las mujeres la resurrección, lo mencionó separado de los discípulos: «…id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo» (Comp. Mateo 26:69-75; Marcos 16:7).
• Ya en esta dispensación de la gracia, un matrimonio de la iglesia de Jerusalén, al tratar de engañar a los apóstoles, murió súbitamente por juicio de Dios, pronunciado por Pedro. Eran Ananías y Safira (Hechos 5:1-11).
La mentira es un peligro potencial
• La mentira abre la puerta al enemigo, pues el diablo «…es mentiroso y padre de mentira» (Juan 8:44). Así que hay presencia diabólica donde quiera que la mentira echa raíces.
• La mentira atrae la venganza de Dios. «…ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano… porque el Señor es vengador de todo esto» (1ª Tesalonicenses 4:6).
• La mentira hace peligrar eternamente el alma: «…todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda» (Apocalipsis 21:8).
He aquí el antídoto
1. Debemos comprar la verdad: «Compra la verdad y no la vendas…» (Proverbios 23:23). Natanael había hecho esta inversión en forma tan exitosa, que el mismo Cristo lo describió como «…un verdadero israelita en quien no hay engaño» (Juan 1:47).
2. Debemos tomar una actitud radical en contra de la mentira: «He resuelto que mi boca no haga transgresión» (Salmo 17:3). «…desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo» (Efesios 4:25).
3. Debemos rogar a Dios: «Líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo» (Salmo 43:1).
4. Debemos vivir en comunión con el Señor. Cristo es el Fiel y Verdadero (Apocalipsis 3:14; 19:11), y su Espíritu, es el Espíritu de Verdad (Juan 14:17; 15:26; 16:13). El permanecer en Él, hace posible andar como Él anduvo (1ª Juan 2:6).
5. Debemos administrar con temor santo, la abundancia de luz que se nos ha dado en Cristo (Juan 1:9). Algunos de los santos mencionados anteriormente que fallaron en decir a veces la verdad, tenían mucho menos luz espiritual que nosotros. Al tener más revelación, tenemos también más responsabilidad en vivir en la verdad. «…a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará» (Lucas 12:48).
Dios recompensa el hablar la verdad
David, en un momento cuando su pecado quedó descubierto, le dijo con sinceridad al profeta Natán: «Pequé contra Jehová». Como resultado, se le aseguró: «También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás» (2° Samuel 12:13). El mismo David describió la felicidad que se experimenta al vivir en la verdad: «Bienaventurado el hombre… en cuyo espíritu no hay engaño» (Salmo 32:2).
Concluyendo, digamos que, por encima de toda transgresión humana, está el sacrificio de Cristo en la cruz. Él es «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29), quien entró para siempre en el Lugar Santísimo, con su propia sangre, habiendo obtenido eterna redención (Hebreos 9:11-12). Su sangre nos limpia de todo pecado (1ª Juan 1:7). Su muerte tuvo también carácter retrospectivo, en relación a aquellos que, aunque a veces también erraron el blanco, miraban de lejos, creían y saludaban la llegada del Mesías redentor (Hebreos 11:13). La cruz de Cristo les afectó positivamente, de igual forma que a nosotros.
Ahora preguntamos: ¿Dónde están los mentirosos? Algunos, dolorosamente, ya no pueden responder, pues se fueron a la eternidad, sin aceptar el perdón de Jesús. Pero otros viven aún sobre esta esfera. Si preguntamos hoy: ¿Dónde están los mentirosos?, es porque Jesús murió también por ellos, y les quiere dar su verdad. La pregunta es, finalmente, un desafío de la gracia divina, a la peor condición de la moral humana. Lo preguntamos porque hay una «…palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero» (1ª Timoteo 1:15). La irrefutable verdad de la cruz de Cristo, es más poderosa que toda la mentira humana acumulada. El Evangelio de Cristo es tan poderoso en su verdad y efecto, que si se preguntara en una reunión de salvados, ¿dónde están los mentirosos?, sería muy difícil hallarlos allí. «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2ª Corintios 5:17).
Nosotros «…estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna» (1ª Juan 5:20).
A vuestro servicio.
Eliseo Rodríguez
Pastor
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