Las primeras menciones que tenemos del 25 de diciembre como día del natalicio de Jesús no son del todo fidedignas

La fecha de la pasión de Jesús puede determinarse con cierta precisión debido a su conexión con la Pascua judía. Pero la fecha del nacimiento de Jesús no era tan fácil de determinar. Lucas da una serie de datos acerca de los gobernantes que regían cuando Jesús nació. Pero esos datos –demás de presentar ciertas dificultades– se pueden utilizar solamente para determinar el año, y no la fecha dentro del año. Además, puesto que el culto cristiano giraba en torno a la comunión, y esta se refería a la pasión y resurrección de Jesús, así como a su prometido retorno, pero no directamente a su nacimiento, el tema del nacimiento de Jesús y su celebración no surgió de inmediato. Y cuando surgió no fue principalmente para celebrar ese día con festividades especiales, sino más bien para determinar el lugar de Jesús dentro de la cronología de Israel y de Roma, y su relación con las antiguas profecías. El resultado de los cálculos sobre la fecha del nacimiento de Jesús no siempre fue el mismo. Hacia fines del siglo segundo, Clemente de Alejandría dijo que “algunos han establecido tanto el año del nacimiento de nuestro Señor como el día. Y dicen que el nacimiento tuvo lugar en el año 28 del reinado de Augusto, el día 25 del mes de Pajon” (Tapices 1,21). Traducida al calendario actual, la fecha -25 de Pajon- sería el 20 de mayo. Pero Clemente al citar ese dato no dice palabra alguna acerca de una fiesta u observancia especial en esa fecha, sino que sencillamente está informando acerca de los cálculos que se han hecho y tratando de relacionarlos con toda la historia de Israel y de Roma. Algún tiempo más tarde su discípulo Orígenes, en su tratado contra el pagano Celso, al tratar de las fiestas y el modo en que han de celebrarse habla de “los días del Señor [los domingos], de preparación, pascua o pentecostés” (Contra Celso 8:22; BAC 271:538), pero no dice una palabra acerca de una fiesta particular para celebrar el nacimiento de Cristo.
Tanto Clemente como Orígenes vivieron en Alejandría en Egipto, pero fue en el Occidente, probablemente en Roma, que surgió la práctica de celebrar el nacimiento del Señor el 25 de diciembre. Es imposible saber la fecha exacta en que esto ocurrió. Las primeras menciones que tenemos del 25 de diciembre como día del natalicio de Jesús no son del todo fidedignas. Una de ellas se encuentra en una homilía atribuida a Hipólito y, por tanto, supuestamente del siglo tercero, pero que probablemente no es de Hipólito sino de algún autor anónimo más tardío. Otra referencia en el Comentario sobre Daniel del mismo Hipólito descubierto a finales del siglo XIX tampoco es fidedigna, pues muchos eruditos piensan que se trata de una interpolación en el texto original.
Lo que sí resulta claro es que a partir de los primeros años del siglo cuarto se fue haciendo costumbre en la iglesia occidental celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre
En medio de todo esto, resulta interesante señalar que la prueba más temprana de que en Roma el 25 de diciembre tenía un lugar especial es un documento que no dice una palabra acerca de la Navidad, pero que, sin embargo, muestra que ya para el año 335 se consideraba que el año cristiano empezaba el 25 de diciembre…
Por tanto, podemos decir sin temor a equivocarnos que hacia principios del siglo cuarto, al menos en Roma y sus alrededores, se consideraba que el año comenzaba en el 25 de diciembre, fecha tenida como aniversario del natalicio de Jesús. (La Cronografía del 354 incluye también otro documento, la Depositio martyrum, que antes de dar las fechas de las fiestas dedicadas a cada mártir incluye ante todo el 25 de diciembre, sobre el cual dice “Cristo nace en Belén de Judea”. Pero esa nota es de origen dudoso, y bien puede ser una interpolación que se introdujo después en el proceso de copiar la Cronografía).
¿Cómo y por qué se estableció en la iglesia occidental la práctica de celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre? La explicación más común, y la más generalmente aceptada por los eruditos, relaciona la fecha de Navidad con el solsticio de invierno, que entonces se colocaba el 25 de diciembre. (El calendario juliano que era el que entonces se empleaba, no era del todo exacto, y por eso para mediados del siglo tercero el solsticio, en lugar de caer el 21 de diciembre, caía el día 25). Por algún tiempo el solsticio se había celebrado en Roma y en otras regiones circundantes el día 25 de diciembre como el día del nuevo nacimiento del sol, que hasta esa fecha ha estado menguando y ahora, en el solsticio de invierno, empieza a recobrar fuerza. El culto al sol, frecuentemente llamado “Sol Invicto”, tenía muchos seguidores en el imperio romano particularmente en su zona occidental. En algunos casos, se decía que el día 25 de diciembre era el día del natalicio del sol. La importancia del culto al sol fue tal que en el año 272 el emperador Aureliano decretó que el 25 de diciembre celebraría el natalicio del sol en todo el Imperio. Más adelante, cuando Constantino se declaró cristiano, trajo consigo las tradiciones del culto al Sol Invicto que por largo tiempo habían sido parte de su familia. El edicto en que declaraba que el primer día de la semana, el día del sol, sería de asueto, que los cristianos vieron como cosa muy favorable, probablemente se inspiraba sobre todo en la tradición familiar de Constantino y su culto al Sol Invicto. (Lo cual no quiere decir, como he explicado ampliamente en otro lugar, que fuera entonces que los cristianos empezaran a reunirse el primer día de la semana. El primer día de la semana fue día de la celebración de la resurrección del Señor desde los principios mismos de la vida de la iglesia. Lo que el edicto de Constantino hizo fue facilitarles a los cristianos reunirse en ese día, sin tener que hacerlo de madrugada, antes de las horas de trabajo, como lo habían hecho antes).
Frecuentemente se dice que la razón por la cual la iglesia decidió celebrar el natalicio de Jesús el 25 de diciembre fue o bien para contrarrestar el culto al sol, o bien para que los seguidores de ese culto se encontraran a gusto en la iglesia. También se dice que el pueblo sencillamente cambio su devoción al sol por la devoción a Jesús, sin tener que hacer grandes cambios. Lo que parece haber acontecido de ambas cosas. Por una parte, los cristianos siempre hablaron de Jesús como el “sol de justicia”. En las iglesias pronto se estableció la costumbre de colocarlas de tal manera que al orar se estuviera mirando hacia el oriente, donde sale el sol y de donde viene la luz. Por otra parte, no cabe duda de que para buena parte de la población el hecho mismo de que la iglesia se refería a Jesús como “sol de justicia”, que oraba mirando hacia el oriente, y otras cosas parecidas darían la impresión de que el culto al sol y la fe cristiana eran compatibles. Por eso, por largo tiempo los líderes de la iglesia se esforzaron en mostrar que el hecho de que Jesucristo fuera el sol de justicia no era licencia para adorar al sol o para participar en las festividades que se celebran en el solsticio de invierno en honor al nacimiento del sol. Ejemplo de ello es León el Grande, obispo de Roma a mediados del siglo quinto, en la segunda de cuyas homilías sobre la Navidad encontramos la advertencia contra el peligro de que el Tentador emplee el culto al sol para apartar a las almas de Cristo:
Permaneced firmes en la fe sobre la que habéis sido establecidos, no sea que este mismo tentador, de cuyo dominio os ha sacado Cristo, os seduzca de nuevo por alguna de sus astucias, y corrompa las alegrías propias de este día por la habilidad de sus mentiras. Pues él se goza de las almas simples que observa en la creencia perniciosa de algunos para quienes la solemnidad de este día trae su dignidad no tanto el conocimiento de Cristo como del nacimiento, como ellos dicen, “del nuevo sol”. El corazón de estos hombres está envuelto por grandes tinieblas y permanecen extraños a todo progreso de la luz verdadera, pues aún se sienten atraídos por los errores más estúpidos del paganismo, y, no llegando a elevar la mirada de su espíritu por encima de lo que contemplan sus ojos carnales, honran con el culto reservado a Dios las luminarias puestas al servicio del mundo. (Homilía 22.6; BAC 291:77-78).
Otra teoría que se ha propuesto, pero que no todos aceptan, se fundamenta en la fecha en la fecha del 25 de marzo como aquella en que Jesús fue crucificado. Hay abundantes textos antiguos, particularmente entre los cuartodecimanos de Asia Menor, en los que se afirma que Jesús murió un 25 de marzo. Fuera de esos ámbitos, ya Hipólito en el siglo tercero establece una cronología en la cual el año en que murió Jesús el 14 de Nisán cayó en el 25 de marzo. Por largo tiempo, sobre todo en Galia, siguió viva la tradición según la cual la crucifixión tuvo lugar un 25 de marzo.
La teoría que se propone entonces es que, puesto que los antiguos no gustaban de los números incompletos, pensarían que Jesús debió haber sido concebido en una fecha exactamente un año antes de la fecha de su muerte, es decir, otro 25 de marzo. Contando nueve meses de ahí, se llega al 25 de diciembre. Aunque la primera parte de esta teoría tiene fundamento en algunos textos antiguos que colocan la crucifixión de Jesús el 25 de marzo, la segunda, relativa a la fecha de la concepción, carece de prueba; es decir, no hay justificación para ella en los documentos antiguos y, por tanto, no pasa de ser una teoría carente de confirmación. Si es cierto que en algunos escritos de principios del siglo quinto se habla del 25 de marzo como fecha de la concepción de Jesús. Pero, puesto que ya para esa fecha se afirmaba que Jesús nació un 25 de diciembre, es probable que esa fecha del 25 de marzo como día de su concepción sea el resultado de un cálculo, no sobre la base de la fecha de la crucifixión, sino más bien contando nueve meses antes del nacimiento.
En todo caso, no cabe duda de que cuando se empezó a pensar en determinar la fecha en que debía celebrarse el nacimiento de Jesús, la iglesia occidental se inclinó hacia el 25 de diciembre. Hay que recordar que no tenemos prueba de que tal fuera el caso hasta el año 335. Por otra parte, el hecho mismo de que en 335 alguien pudiera dar por sentado que el año comenzaba en diciembre, y aparentemente no hubiera controversia al respecto, nos lleva a pensar que la fecha del 25 de diciembre se estableció antes de tiempo de Constantino. El decreto de Constantino acerca del primer día de la semana fue promulgada en 321, y no es dable pensar que en el breve espacio de 14 años se pudiera llegar a un consenso como el que parece indicar lo que hemos dicho acerca de la Cronografía del 354. Lo que sí resulta claro es que a partir de los primeros años del siglo cuarto se fue haciendo costumbre en la iglesia occidental celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre.
Justo L. González
Historiador y escritor
Tomado de su libro “LA NAVIDAD: Origen, significado y textos”. Editorial Mundo Hispano. 2019. Usado con permiso.