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Finanzas Sanas (Parte V): Legitimación de capitales (II)

[Adonirán Díaz – Pastor y Máster en Administración (IESA)].-

Realmente, la legitimación de capitales fue lo que los italianos, hace unos cuantos años, implantaron en aquel país para sustraer los fondos del Estado, pero ellos le dieron el nombre de «Agiotismo».
Como lo expresamos en el artículo anterior, Finanzas Sanas IV, la «legitimación de capitales» es robar, es una estafa, lo cual no necesariamente pasa desapercibida.
Queremos expresar aquí dos (2) ejemplos, y aunque pudieran no ser los mejores, y hasta molestar a personas, son ciertos y además muestras de una legitimación de capitales a la luz de la definición al respecto.
Las instituciones financieras, como los bancos y otras, pensaron en la legitimación de capitales de personas a instituciones financieras. La realidad ocurre a la inversa y con mayor frecuencia, es decir, con poder para actuar sobre las personas aplican la legitimación de capital sobre masas de individuos y el resultado es la sustracción de capitales impensables; es el caso del ejemplo que daremos en este artículo.
Vamos a describir dos (2) ejemplos de legitimación de capitales, los cuales ocurrieron en la realidad y en nuestro país Venezuela. El primer caso es de un individuo a instituciones, y el segundo caso es de instituciones a individuos.  Ambos casos son, a todas luces, delitos donde la justicia debe aplicarse.
CASO 1: Un individuo medianamente joven, oficial de la Fuerza Armada Venezolana, con rango medio y en situación de retiro. Este hombre tenía excelentes relaciones en el alto mando militar y valiéndose de esta influencia forjó documentos y presentó un proyecto para la Fuerza Armada Nacional con costos multimillonarios, presentando documentos que en la apariencia cumplían los requisitos legales pero encerraban un gran fraude. Su proyecto llegó a los más altos niveles de decisión dentro de la Fuerza Armada y fue aprobado. Por medio de este proyecto este hombre cometería la gran estafa a la Nación. Afortunadamente a tiempo lo descubrieron en su fraude y echaron para tras el proyecto. Desconozco el destino del tal, pero logró, con mucha astucia, engañar a altos jefes militares y a través de escalones para la aprobación del proyecto, logró burlar los filtros establecidos en la cadena para llegar a la aprobación definitiva de tal proyecto.
CASO 2:  Esta es una institución financiera la cual gozaba de mucho prestigio en el país. Había ganado durante varios años la confianza de varios miles de cuentadantes quienes tenían la certeza que su dinero estaba no sólo respaldado sino garantizado por la seriedad, la solidez de la institución y por el historial de excelencia en el desempeño de sus funciones financieras. Un buen día esta prestigiosa institución generó otras empresas, entre otras empresas de construcción de viviendas, operadoras de bolsa, y además inversionistas en divisas extranjeras, particularmente en dólares. Cuando menos se esperaba reventó la olla, con tapa y todo, y muchos miles de cuentadantes fueron estafados desde las empresas de bolsa en moneda extranjera, como en las empresas de construcción para viviendas, y por supuesto con consecuencias en los ahorros y cuentas de otro tipo en las diferentes agencias de esta institución financiera. Resultado: El dueño principal y sus socios huyeron del país, dejando a muchos miles estafados desde sus ahorros hasta sus viviendas, para las cuales habían hecho aportes millonarios y adquirido créditos inmensos, por lo tanto, como se dice vulgarmente, quedaron ensartados sin una aparente salida inmediata al problema.
El problema de todo delito financiero, entre esos la legitimación de capitales, es el corazón del hombre que según Dios «es engañoso y perverso más que todas las cosas y solo Él lo conoce» (Jeremías 17:9).
Concluimos que para cometer un delito financiero no es necesario ser sin instrucción, o pertenecer a estratos sociales bajos, sino que se trata de la habilidad de engaño y perversión que sólo radica en el corazón del hombre, sin que intervenga la pobreza o la riqueza, el conocimiento o la ignorancia.
diazcha@gmail.com

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