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Mayor número de votos no son necesariamente un triunfo político

Carlos Sánchez

(Carlos Sánchez – CCM Venezuela).-

Es perfectamente aceptable que las organizaciones partidistas promuevan el voto como principal capital para garantizar su ascenso al poder, o para mantenerse en él. No es censurable este tipo de acción propagandística. Es el lugar común de la política, tal cual unos pocos han querido que los muchos lo acepten como un hecho natural. “Así son las cosas”, dice resignado el pueblo elector.
Igual esa mayoría ciudadana tiene claro que el proceso político que históricamente ha vivido Venezuela, desde la conquista hasta nuestros días, es el resultado de la búsqueda constante de una forma de organización social, la cual ha pasado por distintas estaciones. Todas ellas, como experimento, intentando modelar el comportamiento colectivo, tratando de hallar el mayor número de bendiciones posible. Hoy más que antes en torno a consignas partidistas, más que a principios políticos.
Desde la más grande, en número de militantes, e igual organizada maquinaria partidista, la dirigencia nacional del PSUV se ha planteado como parte de ese tránsito revolucionario de transformación y afirmación social, una clara agenda a favor de la reelección del presidente Nicolás Maduro. Y aunque desde algún sector de la contraparte electoral se siga argumentando la ilegitimidad de la actual administración Maduro. Allí está la oferta electoral del PSUV para todos los movimientos sociales del país. La propuesta es conocida ya como “La Nueva Época” y la misma será llevada a un congreso nacional para su debate.
La Nueva Época, busca aglutinar a todos los sectores del país; y una vez alcanzado su respaldo electoral, dar protección estatal y hasta constitucional a las agendas de estos movimientos sociales; que así como hacen frente a las sanciones y medidas coercitivas de gobiernos extranjeros, igual no permitirán sanciones internas contra estos movimientos nacionales en su diversidad. Y eso, claro, también es perfectamente aceptable, pues la política tiene como principio y norma la participación organizada, directa y protagónica de todos los ciudadanos.
Pero, empleando un mínimo de racionalidad política, considerando para ello el bien republicano que como nación libre se debe enarbolar para esta y las futuras generaciones. Bien vale la pena preguntarse: ¿Si ser una república nos da la atribución de ser en consecuencia una nación, siendo la expresión “familia” sustantivo y base para igual definir académicamente a la nación como República, con una cultura e idiosincrasia común? Y además teniendo por cierto y aceptable que todo lo que es “cultura” supone el bienestar social comunitario en términos artísticos, educativos, deportivos y del conocimiento científico. ¿Hasta dónde, pues, algunas de estas agendas de los movimientos sociales convocados “NO PONE EN RIESGO” la formación integralmente saludable de la familia venezolana. Y al propio modelo de conducción política que los ciudadanos se den electoralmente?
¿Cuáles son pues, los límites constitucionales que se plantea la Nueva Época para no dar lugar, por ejemplo, a la ideología de género? Agenda que no es oculta por parte del movimiento social LGBTIQ+.
¿Hasta dónde son conceptualizados como religión, aquellos rituales esotéricos practicados por otros de estos colectivos convocados para el referido congreso, que incluye el sacrificio de animales, empleo de huesos humanos de personas fallecidas para sus cultos, y otros elementos contrarios a la fe cristiana? Doctrina impartida por el unigénito Hijo de Dios, la cual es indubitablemente revolucionaria, por cuanto confronta y deshace todo dogma religioso. Y que finalmente han sido los valores cristianos los que han marcado nuestra convivencia pacífica por siglos.
Lo dejaré hasta acá, pero antes diré, convencido que todo liderazgo está delante de Dios; por tanto, aunque la acumulación de votos ciertísimamente resulta en una victoria electoral, no por ello necesariamente constituye un éxito político en sí mismo.
Insistir con irracional afán en una agenda social de espaldas a Dios, en especial teniendo en cuenta estos aspectos que señalo con preocupación nacionalista, a todas luces es involutivo, e incluso puede ocasionar la pérdida misma del liderazgo que busca guiar a toda una nación por senderos de justicia.
“Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, El pueblo que él escogió como heredad para sí” (Salmos 33:12).
Dios bendiga a Venezuela, nuestra habitación temporal.◄

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