(Héctor Márquez – Psicólogo Clínico y Teólogo).-
El bullyng, palabra anglosajona para referirse a la acción de acosar o intimidar a alguien, se ha convertido en tema de interés general, especialmente cuando el bullyng ha ocurrido en el contexto escolar.
Se puede hablar de bullyng físico (hay agresión corporal), bullyng social (se excluye, aisla o ignora deliberadamente a alguien), bullyng psicológico (se fuerza a la persona a hacer cosas que no quiere, se le persigue y se le hace sentir mucho miedo), bullyng sexual (tocar sin consentimiento a otra persona, presionarla o manipularla a hacer cosas de índole sexual, actos lascivos, etc.), bullyng entre hermanos (desacreditar o ridiculizarse los hermanos hasta conflictuar a la familia). Y el más reciente de todos los bullyng debido a su carácter postmoderno, el «ciberbullyng».
El ciberbullyng consiste en la práctica de subir a redes sociales (Facebook, Twitter, You Tube, Chats, Correos, Blogs, Msn, etc.) grabaciones, fotos o contenido que ridiculiza o compromete a un sujeto, esto con el propósito de devaluarlo, utilizarlo o chantajearlo. A veces se usa la figura del anonimato para proferir insultos denigrantes y afectar la imagen de la persona.
Romina tiene 19 años, estudia 3er. semestre de Administración y acaba de conocer a un sujeto gracias a un chat popular de la internet. Platican tecleándose en sus respectivos computadores mientras intercambian fotos. El individuo dice tener 21 años y tiene muy entusiasmada a Romina, quien rápidamente se engancha con él al punto de atreverse a hacerle confesiones sexuales que incluían su primera vez con un muchacho… Un mes después, su supuesto amigo virtual la sorprende diciéndole: «Yo sé dónde vives, dónde estudias y quiénes son tus padres, porque yo soy en realidad Orlando, tú ya me conocías pero yo me hice pasar por otra persona… Lo que ahora quiero es que me deposites cinco mil bolívares a la cuenta que te indicaré pues de no hacerlo tu familia y todo el mundo sabrán lo que hiciste…». Romina consiguió el dinero y lo depositó, pero vino un segundo chantaje que no pudo sostener y no le quedó otra opción que contarle todo a sus padres quienes procedieron a denunciar al disocial.
Un caso de ciberbullyng muy reciente, y que tiene consternada a la sociedad mundial es el de la adolescente canadiense de 15 años de edad, Amanda Todd. Esta jovencita se suicido después de dejar un video en You Tube con fichas manuscritas donde denunciaba ser víctima de un hombre que la convenció de mostrar brevemente sus senos por web cam durante una sesión de video chat en el web BlogTV para un supuesto casting que nunca fue tal. Un año después el sujeto del falso casting le dijo a Amanda: «Si no haces un show para mí (en la webcam), enviaré [la foto con] tus tetas». Las amenazas se cumplieron y este hombre llegó incluso a poner dicha foto como su perfil en Facebook.
A raíz de esta publicación por las redes sociales y en el contexto de su búsqueda de aceptación y de amigos tras un nuevo cambio de colegio, Amanda fue golpeada por un grupo de chicos y chicas que, además, grabaron la agresión. Aquel día acabó inconsciente en una zanja, donde la encontró su padre: una vez en casa se intentó suicidar bebiendo lejía. Sus acosadores y agresores, en una muestra de extrema crueldad, se burlaron de ella etiquetándola en Facebook en fotos de botellas de lejía y publicando mensajes diciendo que ojalá muriese. Amanda había buscado refugio en las drogas y el alcohol, pero reconoce en el video que esto sólo sirvió para aumentar su nivel de ansiedad. Ella terminó su historia de vida suicidándose con una sobredosis de psicofármacos el pasado 15 de octubre.
Señores padres, cuidado con el uso que le dan sus hijos a la Internet y a sus redes sociales. Soy de los que sugiere que los computadores con conexión a Internet deben ubicarse en un lugar concurrido de la casa para poder observar con mayor facilidad los movimientos del adolescente en el ciber espacio; que los computadores deben poseer programas que impidan la migración de contenido pornográfico; que sus hijos no deben admitir a ningún desconocido en su espacios virtuales (Facebook, etc.); aconsejo que es mejor prohibirle a los hijos tener cuentas o ser parte de redes sociales en la Internet hasta cumplir los 16 años y exhortarlos a no realizar ningún tipo de idioteces sexualizadas.
El libro inspirado de arriba dice: «Dios prueba al justo; pero al que obra maldad y al que ama la violencia Él los aborrece» (Salmo 11:5).
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