(Héctor Márquez – Psicólogo Clínico y Teólogo).-
Cuando un adolescente o joven obtiene calificaciones deficientes en el liceo o en la universidad, se escuchan voces parentales desilusionadas decir cosas como: «Él no es bruto lo que pasa es que es flojo». «Él pasa y prácticamente no estudia, si estudiara sería un excelente alumno».
Cuando un estudiante trabaja poco, se fastidia o cansa rápido y no tiene ninguna expectativa, quiere decir que no está enfocado, no tiene motivación ni sabe lo que quiere. Estas tres cosas pueden explicar el porqué un joven tenga una actitud indiferente o desganada respecto a sus estudios.
Este tipo de estudiantes suelen ser de aquellos que al final del año andan tras profesores rogando un punto o, en el peor de los casos, sobornando con dinero a algún profesor corrupto. Razón tenía el más grande músico de todos los tiempo, Ludwig Van Beethoven, cuando exhortó: «¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate… Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu destino personal».
Pero, ¿de dónde procede esta actitud? A no ser que se trate de algún evento circunstancial, trastorno o patología, la razón por la que un adolescente o joven sea un estudiante «flojo» es el resultado de una crianza inepta: sin orden, sin disciplina, sin organización del tiempo; sin normas claras. Ante esta situación Beethoven advertiría: «El genio se compone del 2% de talento y del 98% de perseverante aplicación».
También ocurre, con menos frecuencia, que la actitud autosuficiente de algunos jóvenes les lleva a creer que sus cuotas de genialidad pueden suplir el esfuerzo que necesitan hacer para obtener buenas calificaciones. A estos jóvenes les conviene tomar en cuenta estas palabras de Beethoven: «El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad».
Yendo más alto, al Libro inspirado de arriba, encontramos en Proverbio 15:32, el siguiente señalamiento: «Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; más el que escucha la corrección adquiere entendimiento».
La inquietud: Un tanto desesperanzada me escribe una señora: «Buenas tardes Dr. Márquez… Me siento cansada y desorientada de ver que mi hijo ha decidido abandonar sus estudios en derecho (debía estar en tercer año pero va en el segundo a duras penas), hace un año estudió dos fracasados semestres de administración de empresas, y ahora dice querer estudiar publicidad y mercadeo porque él cree que le va a gustar… Son cosas totalmente distintas… No sé qué hacer, si inscribirlo o no… ¿qué me puede decir?
Mi respuesta: «Si la entendí bien, su hijo ha de tener por lo menos 20 años de edad, lo cual significa que inició la primera etapa de la edad adulta, por consiguiente será más difícil crear nuevos hábitos de estudio y de estilo de vida en el joven, pues este asunto ya no depende tanto de usted como de él mismo. De allí la importancia de ser directivos, crear normas y establecer organización (disciplina) a los hijos desde la niñez. En el caso específico de su hijo le recomiendo, que antes de inscribirlo en otra carrera lo haga pasar por un proceso de orientación vocacional junto a exploración de su psiquismo con un profesional psicólogo que pueda abordarlo en consideración de todos los factores involucrados en el fracaso académico y la confusión vocacional del joven. Es mi deseo que su hijo acepte con humildad y respeto su deseo de ayudarlo. Espero haberle sido útil».
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