(Héctor Márquez – Psicólogo Clínico y Teólogo).-
Algunos religiosos satanizan a la psicología, o la ven como un intruso carnal e innecesario pues la obra de cambio en el sujeto sólo ocurre por la acción del Espíritu, sus dioses, o las fuerzas del universo. Por su lado, algunos profesionales de la psicología se limitan a observar a las personas como seres biológicos, sociales y psicológicos, ignorando o desvirtuando lo espiritual que hay en el ser humano.
Yendo más allá, algunos religiosos hacen las veces de psicólogos y realizan cualquier suerte de cursos para equipararse a profesionales de la salud mental, mientras que algunos sujetos que han obtenido el título de psicólogos sustentan su «ejercicio profesional» en elementos místicos y esotéricos y no en la clínica y la ciencia.
Creo que este fenómeno de conversión es movido por la frustración de no ser lo que se quiso ser, en términos de oficio u ocupación.
Ocurre que algunos psicólogos no saben nada de religión y algunos religiosos echan por tierra la utilidad de la psicología. Ambos extremos corresponden, paradójicamente, a la ignorancia de sus propios campos, es decir, psicólogos que ignoran lo que la psicología dice y demuestra sobre los paradigmas religiosos y que los individuos consideran trascendentes; y religiosos que ignoran lo que sus propios textos sagrados dicen acerca de la psiques y los mecanismos psicológicos de cambio en el ser humano.
La religión dominante del mundo occidental generó fuertes rivalidades entre ciencia y religión, así, la religión sepultó a la ciencia y esto hizo de la edad media la más oscura de todas las épocas humanas pues todo debía ser entendido, aceptado y tratado según los dogmas del imperio religioso que había nacido en Roma. La razón y la lógica sustentada en la observación no eran aceptadas.
Luego, el movimiento de iluminación y el modernismo apuntó al otro extremo pues lo religioso, según algunos tecno-científicos industriales, obviaba el raciocinio y la capacidad creadora del hombre. Lo religioso llegó a tener calificativos como «opio de los pueblos», y hablar de religión era perder el tiempo, era ridículo… así comenzó a tomar cuerpo el ateísmo.
Hoy, en plena era postmoderna, se nos invita a ser sincretistas, es decir, a unir toda clase de ideas religiosas y filosóficas, lo cual ha generado confusión y mayor ignorancia religiosa, al tiempo que el ser humano se rinde al individualismo, al relativismo y a la ausencia de ideas y proyectos trascendentes.
En conclusión, podríamos decir que ser equilibrados, racionales y perceptores de la realidad real ha sido una tarea casi imposible para la humanidad, que se empeña en juzgar sin saber, o en elaborar principios generales sacados de alguna experiencia particular que vivieron, desprendiéndose así del conocimiento general, del todo de un asunto, y de las asociaciones lógicas.
Yo creo que es muy útil ver en la psicología como ciencia y arte un aliado para llevar a cabo la labor humanista de ayudar a la gente, y también creo que es útil conocer las diferentes posiciones dogmáticas que impregnan la religiosidad de cada individuo para comprenderlo mejor.
El Libro inspirado de arriba nos dice que el hombre no sólo es cuerpo y espíritu sino también es «mente» (1ª Tesalonicenses 5:23) y que esa mente debe ser «renovada» (Efesios 4:23). También lanza esta dura afirmación para todo el mundo: «Ustedes se equivocan mucho porque ignoran las Escrituras y el poder de Dios» (Mateo 22:29), y sugiere: «Examinen con diligencia las Escrituras porque encontrarán la vida eterna en ella…» (Juan 5:39).
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