(Fuerza Latina/ VyV).-
En medio del caos y la violencia que se vive en Jerusalén una voz se escuchó en la asamblea general de la ONU, «esta ciudad debe ser internacional» afirmó, dejando sorprendidos a la comunidad internacional, Silvano Tomasi, arzobispo católico y representante del Vaticano ante la ONU.
El Salmo 137 da una idea de la importancia de Jerusalén en la historia hebrea y la mente judía. La ciudad ha suscitado tanta emoción y nostalgia por el pueblo judío durante miles de años, y sigue siendo un lugar de devoción.
Sin embargo, también es un lugar sagrado para los cristianos, es el lugar de nacimiento de la iglesia, el lugar de la muerte y resurrección de Jesús y en la actualidad es el hogar de muchas comunidades cristianas.
La imagen se complica cuando tenemos en cuenta que Jerusalén es uno de los sitios más sagrados del Islam. Los musulmanes creen que la ciudad, conocida en árabe como Al Quds, es el lugar que el profeta Mahoma visitó en su llamado «viaje nocturno».
Una ciudad que es sagrada para las tres grandes religiones monoteístas, Jerusalén también ha sido escenario de grandes batallas, asedios, invasiones, masacre masiva e increíble reconstrucción. Es el foco de los movimientos culturales, religiosos y políticos. Es también el sitio de la pieza más disputada de la propiedad de la tierra, el Monte del Templo o la mezquita Al Aqsa.
En vista a este problema el representante del Vaticano ante la ONU, Silvano Tomasi, sugirió recientemente que el estatus de Jerusalén debe ser «internacional». Estas declaraciones han despertado el interés entre los israelíes, los palestinos y la comunidad internacional en general.
¿Qué dice Dios al respecto?
Ya desde el mismo año 1947 cuando Israel pasó a ser nación, siendo aceptada por la ONU, en este organismo se emitió la Resolución 181, que prevé el establecimiento de dos estados separados, con Jerusalén bajo mandato internacional. Desde entonces está en el panorama mundial una división de Jerusalén.
En la Biblia, Dios expresa claramente que no sólo toda Jerusalén, sino todo el territorio que comprendía la antigua Canaán (parte de Jordania, Siria, Líbano Egipto e Irak) el Señor se la entregó a la descendencia de Abraham en su hijo Isaac, ordenando que aquellas naciones que ocupen esos territorios y no los entreguen a Israel, el pueblo de Dios, deben ser desalojados, aun a la fuerza.
El Señor le ha advertido al mundo desde hace siglos que cuando llegasen a intentar dividir y repartir a Jerusalén, “la ciudad de Dios”, «en esos días, y llegado el momento, haré que Judá y Jerusalén vuelvan del cautiverio. Entonces reuniré a todas las naciones, y las llevaré al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas, porque ellas esparcieron entre las naciones a mi pueblo Israel, y repartieron mi propia tierra» (Joel 3:1-2. Énfasis añadido).
Esto significa que esta propuesta ante la ONU, promovida por el Estado Vaticano y muchas naciones más, precipitará el juicio de Dios sobre el mundo, incluyendo a la misma Roma (base de la religión apóstata), «la ciudad sentada sobre los siete montes», la cual el Señor destruirá en su totalidad por su perversión (Apocalipsis 17 y 18).◄