
Numerosos versículos bíblicos exponen el incalculable valor de la sabiduría. Proverbios 3:13-15, dice: «Alegre es el que encuentra sabiduría, el que adquiere entendimiento. Pues la sabiduría da más ganancia que la plata y su paga es mejor que el oro. La sabiduría es más preciosa que los rubíes; nada de lo que desees puede compararse con ella».
Es tan valioso ser sabio que cuando Dios se le apareció en un sueño al rey Salomón y le dijo: «—Pídeme lo que quieras; yo te lo daré. Salomón contestó: —Dame sabiduría, para que pueda saber lo que está bien y lo que está mal» (1 Reyes 3:9. TLA).
A Dios le agradó que Salomón le pidiera sabiduría más que cualquier otra cosa en el mundo, y le dijo: «—Como has pedido esto, y no larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido la muerte de tus enemigos sino discernimiento para administrar justicia, voy a concederte lo que has pedido. Te daré un corazón sabio y prudente, como nadie antes de ti lo ha tenido ni lo tendrá después. Además, aunque no me lo has pedido, te daré tantas riquezas y esplendor que en toda tu vida ningún rey podrá compararse contigo. Si andas por mis sendas y obedeces mis decretos y mandamientos, como lo hizo tu padre David, te daré una larga vida» (vs.11-13).
Una persona sabia teme a Dios y se aparta del mal. Es alguien que demuestra buena conducta a través de sus obras hechas con humildad y tiene como prioridad complacer a Dios antes que a sí mismo (Santiago 3:13). ¿Te consideras una persona sabia? ¿Te das cuenta de que no es lo mismo ser inteligente que ser sabio? La inteligencia es la facultad de aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. La sabiduría, en cambio, tiene que ver con nuestro carácter y el modo en el que nos conducimos en la vida.
Alguien con sabiduría cuida como un tesoro su reputación y su integridad. No se molesta fácilmente, no reacciona con ira ni violencia en situaciones de crisis porque ha aprendido por el ejercicio a callar y a esperar el momento oportuno para hablar. El sabio mantiene buenas relaciones humanas con las personas que le rodean y ha aprendido a discernir lo que está bien y lo que está mal.
¿Quieres mantener una buena relación con tu cónyuge y con tus hijos? ¿Quieres llevarte bien con tus compañeros de trabajo? ¿Quieres prosperar en todo lo que hagas? ¿Quieres dejar de meterte en problemas? Necesitas sabiduría. ¿Cómo la obtienes? ¡Pídasela a Dios! En Cristo están encerradas todas las riquezas de la sabiduría y del conocimiento (Colosenses 2:2-3). A medida que profundizamos nuestra relación con Dios nos hacemos más sabios y entendidos. El primer paso para lograrlo es aceptar la salvación a través de Jesucristo. Luego, día tras día, lee y meditar en las Escrituras, congrégate en tu iglesia local, reúnete semanalmente con otros cristianos para estudiar el Evangelio, obedece a Dios y apártate del mal.
Liliana Daymar González
Periodista
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com