Advertencias para la Iglesia de Cristo, de Venezuela y el mundo
Y miré yo hacia los cielos y vi como una nube que descendía y la nube comenzó a agrietarse y vi cómo comenzó a caer hielo sobre la tierra y mucha gente caía al suelo, unos heridos y otros muertos. Vi mucha gente temblar y toser y al toser salía sangre de su boca. Vi una imagen de hombre que descendió y me tomó y me subió en su mano y me llevó a recorrer lugares desconocidos para mí, donde había muchos hospitales entre ciudad y ciudad repletos de niños. De algunos sacaban cantidad de niños muertos. Me dijo una voz, escucha: y oía voces de médicos y hablaban de infartos, cáncer y tumores, y muchos estaban confundidos y extrañados porque nunca había pasado algo así en niños entre 5 y 12 años.
Seguimos recorriendo y veía los ancianos cansados caminando buscando alimento. Había muchos carros en las vías parados. La gente lloraba desesperada. Escuché: “Plagas, plagas”. Vi muchas puertas cerradas, iglesias cerradas, no se escuchaba más que llanto de mujer, como la madre que pierde un hijo. Llegamos a un lugar donde todo era silencio y me hizo entrar en una cueva donde había un letrero que decía: “APOSENTO ALTO”; ahí había ancianos, mujeres y niños, y todos estaban postrados y oraban en silencio, aún los niños. Dijo la voz del que me llevó al lugar: “MI PEQUEÑO REMANENTE”, alcancé a escuchar a uno que recitaba en adoración 2ª de Crónicas 7:14, “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado y clamaren y buscaren mi rostro y se arrepintieran de sus malos caminos, entonces Yo, escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”. Era una voz angelical.
Y vi que tenía yo un libro en la mano y este se abrió en Deuteronomio 28 y recordé la revelación donde el Señor me ordenó, no predicar nada que no fuera Deuteronomio 28:15-68; entonces la voz me dijo: “consecuencias de la desobediencia”, y el libro en mi mano comenzó a arder en fuego, pero yo podía leer lo que decía, pero los que estaban cerca de mi, veían, pero no podían leer y oían, pero no podían escuchar.
Salimos del lugar y vi los ríos como congelarse, pero estos se cruzaban y eran diferentes. Nos detuvimos en un árbol y este era de olivo, y tenía pocos frutos y yo tomaba los frutos y los apretaba en mi puño y salía aceite muy verde de mi mano, por lo que me dijo la voz, “unge a los niños y da de beber a los jóvenes y a los adultos que deseen y les traeré sanidad”.
Comencé a caminar y estaba bajando de un lugar alto y caía nieve en ese lugar donde no había caído nieve nunca. Y la voz me dijo: “mira” -señalando hacia el cielo-, y miré al cielo y vi tres puertas cerradas y una puerta abierta, y la puerta que estaba abierta tenía la letra N, y de ella gente entraba y salía. Algunos con maletas y otros sin nada de equipaje, las tres puertas cerradas estaban en sentido opuesto una de la otra, por lo que pensé que representaban los otros puntos cardinales S, E y O, fronteras cerradas.
La imagen de hombre que no podía ver, pero si escuchar, me hizo sentarme sobre el mar quieto, pero en cuyas profundidades podía ver muchos peces grandes y pequeños dando vueltas en círculo uno detrás del otro y en el mar comenzaron abrirse huecos que se tragaban todo alrededor, por lo que sentí miedo, entonces me dijo: “NO TEMAS”; en el mismo cielo se abrieron huecos igual y en la tierra también, casas y carros eran tragados por los huecos circulares.
De pronto el libro en mi mano se abrió y vi yo un rey en una cama y sufría con muchas llagas y vi caer su corona de la cama y su mano derecha se extendió al piso y tenía en ella un anillo de oro con una corona sobre el anillo, de pronto escuché “el rey ha muerto”, y pasó una página y en medio de la página la palabra FIN. Y en la siguiente página había mucha gente en desorden, peleaban hombres con hombres y mujeres con mujeres, borrachos, entre multitudes, niños se besaban con niños y niñas, se tocaban sus partes y yo sentía dolor, pero era más grande el dolor de quien me llevaba en su mano; había como especie de tarima y había una mujer embarazada en ella, levantó su mano y vi como muchos corrieron hacia ella para hacerle daño, pero no podían alcanzarla, había ángeles alrededor de ella.
La voz me dijo: “ve descansa y vuelve que el tiempo se acerca”; y se cerró el libro en mi mano y se volvió abrir en la página que decía FIN, pero ya no se veía en las otras nada, sino un gran árbol verde, muy verde, lleno de manzanas rojas y al lado de este un olivo. Caí en un profundo sueño y estaba en él escribiendo estas palabras.
Digo lo que vieron mis ojos y escucharon mis oídos.
En Venezuela, 30 de septiembre del año 2022, siendo las 3:30 a.m.
Profetiza Aris Segovia