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Vivir con lo inevitable, Eduardo Padrón

Sería una necedad no estar preparados para las circunstancias y eventos que son inevitables. Tú decides si aprendes a vivir con lo inevitable o dejas que te arrastre y te condene

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Vivir con lo inevitable es una frase que puede causar diversas reacciones. Primero, podría hacerle desfallecer al no encontrar salida posible. Es el caso de muchos que deciden acabar con sus vidas ya que no consiguen escape. Por otro lado, vivir con lo inevitable podría generar la reacción del que no le importan las cosas. Esto es ilustrado por aquellos que viven por vivir, los que pasan la vida sin trazarse ninguna meta, sin alcanzar nada y por supuesto, sin producir cambios. Es el típico indiferente, el “no me importa” o de quien dice “qué gano con preocuparme”.
Pero hay personas que ante lo inevitable se preparan. Saben que las cosas van a suceder y por eso tratan de minimizar su impacto. El pueblo japonés, por ejemplo, vive con la inminencia de los terremotos. Comprenden que en cualquier momento puede ocurrir uno, así que se preparan con diligencia a sabiendas de que no podrán evitarlos. Es notable la preocupación del gobierno japonés, de las instituciones educativas y del público en general por conocer lo que tienen que hacer y a dónde acudir en esos momentos de temor y angustia. De hecho, saber cómo reaccionar y qué hacer en momentos difíciles y dolorosamente sorpresivos, preserva la vida de muchos.
La Biblia también da cuenta de circunstancias y eventos de distinta naturaleza igualmente inevitables y para las cuales el creyente debe sabiamente dar respuestas. El Señor dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33) junto con la verdad para enfrentarlas: “Pero confiad, yo he vencido al mundo”. También dijo: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos” (Mateo 10:16) y la medida para prepararse es “sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Por su parte Pablo advirtió que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2ª Timoteo 3:12). Pedro por su parte exhortó a la iglesia perseguida a que no se sorprendieran del fuego de la prueba que les había sorprendido (1ª Pedro 4:12) y la verdad con la que debían prepararse fue “sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría”. Y una última referencia que deseo mencionar se encuentra en un contexto de verdadera aflicción, revelada a Juan en Apocalipsis 13:10: “Todo el que esté destinado a la cárcel, a la cárcel será llevado. Todo el que esté destinado a morir a espada, morirá a filo de espada”, y la respuesta que se espera es: “Esto significa que el pueblo de Dios tiene que soportar la persecución con paciencia y permanecer fiel” (NTV). Considero que sería una necedad no estar preparados para las circunstancias y eventos que son inevitables. Haría bien el pueblo de Dios hacer un estudio serio sobre lo enseña la Biblia en relación a lo inevitable para que asuma la actitud adecuada y dé las respuestas que Dios espera.
Pero esto no es todo, es necesario tener presente un par de eventos inevitables en la vida de toda persona: La muerte y el posterior juicio de Dios. Ese es el momento cuando no hay vuelta atrás, cuando las páginas de la vida ya no tienen líneas que llenar. Será el instante cuando la verdad penetrará como una luz hiriendo a muchos y dando confirmación de dicha y felicidad a otros (Juan 5:28-29). Será el tiempo cuando el hombre se dará cuenta (lamentablemente tarde para muchos), de que las filosofías con las que pretendían negar a Dios, su justicia, su misericordia y sus juicios, les condujo a vivir inadecuadamente con lo inevitable.
La Biblia dice: “… está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”, lo que nos indica claramente que ese juicio será inevitable, que el hombre tendrá una cita impostergable con Dios. Pero tú decides si aprendes a vivir con lo inevitable o dejas que te arrastre y te condene.
El precavido siempre lleva una ventaja y más si de los asuntos eternos se trata, y la única forma de hacerlo es aceptando a Jesucristo como su Salvador. Tú puedes cambiar hoy tu destino eterno y la sentencia en aquel juicio ineludible. El que está en Cristo tiene esta confianza. ¿Qué harás?

Eduardo Padrón
Pastor, comunicador y escritor
Min. Educación y Cambio
edupadron@gmail.com

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