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“11 razones que hicieron incomodar a Dios” y que terminaron por desatar su juicio sobre Venezuela

Hace décadas Dios llamó la atención del cuerpo ministerial venezolanos a través de sus profetas para que se arrepintieran y evitaran el juicio sobre el país, pero estos no no lo acataron, y lo demás es historia

“¿Hasta cuándo hablaré en vuestras reuniones y no oiréis, y mi voz no es tomada en cuenta?”, denunció el Señor / Freepik

(Verdad y Vida).-

REDACCIÓN.- Millones de venezolanos y extranjeros se preguntan el por qué nuestra nación llegó a la grave crisis que tiene más de 34 años y que amenaza con empeorar si Dios no mete su mano misericordiosa a tiempo.
Para los académicos y expertos políticos y económicos existen explicaciones racionales a estos siete lustros de crisis, pero la verdadera explicación es eminentemente espiritual.
Dios llamó la atención del liderazgo de su Iglesia y del pueblo venezolano en general para que “se volvieran de su vana y pecaminosa manera de vivir”, si no enviaría un severo juicio sobre Venezuela y los venezolanos, estuvieran estos dentro o fuera del país. Y es exactamente lo que ha venido pasando.
Pero la mayor exhortación a cambiar de conducta en beneficio del país recayó sobre el cuerpo ministerial cristiano venezolano, la cual vino a través de varios reconocidos profetas del Señor, tanto venezolanos como extranjeros; sin embargo, no fue acatada por la inmensa mayoría de ellos, y lo demás es historia.
Rememoramos las 11 razones que el Señor le reveló al profeta Ángel Ramón Hernández, que hicieron que Dios interviniera severamente a Venezuela, las cuales han sido tomadas del libro “Memorias de una nación en guerra”, del profeta José Ángel Hernández (Capítulo XII, Págs. 55-56); que presentamos textualmente para ustedes:
A finales de ese mismo año, Ángel experimenta un trato especial.
Dios, pone en sus manos once razones por las cuales Él se encontraba airado, con el ministerio venezolano.

  1. “¡Ay de los sacerdotes que enseñan a precio!”.
  2. “¡Ay de los profetas que profetizan por dinero!”.
  3. “¡Ay de los evangelistas que ponen precio a sus sermones!”.
  4. “Han puesto leyes sobre mi pueblo que yo no les he dado. Se han convertido en asalariados. Quitan la piel de mis ovejas para vestirse ellos. Muchos son arreglados por cuenta obligatoria de salario, dejando muchas veces mi iglesia arruinada; eso es abominación ante mí, pues ya no ministran como siervos, sino que, tienen sus ojos puestos en la moneda”.
  5. “Muchos de mis ministros están envanecidos y no oyen mi voz. La seguridad ya no la tienen en mí, sino en sus propias personalidades como ministros. Tienen mucha confianza en sus sueldos y templos y se aseguran en sí mismos, diciendo: ‘Jehová está con nosotros’, no les importa si mi congregación se inclina al mundo; sólo les importa que corra el dinero en sus tesoros”.
  6. “Ya no soporto, dice Jehová, la inmunidad de los grandes y el hundimiento de mis pequeños. ¿Hasta cuándo toleraréis el pecado en el que os conviene y destruís al que no tiene defensa?”.
  7. “Ya no soporto vuestros adulterios y vuestras concupiscencias, siendo para muchos, cosa ligera de hacer y de restituir”.
  8. “Ya no soporto que alguien ponga sus asquerosas manos sobre mi Palabra mintiendo y diciendo que no ha pecado, teniendo su corazón hediondo por la inmundicia de su maldad”.
  9. “¿Hasta cuándo os comerán mutuamente vuestras costillas?, pues delante de mí se desangran como bestias y el odio carcome vuestros huesos, y de los pleitos de mi pueblo son testigos los impíos”.
  10. “¿Hasta cuándo hablaré en vuestras reuniones y no oiréis, y mi voz no es tomada en cuenta?”.
  11. “¿Hasta cuándo no entenderéis que esta es vuestra condición?

Dice el Señor: ¡Extiendo una oferta! Misericordia a cambio de arrepentimiento. Ustedes ven si la aceptan, pues he roto mi silencio con sentencia y el futuro de esta nación, dependerá de vosotros. Venid a mí en arrepentimiento y con muchos ayunos.
Oíd la voz de Dios y no endurezcáis vuestros corazones.
Arrepentíos y convertíos al Dios vivo”.
En obediencia al Altísimo.

Rvdo. Ángel Hernández
Coro, 22 de noviembre de 1988.

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