Lo que sale del corazón del hombre es lo que lo contamina y le impide prosperar, florecer y alcanzar el éxito en todas las cosas

Solemos creer que nuestros problemas se deben solamente a causas externas que no podemos controlar; y no nos percatarnos de que la mayoría de nuestras dificultades se deben a los enemigos que habitan dentro de nosotros y que son los que más daño nos hacen.
Jesús dijo: “que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:20).
Algunas de las enfermedades más temidas como el cáncer y el Sida, son causas de anidar odio, falta de perdón y lascivia en el corazón. La pobreza, la escasez y la miseria de los pueblos se deben a la avaricia de sus gobernantes y a la ignorancia de su gente. El divorcio y la destrucción de la familia son producto de la insensatez humana. Como puedes comprobar, lo que sale del corazón del hombre es lo que lo contamina y le impide prosperar, florecer y alcanzar el éxito en todas las cosas.
En la tercera epístola de Juan, capítulo 1, versículo 2, Dios nos anuncia el anhelo de su corazón: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. El mayor deseo de nuestro Padre del cielo es que prosperemos en todas las áreas de nuestra vida (personal, conyugal, familiar, laboral) y que tengamos salud (fortaleza, vitalidad, longevidad) a medida que prosperan (progresan, avanzan, y se perfeccionan) nuestras almas. Como puedes notar, el deseo de Dios es matemático; si diariamente crecemos espiritualmente seremos más saludables y prósperos. Es por esa razón que hoy te invito a mirar dentro de ti. Hazte un examen de conciencia, confronta esos enemigos que anidas en tu corazón y que te impiden alcanzar el bienestar que Dios quiere para ti. David le pidió al Señor en oración: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23).
Necesitamos a Cristo cada día porque Él es el único que puede cambiar nuestros corazones y nuestras mentes. Admitir y confesar ante el trono de la gracia nuestras maldades es el primer paso para liberarnos de los enemigos internos. El arrepentimiento dará paso a la transformación de nuestros corazones y a una vida nueva, saludable, y próspera.
Liliana González de Benítez
Periodista y autora
lili15daymar@hotmail.com