Como personas creadas del barro debemos conocer que solo en Cristo seremos moldeados y útiles con humildad… y ser hallados como un diamante que brille por la eternidad

El cuerpo humano está constituido en un 65 % de agua aproximadamente. El cerebro posee un 70 %, la sangre un 80 %, los pulmones se componen en un 90 %. El agua es vital para el individuo, porque contribuye a las funciones orgánicas con el objetivo de liberar toxinas y calmar la sed. Jesús nos enseña en su palabra, en el escrito de Juan 4:14, “más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. En versículos anteriores (Juan 7:37), nos indicaba “…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”.
Hay un 35 % restante en la composición del cuerpo y está formado por Oxígeno (O) 18 %, Carbono (C) 6 %, Hidrógeno (H) 4 %, Nitrógeno (N) 3 %. El 4 % final lo componen Calcio (Ca), Fósforo (P), Potasio (K), Azufre (S), Sodio (Na), Magnesio (Mg) y Cloro (Cl). Cada uno es su justa medida cumplen diversas funciones en el cuerpo. Todos estos componentes y en similares proporciones los encontramos en el barro en la naturaleza. No cabe la menor duda de como Dios creó al primer ser en el huerto del Edén (Génesis 2:7).
Durante su caminar, cae en vergüenza ante su creador y comete pecado desobedeciendo. Pero en el momento perfecto (Eclesiastés 3), Dios llega a nuestras vidas; Él siempre estuvo allí; pero el barro no quería abrir su corazón, para darnos a conocer nuestro propósito como barro. Por ello, nos envió al Hijo (Juan 3:16) para purificar el barro de tanta contaminación y así perdonar nuestros pecados (1ª Juan 1:9), como un regalo inmerecido, por amor. Para luego ser nuestro alfarero (Isaías 64:8). Seguidamente, nos envía al Espíritu Santo para ayudarnos a ser moldeados en el proceso, dándonos fortaleza y bendiciendo nuestras vidas por caminar con fe y obedientemente en su verdad.
Esta transformación requiere perseverancia, porque nos lleva a cambiar nuestra manera de pensar, de vivir enfocados ahora primero en sus promesas, de tomar decisiones orando y colocando toda angustia y temor en sus manos y no en nuestra propia prudencia. Modificar una naturaleza pecaminosa en una más espiritual, sensible y entendida con su palabra. En esa fidelidad, nuestras impurezas son removidas, nos convertimos en nuevas criaturas espirituales y nos lleva a soportar en sus manos diversas aflicciones, pues reconocemos que sin Él nada somos. Destinados para alcanzar a muchos y llegar a ser conocidos por los frutos.
Caminemos confiadamente en su palabra, su verdad, Él nos lleva de la mano (Isaías 41:13), nos bendice y nos guarda (Números 6:24). Como personas creadas del barro debemos conocer que solo en Cristo seremos moldeados y útiles con humildad. El proceso nos llevará al fuego para ser limpiados de toda cosa corruptible. Hasta algún día llegar a estar en la presencia del Señor, sin arrugas y sin manchas (Efesios 5:27); y ser hallados como un diamante que brille por la eternidad. Así como cuando el diamante es bien cortado emite un brillo visible y al ser pulido afecta su capacidad de absorber, refractar y reflejar la luz. Cuanto más pulido y transparente sea el diamante, más brillo tendrá.
Permite en tu corazón ser moldeado por el amor de Jesucristo y verás su gloria, como un diamante hermoso. Solo cree.
Julio Almedo
Informático