Home / Análisis / El desafío de volver a casa

El desafío de volver a casa

He percibido que la mayoría de las personas piensan que cuando el misionero regresa a su país, a su tierra natal, el desafío terminó. Pues, debo cumplir con la obligación de informarte que eso no es cierto

Al regresar a casa para muchos no somos más misioneros porque no estamos en el campo / Freepik

Vivir en otra cultura siempre implicará algunos desafíos. Cosas tan simples como ir al mercado, indicar una dirección o saludar cortésmente, pueden ser mental y emocionalmente agotadoras. Ahora, si además vamos como obreros transculturales, tenemos que sumarle muchos otros aspectos que hacen el desafío todavía mayor.
Sin embargo, he percibido que la mayoría de las personas piensan que cuando el misionero regresa a su país, a su tierra natal, el desafío terminó. Pues, debo cumplir con la obligación de informarte que eso no es cierto. Ambas situaciones son muy desafiantes, pero de formas bien diferentes.
Sin embargo, como los retos de salir al campo son más conocidos, en esta ocasión voy a dedicar este espacio a los que están relacionados con el regreso del campo.

EL DESAFÍO DE SOLTAR Y DEJAR

Cuando servimos como misioneros es normal y deseable que nos acostumbremos a ese nuevo lugar, que hagamos amigos, que echemos raíces, especialmente si pasó suficiente tiempo.
El desapego de lo material es lo primero en lo que pensamos al volver. ¿Qué llevar y qué dejar? ¿Qué hacer con lo que se deja? ¿Se vende? ¿Se regala? Tal vez, puedes estar pensando ¿Qué tan difícil puede ser escoger qué meter en la maleta? Pero es más que eso, no es solo algo material. ¿Qué hacer con los objetos que tienen un significado más emocional? ¿Dónde me llevo los regalos que quisiera conservar, pero que pesan o simplemente debo sacrificar por llevar cosas más funcionales?
Ahora recuerdo la carita de Marcela al preguntarme por qué teníamos que vender su bicicleta, o por qué tenía que regalar la mayoría de sus juguetes y libros. En una ocasión me preguntó si podía llevarse su casita, o si su cama cabía en el avión. Explicarle a Marcela que íbamos a dejar Carnaúba y que ya no íbamos a vivir ahí fue una de las cosas más difíciles que he hecho. En los días siguientes, comenzó a entender lo que implicaba todo y preguntaba si iba a ver a su amigo Arirão (una montaña que veíamos desde casa). Acompañarla en ese proceso fue muy difícil. No pude evitar sentirme culpable por arrancarla del lugar que ella consideraba su hogar.
Pasamos más de un mes regalando cosas, vendiendo algunas otras, botando muchas más. Durante ese período me encontré una carpeta donde había guardado los primeros dibujos y tareas de Marcela. No podíamos traerlos porque eran muchos y no se me ocurrió digitalizarlos. Lloré muchísimo cuando tuve que deshacerme de esos papeles. Fue emocionalmente muy desgastante.
Piensa por un momento, ¿qué harías si tu familia tuviera que resumir su vida en dos maletas de 23 kilos y dos de 10? Mi familia ha hecho eso varias veces y no es divertido.
Sin embargo, quienes no lo han experimentado pueden ignorar que regresar a casa implica más que dejar objetos. Significa dejar amigos, gente querida, vecinos amables, la familia que Dios te regaló en otro lugar del mundo. También habrá que delegar un trabajo que estabas haciendo y dejar la cosecha en manos de alguien que no sembró y que, tal vez, no sabe todos los sacrificios que se hicieron hasta ese momento.
En esos momentos, es importante recordar que la obra en la que Dios te permitió participar no es tuya, sino Suya. Él seguirá al control, incluso cuando tú no estés.

EL DESAFÍO DE NO ENCAJAR

El asunto es que la persona que está llegando no tiene un lugar en la vida diaria de los demás y eso puede dejarla con una sensación de soledad que puede llegar a afectarle profundamente / Freepik

Una vez que las maletas están hechas y las despedidas tienen lugar, comienza la mejor parte: ¡Las bienvenidas! Los abrazos, las lágrimas de alegría, los regalos, las historias que van y vienen, probar la comida de la casa, visitar lugares que añorabas, en fin. Un tiempo muy feliz.
Pero ese tiempo de bienvenidas y alegrías no dura para siempre. Pasadas algunas semanas, la realidad golpea en la puerta. Ya no eres una novedad en la vida de las personas a tu alrededor, ya todas las bienvenidas tuvieron lugar y todo el mundo volvió a la rutina de sus vidas.
El asunto es que la persona que está llegando no tiene un lugar en la vida diaria de los demás y eso puede dejarla con una sensación de soledad que puede llegar a afectarle profundamente.
El lugar que ocupabas en tu iglesia ya fue ocupado por otras personas, tus amigos hicieron nuevos amigos, e incluso tu familia tiene una dinámica diferente a la que había cuando te fuiste. Incluso tu país, especialmente si eres venezolano, cambió mucho durante el tiempo que estuviste fuera de sus fronteras. El sentimiento es que no hay un espacio para ti en tu propio lugar.
No es culpa de nadie, es hasta natural que suceda así. Sin embargo, es importante ser consciente de ello, saber qué esperar y tener recursos emocionales para enfrentarlo. También es vital que la familia del misionero y su iglesia local tengan conocimientos de este asunto para que le brinden la ayuda necesaria para surfear estos retos en victoria.

Mi deseo es que como Iglesia de Cristo aprendamos a cuidar de nuestros obreros transculturales integralmente, que comprendamos que apoyar la obra misionera va más allá de orar y aportar económicamente

EL DESAFÍO ECONÓMICO

Este es un tema del cual evito hablar siempre que puedo, pero en esta ocasión no es posible dejarlo de lado. De hecho, es un reto presente en todo el proceso del servicio a Dios, tanto en el campo como de regreso en casa.
Sin embargo, cuando el misionero está en el campo, la iglesia enviadora generalmente siente un poco de presión para sostenerlo porque el obrero está haciendo la obra del Señor. Aunque, la iglesia venezolana y el sostenimiento de los obreros transculturales son una mención aparte, un caso especial debido a la situación del país, aún quedan algunas iglesias que siguen siendo fieles en el sostenimiento de las familias misioneras en el campo.
Ahora bien, una vez que el obrero regresa a su país, lo más común es que la historia cambie. Ese apoyo financiero, que en el campo probablemente era insuficiente, desaparece una vez instalados en casa.
Nosotros como familia misionera salimos de una iglesia que nos ama mucho y que nos ha apoyado estos casi once años que tenemos sirviendo a Dios entre los pueblos. La verdad que en muchos sentidos son una excepción a la regla, aunque aún están aprendiendo a cuidarnos y a hacernos sentir amados.
Pero, yo sé que una congregación o dos, no representan el apoyo financiero que una familia necesita para subsistir ni en el campo, ni cuando regresa a casa, y aunque el dinero es importante en el mundo terrenal, para mí lo más destacado es como puede llegarse a sentir el obrero en medio de esta situación.
Yo personalmente he escuchado y experimentado muchas desilusiones, como que retirarían el apoyo financiero hasta que tengamos un nuevo proyecto de salida al campo. Lo que eso implica es que para la iglesia en general somos misioneros mientras estemos en el campo. Ahí recibimos muchos mensajes de apoyo, las congregaciones parecen estar interesadas en lo que sucede, pero al regresar a casa para muchos no somos más misioneros porque no estamos en el campo.
Lo cierto de todo, es que Dios es tan lindo que siempre saca joyas en medio de las situaciones más complicadas. En este caso, Dios nos ha enseñado que nuestra identidad debe estar basada en lo que Él dice de nosotros, en lo que Él ha hecho por nosotros y no en lo que nosotros podemos hacer, ni en lo que los demás piensan de nosotros.
Es una lección que estamos aprendiendo. Al final, inclusive si nunca volviéramos al campo, seguimos siendo hijos amados incondicionalmente.
Mi deseo es que como Iglesia de Cristo aprendamos a cuidar de nuestros obreros transculturales integralmente, que comprendamos que apoyar la obra misionera va más allá de orar y aportar económicamente. Que abracemos las familias misioneras entendiendo que son humanos, frágiles, que enfrentan desafíos enormes. Hoy es mi familia la que enfrenta estos retos, pero Dios sigue llamando más obreros. Aprendamos de los errores que hemos cometido en el pasado para suavizar un poco el camino para los misioneros que saldrán en el futuro.

Luz Marina Figuera de Sirit
Misionera venezolana
https://misioneraesposaymadre.wordpress.com/

About Verdad y Vida

Check Also

Miklos Lukacs en Perú: “Se requiere educación para contrarrestar la agenda globalista”

Así lo manifestó el reconocido escritor y también estudioso del transhumanismo, quien ofreció en Lima …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *