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El TSJ y las uniones depravadas

No es la primera vez en Venezuela que la comunidad sexodiversa intenta socavar los fundamentos legales, morales y espirituales de la familia tal y como la concibió Dios desde el inicio. Hubo un intento previo de modificar la Constitución Nacional vigente para tratar de lograr lo que a todas luces es un arrebato liderado por mentes que tal y como lo expresa el profeta Isaías: «¡Ay de los que llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno!» (5:20a).

Ahora tocó el turno al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), quien a través de la magistrada Gladys Gutiérrez Alvarado, tras responder al escrito presentado ante la Sala Constitucional, el 29 de enero de 2015, por la Asociación Civil Venezuela Igualitaria, donde solicitan la «demanda popular de nulidad por inconstitucionalidad del artículo 44 del Código Civil venezolano»; en el que se establece que el matrimonio es únicamente entre un hombre y una mujer.
Lo que asombra es que en una materia tan delicada e incendiaria como la destrucción de la institución matrimonial y, por ende, de la familia, el TSJ haya actuado con más celeridad que en muchos otros casos que reposan en este máximo tribunal de la nación; pasándole esta «papa caliente» a la Asamblea Nacional para que lo debata y apruebe cuando el país se cae a pedazos ante los múltiples problemas que lo azotan.
El TSJ viene desconociendo cada ley y decisión de la autónoma y soberana Asamblea Nacional de Venezuela declarando las mismas como «inconstitucionales», pero ahora sí considerará como constitucional que el poder legislativo dirima un tema tan espinoso como es el de institucionalizar la depravación sexual de una ínfima minoría que hoy pretende «oficializar» lo que hace siglos vienen practicando en «uniones de hecho». ¿Qué intereses se están moviendo detrás de este vergonzoso asunto?
Cuando se separa el asunto moral de las leyes, estas pasan a ser meros enunciados divorciados de su propia razón de ser. Ningún legislador, juez, fiscal o tribunal terrenal tiene facultad para divorciar las leyes de su poderoso e indivisible tema moralista. Las leyes fueron creadas para que lo moral mantuviera su supremacía sobre la humanidad. Ni el TSJ ni la Asamblea Nacional tienen facultades para legislar o juzgar sobre lo moral. El moral, es un tema meramente espiritual que compete a Dios únicamente y ya Él lo dejó claramente establecido en las Sagradas Escrituras.
Dios le ha dado libre albedrío al hombre, si, pero ello no significa que el ser humano pueda hacer lo que le venga en gana sin entender que tarde o temprando tendrá que rendir cuentas al Señor por la manera como pensó y actuó en este mundo. Los apetitos de la carne deben entrar por el carril de la primera y gran legislación establecida en el mundo, no por voluntad humana, sino por el mismo Dios que nos creó y nos puso los límites para actuar. Quien con sus actos infrinja la Palabra del Señor contenida en la Biblia no tendrá más que una horrenda expectación de juicio, y el mismo se efectuará en la eternidad, con respercusiones eternas, sean buenas o malas nuestras acciones.
Ni el TSJ ni la Asamblea Nacional ni ninguna institución humana saben en el problema que se están metiendo al querer normar lo que ya Dios sentenció. La Palabra de Dios no acepta enmiendas, reformas o contextualizaciones que los pecaminosos intereses del hombre quieran hacerle. Lo que ellos ignoran o se hacen de la vista gorda es del gran juicio que recaerá sobre cada uno de ellos si no se arrepienten a tiempo y acuden al perdón salvador de Jesucristo, porque sencillamente están atentando contra la institución matrimonial y familiar que les sirvió a ellos para venir al mundo.
Concluimos con una porción de la Palabra eterna que está por encima de cualquier ley terrenal que la contravenga: «La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad y maldad de quienes injustamente retienen la verdad… porque lo invisible de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, y pueden comprenderse por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues a pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón se llenó de oscuridad… Por eso Dios los entregó a los malos deseos de su corazón y a la impureza, de modo que degradaron entre sí sus propios cuerpos… Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van en contra de la naturaleza. De la misma manera, los hombres dejaron las relaciones naturales con las mujeres y se encendieron en su lascivia unos con otros. Cometieron hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibieron en sí mismos la retribución que merecía su perversión… Y como ellos no quisieron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para hacer cosas que no convienen. Están atiborrados de toda clase de injusticia, inmoralidad sexual, perversidad, avaricia, maldad… Y aunque saben bien el juicio de Dios, en cuanto a que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se regodean con los que las practican» (Romanos 1:18-32).
Sin embargo, Jesucristo ofrece perdón para el pecador en general, Él ama al pecador pero condena su pecado: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» (1ª Juan 1:8-9).

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