Abramos nuestro corazón a la Palabra de DIOS, sintonizándonos correctamente a la Frecuencia del Espíritu, con una actitud correcta
Fue como todos los días a la reunión de la iglesia. Esa noche, según le dijeron, sería especial pues vendría un predicador invitado. Estarían en el tercer piso de aquella casa llena de luces a la que frecuentaban ir. Él era de esos jóvenes que se sientan al final para conversar con los demás, pero aquella noche estaba solo, sentado al borde del ‘murito’, a 9 mts. de altura del piso.
La brisa soplaba suavemente, alimentando el sueño que cargaban sus ojos. Escuchaba de forma intermitente, a lo lejos, al predicador que disertaba, y disertaba, y disertaba… ¡Qué sueño tan extraño! Allí estaba él, tirado en el piso de la planta baja escuchando la voz chillona del predicador muy cerca de su cara: «¡Está vivo!».
¡Qué alegría para toda la iglesia de Troas: Eutico despertó del sueño de la muerte, por la gracia de DIOS, convirtiéndose en la ilustración del mensaje del predicador…! Pablo siguió hablando largamente hasta el amanecer, y el joven le escuchaba ‘fuerte y claro’, bien despierto, en primera fila.
Es que el consejo del Predicador sigue vigente: «Cuando fueres a la casa de DIOS, …acércate más para oír…» (5:1). Por cierto, los buenos alumnos siempre se sientan en las primeras filas. Al parecer, y así es, se trata de un asunto de actitud. Marta y María de Betania, son ejemplo vivos de lo que estamos hablando.
Marta, cuyo nombre significa ‘gran señora’, es quien toma la iniciativa de invitar a Jesús, y a Sus discípulos a quedarse en su casa (Lucas 10:38-42). Sin embargo, ella dejó al Santo Visitante en la sala, para irse a prepararles la comida. Imagino que su pensamiento fue ‘yo escucho desde la cocina’. Oye, Martica: No es lo mismo ni es igual.
Contrario a ella, María su hermana, buscó un puesto ‘V.I.P’, sentada a los pies de Jesús (v.39).
Marta sale de la cocina hedionda a humo y encendida en ira. Hablándole al Maestro en tono desafiante y de regaño, Le increpa: «SEÑOR, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude» (v.40). Imagina el cuadro: Jesús, el Maestro, sentado junto a los discípulos, y María la hermana de Marta sentadita (aplastada, diría Marta). La ‘gran señora’, de pie mirando a todo el grupo y dirigiéndose al SEÑOR ‘desde arriba’…
¡Bendito el control de Jesús sobre la clase, Santo Pedagogo…! Le dice a la alumna ‘rebelde’: «Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada» (vv. 41-42).
Abramos nuestro corazón a la Palabra de DIOS, sintonizándonos correctamente a la Frecuencia del Espíritu, con una actitud correcta y «recibamos con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar nuestra alma» (Santiago 1:21, énfasis mío).
Hamilton Tovar
Misionero movilizador
hamilton777@gmail.com