Para tener finanzas celestiales exitosas debemos invertir en la fe en Cristo (Filipenses 3:9)

En estos últimos tiempos diversos sectores de la vida vienen instruyendo al personal con mayor énfasis en el tema de la educación financiera, con el fin de poder contar con conocimientos que les permitan enfrentar y resistir las diferentes dificultades económicas cotidianas para permanecer por un tiempo determinado.
Estas enseñanzas consideran cuatro áreas bases primordiales: Las inversiones, los gastos, los ingresos y los ahorros. Todas requieren mucho estudio y dedicación si se quieren alcanzar los objetivos propuestos, pero de la inversión inicial dependerá la existencia de las otras tres. Cabe señalar que, todo comienzo implica un gran esfuerzo.
La inversión es el proceso realizado por una persona para planear y decidir disponer de un bien, conformado por tiempo, dinero y esfuerzo, con el fin de adquirir (comprar) o fabricar (producir) algún producto; o prestar algún servicio para obtener un retorno de ganancia estimada. El costo es con lo que se cuenta para invertir y controlarlo es vital para perdurar, de lo contrario se puede caer en gastos innecesarios que conllevan a perdidas, bajos ingresos y poca posibilidad de ahorro.
Semejantemente funcionan las finanzas celestiales en el Reino de Dios (Génesis 1:27). El Señor por medio de Su Palabra revela a su pueblo fiel y obediente estos principios para permanecer caminando en Su verdad y propósito (Oseas 4:6). Estas nociones por Su Gracia primero se mueven en lo espiritual y de manera similar en el mundo natural (Mateo 6:33).
La Biblia nos señala que todo fue creado por medio de él y para él (Colosenses 1:16b). Esto es un plan de inversión inicial. Seguidamente, Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) invirtieron el tiempo (6 días), y esfuerzo (descansó al séptimo día). Dios vio todo lo que había hecho y he aquí que era muy bueno (Génesis 1:31a). Claro está, Dios no utilizó dinero, pues todo lo hizo por el poder de Su Palabra (Juan 1:1-3), por eso son finanzas celestiales. Pero como todo inicio implicó un gran esfuerzo, pues había un total desorden (Génesis 1:2).
Luego, por el pecado original (mala inversión ejecutada por Adán y Eva con esa creación) se presentaron muchísimos acontecimientos hasta el nacimiento de Jesús. A partir de aquí se suscitó un plan de inversión renovador lleno de amor, esperanza y fe (1ª Corintios 13:13). Con Su muerte en la cruz del Calvario y resurrección fuimos comprados (1ª Corintios 6:20), a precio de sangre. A Él le costó (inversión) todo, ahora somos instrumentos suyos. Esta ha sido la más grande transacción espiritual y con repercusión eterna, realizada hasta ahora con las finanzas celestiales, a la espera que se cumpla la promesa de Su venida por su pueblo. ¡Gracias Señor! Alabado sea tu nombre.
Mientras tanto es necesario estar en los negocios del Padre según lo indicó Jesús (Lucas 2:49). ¿Cómo conducir esos negocios y velar por las finanzas celestiales? Invirtiendo como nos enseñó Jesús: Dando a conocer las buenas nuevas para ganar almas y llevar mucho fruto (Isaías 61:1-3, Proverbios 11:30 y Juan 15:8). Considerando la instrucción de dar testimonio de lo que el Dios Altísimo ha hecho en mí (Daniel 4:2). Dando de gracia lo recibido por gracia (Mateo 10:8). Perseverando con fe y en obediencia en toda Su Palabra. Siguiendo la lección dada por en 2ª Pedro 3:14; “Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estas cosas, hagan todo lo posible para que Dios los encuentre en paz, sin mancha ni culpa”. Permaneciendo totalmente irreprensibles (Filipenses 2:15). Reconociendo que para tener finanzas celestiales exitosas debemos invertir en la fe en Cristo (Filipenses 3:9). ¿De qué manera estás conduciendo tus finanzas? ¿Qué tanto estás invirtiendo en lo celestial y eterno?
Julio Almedo
Informático