Recuerdo como si fue ayer el torbellino de emociones encontradas que me produjo tener por primera vez a mi hija en los brazos. La felicidad afloró confundida con el miedo y la duda. Me invadieron las interrogantes: ¿Seré una buena madre? ¿Desarrollaré la paciencia que no tengo? ¿Cuál será el mejor pañal? ¿Qué hago si no para de llorar? ¿Cómo educarla con libertad y disciplina? Y pasa el tiempo y agrego más preguntas a mi interminable lista, es que ni las anécdotas de las abuelas sirven de manual materno. Eso es algo que se aprende en la práctica y en algunos casos por ensayo y error. Cuando creemos tener todo bajo control, surgen nuevas etapas y edades que nos conducen a zonas desconocidas y a enfrentar nuevos desafíos. Sin embargo, no tenemos por qué pasarnos la vida con ansiedad o temor por lo que cada fase del desarrollo pueda traer, ni por las amenazas latentes que pretendan emboscar a nuestros hijos. Lo más seguro son los cambios y debemos adaptarnos a ellos con serenidad y confianza; sabemos por ley de vida que algún día nuestros pichones abandonaran el nido para volar solos.
La buena noticia es que contamos con la oración como arma infalible para disfrutar la experiencia maravillosa de ser padres. Cubre cada detalle de la vida de tus hijos en oración, no importa si es un recién nacido saludable o un adulto de 39 años. Jamás subestimes el poder de los padres que oran. Santiago 5:16 dice: “La oración eficaz del justo puede mucho”. Hace poco una pareja de amigos cristianos soltaron al vuelo por primera vez a la mayor de sus hijas, la niña siendo un embrión fue consagrada a Dios y las bendiciones que el Señor derrama sobre ella son asombrosas. Con 17 años tiene el privilegio de viajar a Inglaterra a perfeccionar el idioma inglés y mientras tanto, le aguarda un cupo en la UCV (Universidad Central de Venezuela) para estudiar Psicología. A pesar de la dificultad de acceder a la instrucción universitaria, a la crítica situación económica por la que atraviesa el país y a los recursos limitados de sus padres, esta joven se encuentra viviendo una inolvidable experiencia. No es casualidad, no es un golpe de buena suerte. Son las oraciones persistentes de sus padres en su diario vivir.
Dios obra para los que le aman y esperan en Él. Cuando acudimos a sus pies y ponemos la vida de nuestros hijos en sus amorosas manos nos maravillamos de sus bondades: abre puertas, ensancha territorios, conduce al éxito, los guarda del mal, los prospera, responde a nuestro clamor. Si quieres tener el favor de Dios sobre tu vida y la de tu descendencia medita de día y de noche en su palabra; deléitate en su ley. “Serás como árbol plantado junto a corrientes de agua que da fruto a su tiempo, su hoja no cae y todo lo que hace prospera” (Salmo1:3).
Liliana Daymar González
Periodista
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com