(George Laguna – Teólogo y Comunicador).-
Todo cristiano está llamado a respetar las leyes, y por lo tanto debemos así mismo cumplir con nuestros deberes como ciudadanos y esto incluye los deberes y derechos políticos. Pero también todo cristiano debe recordar que tiene una doble ciudadanía, «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20).
Tomando muy en cuenta los principios establecidos en la Palabra de Dios surge una pregunta: ¿Debe la Iglesia de Cristo involucrarse en actividades políticas?
En todo país existen partidos políticos los cuales compiten entre sí para llegar al poder y poner en práctica sus ideas y postulados, que conduzcan el rumbo económico, social y político de dicho país por la senda del éxito según su punto de vista. Las tendencias de pensamiento van de un extremo a otro, desde ultra izquierdistas hasta ultra derechistas, pasando por centristas, ateos, religiosos, etc.
Todo cristiano que desee participar en la política lo puede hacer, pues es libre de hacerlo como todo ciudadano, pero debe primeramente deponer todo cargo o responsabilidad que posea en la iglesia en donde sirve, y entrar a la política sólo a título personal, sin relacionar o incluir a ninguna organización cristiana, congregación o iglesia con la función política.
Para el cristiano el mejor ejemplo a imitar es Jesucristo, quien dijo que no se puede servir a dos señores: «Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro» (Mateo 6:24).
Durante el ministerio de Jesucristo, en varias oportunidades le preguntaron sobre política. En una ocasión trataron de relacionarlo como líder político. Los zelotes judíos soñaban con un líder político que enfrentara al imperio romano que dominaba a Israel en ese tiempo y Jesús de Nazaret tenía liderazgo entre el pueblo. Sin embargo note lo que dijo Jesucristo, «Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí» (Juan 18:36).
Tomando muy en cuenta la enseñanza de Jesucristo sobre el hecho de servir a dos señores, el apóstol Pablo escribió al joven pastor Timoteo una advertencia en cuanto a que si él (Timoteo) estaba escogido para servir a Dios en la proclamación del evangelio, no debía ejercer otra función o servicio a otra causa. «Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado» (2ª Timoteo 2:3-4).
Todo cristiano está llamado a orar por sus gobernantes, por los que están en eminencia a fin de que Dios les dé sabiduría y entendimiento para gobernar, (1ª Timoteo 2:1-3) pues las buenas o malas decisiones afectan la vida de todos en la nación. Se deben respetar las opiniones y tendencias políticas de los miembros de la iglesia, sin ejercer ningún tipo de promoción o propaganda política desde posiciones de liderazgo o investidura religiosa. La iglesia es un lugar donde toda persona se reúne para orar y adorar al Señor, un lugar para encontrar aliento en la Palabra de Dios, para compartir en hermandad y no un lugar para debates políticos.
La Iglesia de Cristo si debe cooperar con los gobernantes en programas sociales, en la lucha contra las drogas y el alcoholismo, en la educación, el fortalecimiento de los matrimonios y familias, la paz comunitaria, los programas de reinserción social de los privados de libertad, los derechos humanos y la promoción de los valores y principios cristianos. El evangelio busca acceder al corazón de los hombres para sentar allí a Cristo Jesús para dirigir las vidas a fin de solucionar los problemas internos que son los que realmente generan los problemas externos.
«Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, El pueblo que él escogió como heredad para sí» (Salmos 33:12).
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