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Integridad vs. honestidad, Miguel Ángel León R.

La integridad es el reflejo del carácter de una persona espiritual, que en su conducta cotidiana antepone la moral de los valores y principios que gobiernan su vida a las luces

Hoy hablaré de un valor que se ha convertido en una especie rara en peligro de extinción en la conducta del venezolano, cuya ausencia en buena medida es la causa primaria de toda la crisis que hoy afecta a los venezolanos.
La honestidad tiene que ver con todo lo que hacemos cuando otros nos están observando, razón por la cuál puede ser fingida y convenientemente ejecutada solo con la finalidad de satisfacer a quienes nos observan y no por convicción, para simular algo que realmente no somos.
La integridad en cambio, es todo lo que hacemos cuándo nadie nos está observando, es una conducta genuina que es producto de una convicción, que no necesita ser fingida ni está condicionada por nada, que expresa quienes somos en realidad.
Es por ello que hay muchas personas que aparentan ser honestas, pero realmente no lo son, lamentablemente esto solo lo sabemos cuando sale a la luz pública todo lo que hicieron cuando nadie los estaba observando.
La persona que es íntegra es honesta de forma natural, no tiene nada que esconder, no miente a los demás y no necesita simular algo que es ajeno a sus prácticas para lograr lo que quiere en la vida.
La persona íntegra practica la honestidad de forma natural, porque es gobernada por un principio de vida que facilita su conducta honesta siempre:
«La persona íntegra sabe que no existe un momento acertado en la vida para hacer algo que está mal».
Por ello considera que todos los momentos de su vida son acertados para hacer lo que sabe que está bien.
La gente íntegra es confiable en todo momento, además; es muy útil para ejercer funciones de gobierno, judiciales y en regla general siempre será un buen servidor público, no olvides esto la próxima vez que tengas que ejercer tu derecho al voto.
Si la mayoría de nuestros líderes en los ámbitos: políticos, militares, judiciales, comerciales y empresariales fueran personas realmente íntegras nuestro mundo sería muy diferente.
La integridad proviene del carácter de Dios y se refleja con mayor facilidad en aquéllos que permiten que Dios gobierne sus corazones.
No se confunda; la integridad no es producto de una religión, hay infinidad de personas que profesan una religión que no son íntegros ni honestos, la integridad es el reflejo del carácter de una persona espiritual, que en su conducta cotidiana antepone la moral de los valores y principios que gobiernan su vida a las luces, (conocimiento o inteligencia disponible) podría decirse qué ésta es la conducta propia de la gente que actúa con sabiduría.
Venezuela está experimentando esta enorme crisis, que refleja una espantosa descomposición social sin precedente en nuestra historia, no por falta de luces, sino por falta de moral, lo cual hace de la integridad una especie rara en peligro de extinción en la conducta del venezolano, que antepone en su conducta habitual lo que muchos llaman la viveza criolla a la integridad y la honestidad, este es el caldo de cultivo social propicio para que la corrupción haya permeado y prácticamente destruido el entramado social a todo nivel.
Puedo decir sin temor a equivocarme que la crisis venezolana es el reflejo de una crisis espiritual que ha demolido la moralidad del venezolano, que se expresa como una crisis social, pero tiene su génesis en lo espiritual.
La descomposición social solo es el síntoma de la metástasis de un cáncer espiritual que comienza en la célula madre de la sociedad; la Familia.
Todo se levanta o se viene abajo en la familia, es allí donde se produce el ADN del que se forma nuestra sociedad.
De la familia salen los buenos y los malos líderes, de la familia sale tanto la gente íntegra y honesta cómo la gente corrompida.
Los valores morales que deben gobernar el uso que luego le daremos a las luces que recibimos en el sistema educativo se adquieren y se desarrollan en el hogar.
Lo que vemos a diario en nuestra sociedad es un reflejo inequívoco de lo que ocurre en el seno de la familia venezolana.
Tenemos que buscar la solución del problema no en el síntoma sino en su causa, hay que sanar la familia venezolana desde sus raíces, para luego producir el ciudadano moral ejemplar e incorruptible, que sea capaz de ejecutar los cambios que necesitamos en el modelo político social que hoy por hoy está totalmente destruido, solo así volveremos a tener instituciones creíbles y funcionales que estén al servicio de la gente y no de los intereses egoístas de los politiqueros de oficio, que en vez de servir a la gente se sirven de la gente.
Ésta es una tarea impostergable que tiene que abordar, el gobierno de transición, que luego debe ser reflejada en el nuevo pacto social para que tenga rango constitucional, a fin de que los líderes que tengan la responsabilidad de dirigir la construcción de la Nueva Venezuela tengan un marco jurídico que anteponga la moral a las luces, como bien lo expresó en el orden correcto el libertador Simón Bolívar; «Moral y Luces son nuestras primeras necesidades».
Las luces sin moral nos condujeron a este desastre que hoy afecta a todos los venezolanos, solo restaurando la moral para darle el mejor uso posible a las luces es lo que garantizará la posibilidad de tener una nueva y mejor Venezuela para todos.
Alguien dirá; el problema que enfrentamos es político y requiere de una solución política, y está bien, lo entiendo perfectamente, pero si no eliminamos la causa de este problema político que es moral y tiene su génesis en una crisis espiritual, el mal volverá a resurgir una y otra vez, sin importar que ideología esté de turno en el gobierno; pasará lo mismo con gobiernos de derecha o de izquierda o con cualquiera de sus variantes o combinaciones: de centro izquierda o centro derecha, atacar el síntoma y no la causa es estéril e improductivo, solo será un maquillaje exterior que aparentará un cambio sin haber cambiado nada.
Quiera Dios que esto sea entendido por los constructores de la nueva Venezuela y se haga eco en todos los venezolanos de bien que aún están en este maravilloso país bendecido por el creador; llamado Venezuela.

Miguel Ángel León R.
Apóstol y sicólogo

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