(Fernando Araujo – Articulista).-
Nos cuenta Lucas (que era médico) que había una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía 12 años y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y que por ninguno había podido ser curada. Esta mujer se acercó por detrás de Jesús y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre (Lucas 8:43-44). Jesús supo que de Él había sálido poder sanador y preguntó quién lo había tocado; a la pobre mujer no le quedo más alternativa que confesarlo. Jesús le dijo: «Tu fe te ha salvado».
Pero ¿qué pasó aquí? En primer lugar vemos la fe de esta mujer, pero también el conocimiento de las Escrituras. Cuando vamos al libro de Números en el cap.15 versos 37-41, vemos que Jehová ordenó a Moisés que se hicieran estas franjas en el borde de los vestidos en señal de los mandamientos dados.
Este bordón era de color azul y representaba lo celestial y usados por los israelitas, los siervos debían manifestar una conducta y obediencia celestial, salvo los fariseos que alargaban los flecos de sus mantos para ostentar su celo por honrar la ley.
Según Levítico 15:25; esta mujer era inmunda y por lo tanto no podía acercarse donde estaba Jesús, pero en su corazón ella estaba convencida que si sólo tocaba el borde de su vestido sería sana (ella sabía que Jesús es Dios) ahí estaba la fe, la certeza de esta mujer, su seguridad en obtener sanidad, y fue tan grande su fe que el poder salió de Jesús sin que Él pudiera controlarlo. Por lo general cuando leemos la Palabra de Dios, la orden de sanar la da el Señor y en este caso alguien lo usurpó. ¿Tenemos nosotros una fe como la de esta mujer? Y si no la tienes pídesela al Señor y Él te la dará.
El Señor te bendiga!
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