(Agencias/ VyV – REDACCIÓN).-
Kayla Jean Mueller, una joven cristiana y misionera de 26 años de edad, había dedicado su vida a ayudar a otras personas a su alrededor y en el mundo. Después de graduarse de la Universidad del Norte de Arizona, EE.UU, en 2009, trabajó con grupos humanitarios en el norte de la India, Israel y los territorios palestinos.
En Israel, se ofreció como voluntaria en el Centro de Desarrollo del Refugiado Africano. Mueller regresó a Arizona en 2011, y se ofreció como voluntaria en un refugio para mujeres y trabajó en una clínica de VIH/SIDA, ayudando a facilitar eventos y proporcionar la coordinación local para el Día mundial del SIDA.
Después de trabajar durante un año en Francia, viajó a la frontera de Turquía y Siria para trabajar con el Consejo Danés para los refugiados y la organización de asistencia humanitaria «Support to life» (Apoyo a la vida), cuyas familias asistidas se vieron obligadas a huir de sus hogares a causa de la guerra civil en Siria, según una vocera de la familia Mueller.
En octubre de 2011, antes del surgimiento de ISIS, Mueller expresó su apoyo a Siria: «Estoy en solidaridad con el pueblo sirio», dijo. «Rechazo la brutalidad y la muerte que las autoridades sirias están cometiendo en contra del pueblo sirio».
Víctima del Estado Islámico
Kayla Mueller cayó en manos de secuestradores pertenecientes al entonces ISIS, hoy Estado Islámico (EI), en agosto de 2013 en Alepo, Siria, según declaraciones de sus familiares, después de salir de un hospital de Médicos sin fronteras.
Su familia dijo que no supo nada hasta casi un año después, cuando ISIS la puso en contacto con una prueba de que ella estaba viva. Los militantes finalmente dijeron que la matarían si la familia no pagaba siete millones de dólares el 13 de agosto de 2014, según una fuente cercana a la familia. Qué pasó después de ese plazo no está claro.
El año pasado, Mueller escribió una carta a sus familiares, mientras continuaba bajo el cautiverio del EI, en la que revela sentirse «cerca de Dios» y pide perdón por el «sufrimiento causado»: «Recuerdo que mamá siempre me decía que al final de todo, al único que se tiene es a Dios. En mi experiencia, he arribado a un lugar en el que, en todo sentido, me he rendido frente a nuestro Creador porque literalmente no hay nada más. Gracias a Dios y a sus oraciones, me he sentido acunada mientras iba en caída libre. Me han mostrado la oscuridad y he aprendido que incluso en prisión uno puede ser libre. Estoy agradecida», dijo.
Ante su situación, la misionera mantuvo una actitud positiva y de paz, de esa paz que el Señor le proporcionó para sobrellevar estar apartada de su labor, de ayudar al prójimo y de sus familiares y seres queridos.
«Nadie se hubiese imaginado que esto podría llevar tanto tiempo, pero también sé que estoy peleando en la forma que puedo, y tengo mucha fuerza dentro de mí. No voy a colapsar y no me rendiré, sin importar cuánto tiempo lleve», escribió en su carta.
Kayla fue muy consciente de su situación, sabía que estaba ahí, secuestrada por su dedicación a servir al prójimo y por presentarles a Jesucristo como «el camino, la verdad y la vida» a personas en refugios y campamentos en lugares donde el cristianismo es considerado minoría y hasta está prohibido confesar a Cristo como Señor y Salvador, por eso se refugió en Él durante el tiempo que estuvo encerrada.
Pudo decirles a sus familiares que había «entendido que el bien existe en cada situación, a veces sólo tenemos que buscarlo. Oro todos los días para que se hayan sentido más cerca de Dios y también se hayan rendido frente a Él y hayan creado un lazo de amor y apoyo entre ustedes».
Respecto a su rescate, Kayla no quería ser de carga para su familia, había aprendido a vivir y a aceptar que su situación tenía un propósito divino y confesaba a sus padres que no era su deseo que las negociaciones para su liberación «sean un deber. Si hay otra opción la tomaré, incluso si significa más tiempo. Esto nunca debería haberse convertido en una carga».
Lamentable desenlace
Tras dos años de cautiverio, de mantener una constante comunión con el Señor, que le proporcionó la fortaleza de estar alejada de sus familiares y de trabajar en la obra de Dios, Kayla falleció.
Aunque el grupo terrorista que la mantuvo encerrada no se hace responsable de tal suceso, si confirmaron que la joven había muerto en un edificio que fue bombardeado durante un ataque aéreo jordano en Raqqa, la capital de facto de los militantes en Siria. En ese momento, el EI no ofreció ninguna prueba para respaldar el informe, sólo una imagen de un edificio en ruinas.
La familia de Kayla días antes, había pedido apoyo en oración por el pronto regreso de la misionera a casa. Ahora, se mostraban desconsolados momentáneamente por la pérdida física, aunque en sus corazones saben que ahora Kayla está en un mejor lugar, libre y gozándose en la presencia de Dios.
Las últimas palabras de la joven en su carta fueron: «Por favor sean pacientes, denle su dolor a Dios. Sé que ustedes quieren que me mantenga fuerte. Eso es lo que estoy haciendo. No teman por mí. Continúen orando como yo y con la voluntad de Dios estaremos juntos de nuevo».
Vida con propósito
La vida de Kayla, aunque parezca corta, ha sido de gran bendición para muchas personas y continuará siéndolo con el pasar de los años. Ella fue testigo, una verdadera mártir, pues vivió en carne propia lo que es ser un seguidor de Cristo y pagar el precio por ello. Será recordada por su fe y por entender que sólo Dios puede dar fuerzas y esperanza al caído, y con su testimonio de entrega a Dios y perseverancia en Él abrirá el camino para muchos otros que busquen predicar el evangelio en tierras foráneas y en guerra u hostiles como: Siria, Irán, India, Egipto, Palestina, entre otras.
Jesús dijo: «Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33, RVC). La persecución a los cristianos no cesará, pero Su gracia y misericordia acompaña y protege a sus hijos, Él ya ha vencido al mundo.