Sentir la muerte tan cerca
me llenó de expectativas frescas.
No tuve miedo,
por qué debía sentirlo,
si mi amigo la venció
hace muchos siglos.
Pensé en mi mujer y en mis hijos,
en los buenos amigos,
y perdoné a los enemigos.
Los días pasan para instruirnos
en lo invisible y desconocido.
¡Adiós a todos mis amados del nido
y a los de mis países vecinos!
La muerte no vence a nadie
que se ha aferrado al Divino.
Viviré como Él lo ha prometido,
para adorarle y ser un ángel
sin recordar ese corto viaje
que con Dios tiene sentido.
Aún no estoy bajo tierra,
pero allí estaré a su tiempo.
¡Qué dicha siento;
quien me ama, me espera!
Harold Paredes Olivo
Pastor, comunicador y autor
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