Arnulfo López Jr.
Periodista, teólogo y escritor
arnulfolopezjr@hotmail.com
Lápiz del escritor: ¿Qué dice la iglesia sobre la preferencia sexual?
Me refiero en este caso al protestantismo evangélico al que pertenezco desde mi infancia en el ámbito de la iglesia bautista panameña; sin duda alguna que en toda la esfera de la sociedad existente, tanto hombres como mujeres, se sienten atraídos por personas de su mismo sexo: homosexualismo y lesbianismo.Por tales actitudes inmorales, la sociedad los discrimina, perseguidos, marginados e incluso amenazan y atentan contra sus vidas.Esta situación de la violación de los Derechos Humanos en nivel mundial ha permitido que los Estados regularicen desde el punto de vista jurídico la protección de uniones en matrimonio a estas parejas del mismo sexo.La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) no plantea el matrimonio «gay» (del inglés: alegre, festivo y ufano), pero se observa cierta posibilidad del mismo cuando dice en el Artículo 22: «…La falta de ley reglamentará de estos derechos no menoscaba el ejercicio de los mismos».Con base en este derecho no enunciado muchos legisladores buscan la manera de introducir esta ley a favor de esta preferencia sexual de los transexuales.En octubre de 2003, precisamente inducido por esto la Asociación Civil Unión Afirmativa de Venezuela, ante la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia introdujo un recurso de interpretación sobre este asunto.Cinco años después la Sala Constitucional respondió de acuerdo con el Artículo 77: «Se protege el matrimonio entre un hombre y una mujer, fundado en el libre consentimiento…».En definitiva, ¿cuál es la opinión y la base bíblico-teológica de las iglesias cristianas evangélicas con respecto del matrimonio de las personas que apoyan a la sexodiversidad?Los ministros de Dios, tanto hombres como mujeres, con buen conocimiento de la orientación sexual a la luz de la Sagrada Escritura interpretará siempre según los principios éticos y morales que el ser humano en su depravación total ha perdido el uso de su afecto natural y por lo que comete los actos homosexuales, llevando su vida desordenada sin freno, cobrando el salario del pecado sin honrar a Dios que estableció la familia, el Estado y la Iglesia (Epístola de Pablo a los Romanos 1:26, 27; Deuteronomio 22:5).