Cuando nos encontramos en tiempos turbulentos, el lugar más seguro para buscar respuestas es la Palabra de Dios

“Los que descienden al mar en naves
y hacen negocio sobre las grandes aguas,
ellos han visto las obras del Señor
y sus maravillas en lo profundo.
Pues Él habló, y levantó un viento tempestuoso
que encrespó las olas del mar.
Subieron a los cielos, descendieron a las profundidades,
sus almas se consumían por el mal.
Temblaban y se tambaleaban como ebrios,
y toda su pericia desapareció.
Entonces en su angustia clamaron al Señor
y Él los sacó de sus aflicciones.
Cambió la tempestad en calma
y las olas del mar callaron.
Entonces se alegraron porque las olas se habían aquietado,
y Él los guió al puerto anhelado.
Den gracias al Señor por su misericordia
y por sus maravillas para con los hijos de los hombres.
Exáltenle también en la congregación del pueblo,
y alábenle en la reunión de los ancianos” (Salmo 107:23-32).
Todo el mundo experimenta tormentas en la vida, ocasiones que causan dolor, sufrimiento o pérdida. Es en tiempos turbulentos que vienen a la mente todo tipo de preguntas: «¿Dónde está Dios? ¿Por qué ha sucedido esto? ¿Fue por algo que hice? ¿Lo causó Dios, y si es así, por qué razón?». Cuando nos encontramos en tiempos turbulentos, el lugar más seguro para buscar respuestas es la Palabra de Dios.
La tempestad literal descrita en el pasaje de hoy proporciona una idea sobre el papel del Señor en las diversas dificultades que enfrentamos. Según Salmo 107:25, Dios fue responsable de esta tormenta, ya que fue Él quien levantó los vientos y las olas que atemorizaron a los marineros.
A veces, el Señor trae dificultades a nuestras vidas enviando turbulencias para que hagamos lo que hicieron esos marineros: en su necesidad e impotencia, pidieron a gritos la ayuda del Todopoderoso. Él entonces los sacó de su angustia calmando la tormenta y guiándolos a un refugio seguro. En respuesta, agradecieron al Señor por su misericordia y su maravillosa liberación, y lo alabaron ante otras personas.
No hay nada como la sensación de alivio que viene cuando pasa una tormenta. Pero no olvidemos responder como esos marineros agradecidos.
Charles F. Stanley
Pastor, maestro y escritor