La vida y la muerte no están intrínsecamente en la lengua ni en ningún supuesto poder creativo; sino en cómo y cuándo la usamos

“La muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto” (Proverbios 18:21).
En mis primeros días como creyente leí lo que escribió el apóstol Santiago sobre la lengua: “con ella bendecimos y maldecimos” y me imaginé lo que sucedería si le quitaban la lengua a alguien. Tal vez no articularía ni una sola palabra más pero, ¿se habrá acabado con el mal? Eso me hizo pensar desde muy temprano que no se trataba de la lengua literalmente, sino de lo que la animaba.
Es riesgoso escamotear o tomar literalmente nuestro proverbio de hoy. La vida y la muerte no están intrínsecamente en la lengua ni en ningún supuesto poder creativo; sino en cómo y cuándo la usamos. Lo que decimos siempre será el reflejo de lo que llevamos por dentro, de lo que deseamos o sentimos y ―cuando lo expresamos― suaviza el alma o simplemente estalla produciendo heridas, fracturas en las relaciones o la muerte.
Pero además dice “y los que la aman comerán su fruto” o como lo traduce la Biblia Latinoamericana: “según como la uses, así serán sus frutos”. En otras palabras, tú elijes como usarla y tú comerás su fruto. Esopo decía que la lengua era la mejor y la peor carne del mundo. ¡Cuánto bien produce unas palabras agradables! Pero ¡cuánto perjuicio si solo las proferimos pensando en nosotros mismos!
Por tanto, nuestra gota de sabiduría de hoy nos advierte que el uso de nuestra lengua nos beneficiará o nos perjudicará. Será el reflejo de lo que hayamos incubado. Determinemos ser prudentes, sinceros y sabios al hablar o al dejar de hacerlo. Esforcémonos para que nuestras palabras generen bienestar, sabiendo que seremos los primeros en comer su fruto. ¿Qué piensas de eso?
Eduardo Padrón
Pastor, comunicador y escritor
edupadron@gmail.com