(Fernando Araujo – Articulista).-
Aunque este relato pareciera ser muy simple, es real. Sucedió que una persona comenzó a laborar en una fábrica textil, y se propuso desde el primer día ser luz para el Señor mientras permaneciera en ese trabajo, ya que lógicamente era una persona cristiana.
Pero desde ese primer día comenzó a tener problemas con otro empleado, y comprendió que su estadía no sería fácil, siempre era ridiculizado por esa persona cuando le hablaba de Cristo, llegando al momento en que se sintió avergonzado, humillado y desconcertado.
Pero una vez en su casa pidió ayuda a Dios, oró y fue a la Biblia, y se encontró con Juan 13:34, que dice: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado…..»; este cristiano pensó que no iba a funcionar, ‘ni siquiera me cae bien’, se dijo.
Un día a la hora del almuerzo, ambos se sentaron uno al lado del otro, y el inconverso le dijo en verdad eres diferente a los demás te preocupas por mi, ¿qué tienes tú? Y el cristiano le respondió: «tengo a Cristo en mi, Jesús vive en mi»; le predicó el evangelio de salvación y desde ese día esta persona se convirtió a Cristo, comenzó a leer la Biblia y experimentó el nuevo nacimiento espiritual.
Esta historia real tuvo un final feliz, pero no siempre puede ocurrir así. Pero como fieles seguidores de Cristo, la luz de Jesús debe seguir resplandeciendo en nosotros a través del amor.
Puede que las personas que menos nos gustan sean las más necesitadas del amor de Dios.
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