Quien ejecuta la acción de orar es forzosamente afectado por el hecho mismo de orar, donde Dios se encuentra con el hombre y el hombre se encuentra con Dios. ¿No es maravilloso?

Es interesante saber que, en el idioma hebreo, que es la lengua dominante en el Antiguo Testamento, el verbo orar es reflexivo. Por la naturaleza de nuestra gramática no se puede traducir como tal, pero al ser reflexivo en la lengua original significa que quien ejecuta la acción de orar es forzosamente afectado por el hecho mismo de orar. La oración es, pues, una calle de doble vía, donde Dios se encuentra con el hombre y el hombre se encuentra con Dios. ¿No es maravilloso?
Descubrir esta realidad lingüística del hebreo fue fascinante. Así es como opera la obra del Espíritu Santo, quien nos revela la naturaleza de su Palabra. Lamentablemente nuestro desconocimiento de la vida de oración y el afán utilitario de las plegarias dificulta la percepción de la inmensa bendición que significa el que podamos orar como lo hizo el rey Salomón al dedicar el templo: “…Mas tú mirarás a la oración de tu siervo, y a su ruego, oh Jehová Dios mío, para oír el clamor y la oración con que tu siervo ora delante de ti”.
Néstor A. Blanco S.
Pastor y escritor