Al igual que el pueblo de Israel solemos preguntarnos: «¿Por qué tengo que pasar por esta dificultad?». Nos atormentamos por comprender la razón por la que nos vemos expuestos a tal o cual prueba. Cuánto mejor haríamos si inclináramos la cabeza con humilde sumisión, exclamando: «Todo va bien, todo irá bien».
Los israelitas creyeron que Dios los había rescatado de Egipto con el fin de hacerlos morir en el desierto. Así razona siempre la incredulidad; nos induce a interpretar a Dios en presencia de la dificultad, en lugar de interpretar la dificultad en presencia de Dios. La fe se coloca más allá del alcance de la dificultad y allí encuentra a Dios con toda su fidelidad, amor y poder. Para Dios no hay inconveniente demasiado grande, para Él son todos igualmente posibles de resolver. Quizás pienses que has llegado al límite de tus fuerzas. Si no puedes lidiar con tus hijos, una persona querida te ha traicionado, tu situación económica está peor que nunca y tu salud no mejora, no cometas el error de desalentarte. En lugar de ello piensa de esta manera: cuanto mayor sea la dificultad, mejor ocasión se le ofrece a Él para intervenir como un Dios benigno y todopoderoso. Di: «Todo va bien, todo irá bien».
Tus mejores días no han llegado. En tu futuro hay ascenso, bendición, crecimiento, bienestar y victoria. ¿Cómo lo sabemos? Porque eso es lo que le esperaba al pueblo de Israel al otro lado del mar. Como ellos, tú estás a punto de entrar en tu mejor etapa. Nadie podrá impedir que se cumplan los planes de Dios. Nadie podrá detenerte. Tu familia saldrá a flote. Tus hijos se encaminarán, tus negocios crecerán y tu ministerio llegará a naciones que nunca imaginaste.
José Luis y Silvia Cinalli
Pastores, consejeros y escritores
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